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ENTREVISTA AL MUSICO CATALAN JOAN MANUEL SERRAT
“No quisiera que mis canciones se vivieran como dogmas”

El cantautor, que está llevando a cabo una nueva y exitosa gira por la Argentina, confiesa que grabó un CD con canciones latinoamericanas �para pasármela bien� y que sus temas clásicos permanecen porque se quedaron prendidos de los sueños de la gente. En esta entrevista, vuelve a cargar contra Hebe de Bonafini y no quiere ver la realidad argentina �como un tango de Discépolo�.

Por Fernando D’Addario

A Joan Manuel Serrat, el chiste de haberse inventado un alter ego (“Tarrés”) para justificar lúdicamente su irrupción latinoamericanista en el CD Cansiones, le está generando responsabilidades ajenas a su personaje. Le preguntan, por ejemplo, si a Tarrés le gustaría que Boca (equipo del que es “aficionado, porque fanático no soy de nada”, explica) le gane al Real Madrid (el club rival de su querido Barcelona) en Tokio, o si Tarrés prefiere las mujeres de un modo o del otro, atribuciones que, según parece, no encajarían con Serrat, un modelo de hombre biempensante. En la entrevista con Página/12, el cantautor catalán se manifiesta a salvo de potenciales digresiones psicoanalíticas y elige mostrarse como Serrat, despojado de su virtual “otro yo”, pero cargado con esa pesada mochila de subjetividades que miles de argentinos han ido poblando en su inconsciente. “Yo no soy un distribuidor de verdades”, se ataja, para que no le añadan a su condición de músico inteligente la de predicador progre, un título nobiliario que debe reforzarse cotidianamente con canciones sensibles y declaraciones correctas.
Sus últimas Cansiones no son precisamente suyas, sino que expresan su particular visión de un ecléctico imaginario latinoamericano, desde Homero Manzi hasta José Alfredo Jiménez, pasando por Violeta Parra y temas populares colombianos, mexicanos, uruguayos, etc. En sus presentaciones a sala llena en el teatro Gran Rex puso a prueba esta audacia interpretativa y salió indemne, aunque el aplausómetro se haya inclinado nuevamente para bendecir aquellas gemas generacionales, las que todos quieren seguir cantando en un intento de supervivencia emocional colectiva. Serrat, que en distintos momentos de su carrera supo interpretar y/o musicalizar a otros autores (lo hizo con Antonio Machado, con Miguel Hernández, con sus compatriotas catalanes en Banda Sonora d’un temps d’un pais), sabe que esta nueva búsqueda es distinta, porque distintos son los tiempos.
“Aparte de haberme nutrido, de haberme marcado musicalmente, éstas son las canciones que he estado cantando en mis horas de fiebre y orgía, como diría el tango. En mis horas de amigos, de risas, de vino, de amistad, han aparecido naturalmente. Cuando les puse música a Machado, a Hernández, había una voluntad de rescate de elementos malditos. Hacerlo representaba tomar una posición frente al franquismo, lo hicieras bien o mal. Yo ahora no he pretendido rescatar nada. Sólo he pretendido pasármelo bien”, señala, y queda claro que esta panorámica de melodías y ritmos latinos se ajusta a su momento actual, sin entrar en contradicción con el personaje. “Oye, que nunca imaginé que después de los 50 estaría en un sótano cantando canciones de protesta, pero tampoco imaginé que estaría en un piso nueve de un hotel como éste en Buenos Aires. Ser Serrat se ajusta a mi manera de funcionar. Si hubiera vivido amargado ante el éxito de determinadas canciones, no hubiera durado cinco minutos en esto”.
–¿Un CD con canciones de otros autores le genera algo especial, siendo usted alguien que ha escrito temas toda la vida?
–Quiero aclarar que no hay síndrome de abstinencia y tampoco este disco responde a un sentimiento de año sabático. No he grabado Cansiones porque quisiera descansar de escribir. He trabajado como un burro. Pero tampoco tengo el síndrome de la pantalla en blanco. Sigo escribiendo, con mis tiempos. En algún momento me sentaré a juntar los papeles que guardé en los bolsillos, las anotaciones sueltas, y empezaré a echarle carbón a esta máquina de vapor que tiene que empezar a hacer otros proyectos.
–¿Escribe en los ascensores de los hoteles?
–Cuando se me ocurre alguna cosa, procuro llevar un papel en el bolsillo, lo apunto, me siento y lo desarrollo un poco.
–Cualquiera podría imaginar que dentro de cien años encontrarán carpetas y carpetas con sus anotaciones...
–No... ojalá, no se me ocurren tantas cosas por centímetro cuadrado. El día que busquen, no creo que encuentren mucho. No sólo porque no escribo tanto, sino porque sólo conservo aquello que creo que pueda servir.
–Las canciones siguen un itinerario distinto del resto de las cosas. España cambió, Argentina cambió, usted y la gente que lo escucha también. Sin embargo, sus seguidores se aferran a aquellos temas como si fueran dogmas inmutables...
–No creo que sean dogmas. La canción se mantiene por varias razones. Una, la más común, es que la canción se queda hilvanada en la vida de la gente, se queda prendida en sus sueños, a veces petrificadas en momentos determinados. La música es lo que la traslada. La canción no es un fin, sino un medio que se adapta a quien la escucha. Es por eso que la misma melodía, para ti, para aquél o para aquélla son tres canciones distintas. Yo no estaría nada contento si se vivieran mis canciones como dogmas, porque no soy nada dogmático. Creo que los dogmas son frenos para la humanidad.
–¿Siempre fue así?
–Sí, porque de chiquitín me dijeron que los dogmas eran la hostia de importante, así que a mí nunca me gustaron. Desde joven, y luego durante toda mi vida fui sumamente permeable, y la permeabilidad, contrariamente a los dogmas, es lo que te permite aprender, conocer, diferenciar.
–¿Sigue viendo del mismo modo aquella anécdota de juventud, cuando fue elegido para representar a la televisión española y resultó luego prohibido por haber cantado en catalán?
–Han pasado muchos años, y sigo sin poder ver ese episodio como una anécdota. El resto de la gente quizás lo vea así, pero a mí me pasa que no sé cómo contarle aquella época a los niños, ni a la gente de 30 años que no la vivió. El fascismo ha sido tan terrible como ridículo, entonces es difícil de explicar. En Chile prohibieron a Machado como autor de Serrat, tantos años después de muerto. En el ‘68 fui designado para representar a la televisión española, decidí cantar en catalán y eso fue considerado un acto de alta rebeldía al Estado. Se produjeron autos de fe, había localidades donde se hacían hogueras en las calles, la gente acudía a quemar los discos, para cumplir con el ritual. Las emisoras de radio no rayaban mis discos. Se hizo algo más perverso: se les puso tela adhesiva para que, si alguien pretendía sacar la tela, se quedara la goma adentro, así se los inutilizaba. A mí me impidieron trabajar durante mucho tiempo. No aparecí en televisión en cinco años. Yo, de todos modos, les debo la fortuna de que me regalaran América, la posibilidad de hacer las maletas y venir para acá. Todo eso queda como anécdota, está bien, pero lo importante es no olvidarlo.
–Hoy parece impensable aquella situación en que se encerraron en un convento como medida de protesta, también a fines de los 60.
–Eso lo hicimos porque se juzgaba en Burgos a nueve militantes de ETA. Nos encerramos un grupo de gente tres días en el monasterio de Monserrat. Ahí fue otra pasada. Nos desalojaron, claro. Todo el tiempo había actos cívicos de esa naturaleza contra el régimen. No me arrepiento en absoluto.
–Por entonces, usted tenía otra posición con respecto de ETA...
–En ese momento, el camino para que el pueblo vasco pudiera definir su futuro no pasaba por el Parlamento, ni por la voluntad popular, sino por la voluntad del fascismo. Y siendo que el fascismo nunca entendió la España plural, entonces la situación no era comparable. España es un conglomerado de culturas que tienen sus diferencias. Es terrible ignorar esto. En estos momentos el pueblo vasco puede elegir incluso el camino del independentismo. No estaría en contra de esto, si el pueblo vasco lo eligiera. Tú, si quieres, puedes irte de tu casa. Lo que no puede ser es que el camino para lograrlo sea matar a tu padre.
–¿Le sorprendieron las declaraciones de Hebe de Bonafini en relación con este tema?
–Más que sorprenderme, me dolieron mucho. Ella puede pensar lo que quiera, y tiene derecho a manifestarlo, pero debería valorar sus palabras en función de lo que está representando. La presidenta de una de las agrupaciones de Madres de Plaza de Mayo está manifestando un sentimiento plural y no me parece correcto porque no representa la esencia y el espíritu de un grupo de personas que han trabajado mucho por la vida, que tienen una trayectoria muy limpia y que quieren saber por sus hijos, qué ha pasado con sus hijos. Esto es incompatible con la opinión de una persona que pueda admitir el asesinato como arma política de presión al Estado, y menos en un estado de derecho.
–Es cierto también que las realidades económicas de España y de Argentina son cada vez más distintas, después de aquellos años 80 con esperanzas democráticas compartidas...
–Sí, pero yo no quisiera comparar las realidades económicas como quien viene a este país accidentalmente, ve lo que pasa y se va. Tengo una relación constante y entreverada con la Argentina, tengo amigos, parte de mi vida incorporada a este país, y también he dejado jirones aquí. Y lo que yo veo es que es cierto que el avance de la voluntad de los argentinos no se corresponde ni con el progreso de sus instituciones ni con sus problemas económicos. Pero sería un error pretender entender la realidad argentina como una historia fatal, como si fuera un tango de Discépolo. Yo no quiero pecar de optimista, porque nunca lo he sido, pero oiga, el futuro no puede estar en manos de una mirada nihilista de la vida. Yo he visto a la gente ilusionada hace un año y medio. No se puede pasar tan rápido a la desilusión, por más que la realidad sea cabrona, porque la única manera de modificarla es creer que se puede hacerlo.

 

Para bolsillos argentinos
Joan Manuel Serrat cerrará su gira por Argentina y países limítrofes con un recital popular en la cancha de Atlanta. El show se llevará a cabo el próximo 25 de noviembre y la entrada costará 13 pesos. “A veces se da la paradoja de que la música popular no llega realmente a las clases populares, por eso para mí es una necesidad hacer este recital. He recibido muchísimas cartas, llamados, mensajes, de gente que me dice que le gustaría verme, pero no tiene el dinero para pagar la entrada”, sostiene el catalán. Luego de los shows en Capital Federal (hasta el momento fueron cuatro Gran Rex), el periplo de Serrat continuó en el Velódromo de Montevideo y en el Teatro Argentino de La Plata. Hoy actuará en el Polideportivo de Mar del Plata, el miércoles en el Polideportivo de Unión de Santa Fe y al día siguiente en el estadio de Rosario Central. El sábado próximo se presentará en el estadio Córdoba, el lunes 20 en el estadio Mundialista de Mendoza, el 23 y 24 nuevamente en el Gran Rex y luego concretará su show en Atlanta.

 

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