Por
Julián Gorodischer
Ya
hay unas cuantas señoras que, mirando los programas de la tarde,
estarán pensando: sería mejor verlas solas. Frente a los
sobrevivientes del género más devaluado de la TV que
mezcla recetas de cocina, consejos para el amor y un toque de chismes
frescos podrán notar que Carmen Barbieri en Movete
(por América), Georgina Barbarrosa en Venite con Georgina
(por Azul) y Federica Pais en Siempre listos (por Canal 13)
tienen un coequiper masculino. En los magazines, los varones intentan
ahuyentar el tufillo añejo del formato Utilísima,
bien poblado de voces agudas, sabores deliciosos y manualidades. Pero
la nueva fórmula no siempre arroja los mejores resultados.
El varón que acompaña a Georgina hizo un avance vertiginoso:
de ser un sombrío productor del ciclo, Mariano Iudica llegó
casi sin escalas a la coconducción. No sólo eso: ahora tiene
su propio espacio en América, uno bailantero que se llama Tropicalísima.com
y se emite los domingos. ¿Su secreto? Inaugura por las tardes el
estilo del presentador bufón, un gracioso que disfruta
poniéndose disfraces de dudoso gusto, exagerando el tono del vecino
como usted o cualquier otro al filtrar algún insulto, una
broma sexual, un manotazo. Iudica crece gracias a un recurso que otros
desarrollaron con excelencia: el de hacerse el bobo. Con lo mismo, Tom
Green (de El show de Tom Green, por MTV) hizo milagros en
los Estados Unidos: convirtió el soy más bobo que
el resto en un género de alto vuelo. Pero el bobo
de Iudica es otra cosa: es también soberbio cuando flirtea con
las invitadas o parodia sin gracia a los encuestados. Cuando el bobo se
cree el más vivo, aparece el turista argentino promedio,
ese ¿mito? de viajante gritón y maleducado que muchos atribuyen
al ser nacional. En tanto, Georgina se opaca como un eco que suena sólo
de fondo: en algunas entrevistas serias, en los chivos de productos para
el hogar, en los llamados. Iudica se reserva el ablandamiento que antes
quedaba a su cargo, quizás porque éstos son tiempos de duplas
a cargo de los magazines. Enfrente, un poco más tarde, la Barbieri
y Marcelo Polino se vuelven cada vez más malos y una sola simpática
ya no bastaría para hacerles contrapeso.
El acompañante de Carmen Barbieri, que también empezó
sola a cargo de Movete (pero ésos eran otros tiempos),
es un malvado. Polino se envilece con el correr de los capítulos.
Dispara: Las vedettes son todos gatos y las prepotea cuando
ellas desfilan por el piso para el descargo. Después lanza, invariablemente,
una frase que le gusta, y que por eso repite: Hay mucho gato en
trajecito. Vos sos el primero, le respondió con
vehemencia Fernando Peña, invitado al programa de cable de Fanny
Mandelbaum. Ya casi no hay espacios del ciclo de América que se
le reserven a Barbieri en solitario. Polino, en cambio, sí tiene
sus momentos estelares, como el bloque de chimentos del público.
En ese pasaje, los espectadores lo llaman por teléfono y delatan
infidelidades y miserias de famosos: él sonríe, hace mohínes,
se divierte en la redada que no tiene límites ni confirmaciones.
Eso sí, si se meten con los suyos imposta el gesto de enojado y
clava la mirada en la lente. O dice: Con Alejandra no te metás,
si alguien rozó el honor de la Pradón, su amiga del
alma.
Lo de Guillermo Andino en Siempre listos es otra cosa: él
es el más televisivo de todos los señores de la tarde. Se
peina con gel, siempre se muestra bronceado, y bien erguido, con el porte
de los presentadores de antes. Lo suyo es ser un galán simpático
que maneja bien los medios tonos: como buena figura institucional no debería
elogiar ni criticar de más, y siempre tiene listos una caricia
y un empujoncito para un programa hermano de la emisora de Constitución.
Andino, que lidera la dupla junto a Pais, deja poco margen de soltura
a la chica más sonriente de la TV. Sin duda, este hombre es un
estudioso de lo trivial: prepara sesudos cuestionarios sobre mascotas
y observa las recetas de la abuela uno de los segmentos con
atención de discípulo. Respeta cada bloque de cocina como
una tesis doctoral y podría defender el rigor científico
del consultorio de psicología. Tan serio o solemne como en el noticiero,
lo único que hizo es trocar la crónica por el consejo, el
copete por el grito entusiasmado al entregar un premio. Soy un profesional,
se justificó a su modo, siempre conciso.
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