Por
Duncan Campbell
Desde Los Angeles
Al
Gore puede haber perdido la elección presidencial norteamericana,
no por una boleta mal diseñada ni por las dudosas prácticas
de recuento en Florida o por la deserción de los independientes
hacia Ralph Nader, sino por las políticas penales y carcelarias
que él y Bill Clinton implementaron durante los últimos
ocho años. Estas políticas parecen haberles robado a los
demócratas la victoria, al privar de sus derechos políticos
a casi uno de cada tres varones negros en Florida, la mayoría de
cuyos votos hubiera recibido. Las cifras publicadas ayer muestran que
el 92 por ciento de los votantes negros en el Sur de Estados Unidos apoyó
a Gore en la elección del martes pasado, comparado con el 7 por
ciento que votó a George W. Bush. Y en las cifras totales del país,
Gore aventajaba a Bush por el 85 contra el 12 por ciento entre los hombres
negros y por 94 contra 6 por ciento entre las mujeres negras.
Un total de 4,2 millones de norteamericanos no pudieron votar por estar
en la cárcel o tener sentencias por delitos menores. De ésos,
más de un tercio, o alrededor de 1,8 millón eran negros,
según el Sentencing Project, un grupo basado en Washington que
investiga y hace campañas sobre el tema. En términos nacionales,
esto suma el 13 por ciento de todos los hombres negros. El Sentencing
Project y Human Rights Watch examinaron el alcance de la privación
de derechos políticos en 1998 y descubrieron que en dos estados,
Florida y Alabama, el 31 por ciento de todos los hombres negros estaba
permanentemente privado de sus derechos políticos por sentencias,
muchas por delitos menores no violentos. En cinco otros estados, incluyendo
los de Iowa y Nuevo México que dieron resultados tan ajustados
como Florida (o más), uno de cada cuatro hombres negros estaba
permanentemente privado de sus derechos políticos, y en Texas uno
de cada cinco hombres negros no podía votar. Solamente en Maine,
Vermont y Massachusetts les permiten votar a los que están encarcelados
por delitos menores. En una prueba de la justicia divina, resulta
que Gore podría haber ganado fácilmente en Florida si no
hubiera sido por las leyes de privación de derechos políticos
por delitos menores que, desproporcionadamente les quitan el voto a los
hombres afroamericanos, dijo Sanho Tree, director de proyecto en
el Instituto de Estudios Políticos en Washington. Esperemos
que reflexione sobre esto largo y tendido mientras espera el recuento.
La administración Clinton-Gore ha sido fuertemente criticada por
los reformistas penales por su guerra a la droga que llevó
a que más de 400.000 personas estén en prisión, un
desproporcionado número de ellas, negras o latinas. Cedric Muhammad,
editor del website blackelectorate.com, escribe en su último boletín:
Si Gore y sus partidarios son honestos, se darán cuenta de
la culpa de la administración Clinton-Gore que con su sistema de
justicia criminal encerró a los negros al por mayor durante los
últimos ocho años por delitos menores, sin violencia en
las personas. Porque el 13 por ciento de todos los hombres negros (a nivel
nacional) no puede votar por estar encarcelado o por tener sobre sus espaldas
viejas sentencias de delitos menores, y porque esta elección presidencial
es tan pareja, puede ser verdad que los negros que cumplieron su condena
y han vuelto a llevar vidas productivas y reformadas, podrían haber
provisto el margen de victoria para Al Gore y los demócratas si
se les hubiera permitido votar.
Los intentos de extender el derecho al voto a los ex delincuentes han
sido frenados durante más de un año en el comité
judicial de la Cámara de Representantes. Algunos consideran que
el hecho de que perdure esta privación es una forma sutil de negar
el voto a una considerable parte de la comunidad negra.
Ya sea que, por los sustos que pasaron con esta elección, los demócratas
examinen o no este tema, lo que sí tendrán que hacer es
reconocer lo que le deben a Jesse Jackson y a otros importantes afronorteamericanos
pormovilizar con tanto éxito el voto negro. El reverendo Jackson
y los sindicatos locales jugaron un rol clave en la victoria de Gore en
el estado vital de Pennsylvania, y fue un secreto a voces durante los
últimos días de la campaña que el equipo de Gore
confiaba cada vez más en las habilidades organizativas de las iglesias
negras. El presidente Clinton eligió básicamente públicos
y jurisdicciones negros para hablar en apoyo a Gore.
Fue notable después del primer debate televisado que una de las
primeras personas en abrazar a Gore fue el reverendo Jackson. Su hijo,
Jesse Jackson Jr., un congresista por Chicago del partido demócrata,
también jugó un rol importante al tratar de persuadir a
la izquierda a que no votara por Nader. La Asociación Nacional
por el Progreso de la Gente de Color, mientras tanto, gastó 7 millones
de dólares en publicidad, mailing, llamadas telefónicas
y panfletos en una apuesta por que el voto negro contara.
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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