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DISCURSO DE ANIBAL IBARRA A SUS FUNCIONARIOS
La decisión de diferenciarse

Al celebrar sus primeros cien días de gestión, el jefe de Gobierno pronunció un fuerte discurso político. Marcó distancia con De la Rúa.

Aníbal Ibarra hablando en el Centro Cultural San Martín.
“Estoy conforme con la orientación general del gobierno.”

Por Santiago Rodríguez

Aníbal Ibarra reunió ayer a todos sus funcionarios y, a pesar de tanta reverencia que por estos días se ve para con los mercados, reivindicó el discurso progresista que lo llevó a gobernar desde hace 100 días la ciudad de Buenos Aires. Dijo que “no hay mercado sin consumidores, ni buenos pagadores sin crecimiento, ni crecimiento sin desarrollo social”, rescató también la función del Estado y destacó el “efecto redistributivo de la riqueza” que tiene la inversión pública. No sólo en ese rubro se diferenció del presidente Fernando de la Rúa –a quien no mencionó siquiera una sola vez–, también cuando señaló que el gobierno porteño está “cohesionado” y no existen “disputas internas ni conflictos palaciegos” que obstruyan la gestión.
Los martes son los días que Ibarra se reúne con su gabinete. La reunión de ayer no fue una más por el lugar donde se celebró, por la cantidad de participantes y por las circunstancias: más de 250 funcionarios –entre secretarios, subsecretarios, directores generales, directores adjuntos y legisladores– se dieron cita por la mañana en el Centro Cultural General San Martín. El encuentro se hizo por los primeros 100 días de gestión y se denominó Plenario Uno-Gobierno de la Ciudad Buenos Aires.
“Estoy conforme con la orientación general del gobierno. Estamos trabajando en lo que nos propusimos y en lo que le propusimos a la gente durante la campaña electoral”, reconoció Ibarra a su tropa. Y a la hora de la arenga les pidió “más” y exhortó a los funcionarios –y a sí mismo– a “hacernos tiempo en nuestras agendas para salir a la calle; para no resumirnos exclusivamente a los actos administrativos” porque “muchas veces, los problemas de la ciudad se comprenden viviéndolos. Yendo al hospital, a la escuela o al parque público; transitando por las veredas o circulando por nuestras autopistas”.
Lo mismo les había pedido antes Cecilia Felgueras, quien habló de la Alianza –sobre la cual Ibarra tampoco hizo mención alguna– y su capacidad “de gobernar y demostrar que tiene un modelo progresista, eficaz y eficiente”. La vicejefa de Gobierno advirtió también que “hoy, más que nunca, debemos ser leales al gobierno liderado por Fernando de la Rúa”.
El aliento y la arenga a los funcionarios fueron tan sólo un matiz del discurso de fuerte contenido político que el jefe de Gobierno porteño pronunció frente a su gente. “Lo que está en juego aquí no es la ética del pensamiento progresista, sino la eficacia en la gestión y la funcionalidad económica de un programa democrático y reformista”, fue una de las tantas líneas que Ibarra bajó a los presentes, después de remarcar que “durante una década, aquí y en todo el mundo, las políticas progresistas quedaron acorraladas dentro de un pensamiento exclusivamente ético, mientras la eficacia parecía un patrimonio de las políticas conservadoras”.
“Yo no creo sólo en la ética del progresismo –redondeó–. Yo no creo sólo que el equilibrio fiscal, el crecimiento económico y el desarrollo social son compatibles entre sí. Creo algo más: creo que el desarrollo social es la garantía de que el crecimiento económico y la generación de riqueza sean duraderos y sostenibles en el tiempo.”
Ibarra destacó el énfasis que desde su gestión se ha puesto en recuperar y equiparar socialmente la zona sur de la ciudad y llamó a “desterrar definitivamente de la política la actitud de considerar al Estado como un productor de bienes y servicios de segunda selección, de bienes y servicios para la gilada, de bienes y servicios de descarte. Esa actitud es ser cómplice de la teoría de que hay grupos sociales, regiones, territorios, continentes y gente que es inviable. Y esa actitud, ejercida desde el Estado, también es corrupción. Es inmoral”.
“No hay crecimiento sostenible en el tiempo sin desarrollo social”, expresó también Ibarra, además de apuntar que “la creación de riqueza encuentra su límite cuando no hay educación, ni innovación tecnológica, ni sistema de salud” y marcar la necesidad de “orientar al Gobierno en la promoción de nuevos horizontes de desarrollo, que incluyan a la mayoría, que traigan mejores condiciones de vida”.
Para el final Ibarra dejó el enunciado de lo que pretende de su gestión y de sus funcionarios: “Estamos trabajando, en última instancia, para que el Estado recupere la capacidad de devolverle a la mayoría de la gente los mismos derechos que tiene la minoría”.

 

OPINION
Por Jorge Altamira *

Golpe de mercado

Los anuncios de que el FMI estaría armando un paquete de rescate preventivo para la Argentina son un mal augurio. Cuando recientemente, primero en Indonesia, luego en Rusia y por último en Brasil, se efectivizó un planteamiento similar, ello sólo sirvió para precipitar una fuga de capitales y finalmente la bancarrota. La devaluación indonesia generalizó la crisis en Asia; la rusa amenazó incluso la estabilidad bancaria en Estados Unidos; la brasileña dejó, por lo menos a Argentina, en ruinas y es el precedente inmediato de la actual cesación de pagos local.
Pero aún más que en los casos relatados, la crisis argentina tiene una dimensión internacional. Es que se encuentra vinculada a una suba espectacular de la sobretasa que pagan los activos de riesgo de las grandes corporaciones norteamericanas, unos 600 puntos por encima de los bonos del Tesoro. El último informe trimestral del FMI alerta acerca de que el riesgo de estos activos es superior en la actualidad al de los títulos de los países emergentes. El FMI tiene tantas menos posibilidades de “rescatar” a la Argentina cuando una ola de incumplimiento de pagos se propaga a nivel internacional. Las soluciones de corte fondomonetarista están doblemente agotadas, porque no pueden ni Argentina ni el Fondo. Esta nueva fase de la crisis mundial pone al descubierto el fracaso de las grandes operaciones de fusiones y adquisiciones de empresas, que se hicieron recurriendo a un gigantesco endeudamiento internacional.
Las medidas que acaba de anunciar el gobierno de la Alianza frente a la crisis son tanto más incongruentes cuanto que chocan con otras medidas dictadas con el mismo fin. Lo demuestra así la decisión de tomar fondos de las AFJP para financiar el pago de la deuda pública, cuando una reciente ley reservó esos mismos fondos para un llamado plan de infraestructura.
Esta anomalía permite concluir que los acreedores le han ganado de mano al Grupo Productivo a la hora de vaciar los aportes jubilatorios de los trabajadores al sistema privatizado.
Obviamente, la disputa por los fondos de las AFJP se convierte necesariamente en disputa por el poder. A William Rhodes, presidente del Citibank, se le adjudica una gestión en el país para que De la Rúa continúe al frente del Gobierno. En el coloquio de IDEA, en Mar del Plata, se oyó hablar de golpe de Estado. El agotamiento del ajuste arrastra al régimen que lo prohijó como vía para satisfacer a los usureros internacionales.
La crisis del Senado desemboca entonces en una crisis en regla. Las alternativas, varias, se resumen en estas dos: o un golpe de mano de los grandes capitales para establecer un gobierno autoritario y reforzar el Estado policial, o el traspaso del poder a una Asamblea Constituyente libre y soberana.

* Diputado de la Ciudad por el Partido Obrero.

 

 

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