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LA BONAERENSE ADVIRTIO QUE LA SITUACION DE LOS DETENIDOS ES INGOBERNABLE
Las comisarías son una bomba de tiempo

Hace un año había 2100 detenidos en la comisaría: hoy son 5500. Los presos se turnan para dormir porque no hay suficientes camas; los baños largan un olor insoportable. La Bonaerense le advirtió a Ruckauf que, en esa situación explosiva, si no pueden sacar detenidos antes de las fiestas habrá fugas y muertes. Pero las cárceles también están saturadas.

Las cárceles están hacinadas y los detenidos quedan meses en las comisarías.

Por Raúl Kollmann

“Si antes de las fiestas de Navidad y Fin de Año no sacamos dos mil presos de las comisarías del Gran Buenos Aires se van a producir hechos gravísimos. En este momento, en buena parte de esas comisarías, los detenidos se tienen que turnar para dormir porque hay, por ejemplo, el triple de presos que de camas; los baños no aguantan, se tapan, el olor es insoportable y los detenidos se vuelven locos. Esta semana tenemos registrados 5500 presos en comisarías. El 20 de noviembre de 1999, hace un año, había 2100, menos de la mitad. Cuando vengan el calor y las fiestas, habrá casos de locura, muertes y fugas.” Este diagnóstico dramático le fue transmitido oficialmente por la Policía Bonaerense al gobierno de la provincia y al ministro de Justicia del distrito. Así se lo confirmó a Página/12 un altísimo jefe de la fuerza. El Servicio Penitenciario Bonaerense dice que en las cárceles no hay más lugar, mientras que las condiciones infrahumanas de las comisarías provocan una situación explosiva que amenaza con convertirse en una bomba dentro de exactamente un mes.
“Con las fiestas se producen varias cosas al mismo tiempo. La primera, es que detenemos a más gente –explica el alto jefe policial–, por lo que el hacinamiento va a ser intolerable. Hay más detenciones porque los delincuentes buscan desesperadamente dinero para pasar las fiestas, hace calor y la gente está más desprevenida; el ciudadano común sale más a la calle y los ladrones lo aprovechan, porque cuando hace frío la familia se queda en casa y es más difícil robar; el alcohol, las drogas y el ambiente navideño producen más peleas, más robos y más situaciones límite. Tomando las estadísticas de todos los años, las detenciones aumentan notoriamente en la época de las fiestas. De manera que si tenemos una situación insoportable ahora, esto será muchísimo peor dentro de un mes.”
Los números le dan claramente la razón al jefe policial.
u A mediados de noviembre de 1999 había 2100 presos en comisarías.
u El 31 de diciembre, después de las fiestas, la cifra trepó a 3000. O sea que detuvieron a 900 personas durante el período de Navidad.
u Hoy hay 5500 presos, casi el triple de lo que había hace un año en la misma fecha. A esto habrá que agregarle las detenciones habituales.
Un solo distrito, Lomas de Zamora, tiene en este momento 934 presos en 42 comisarías, lo que habla de 25 presos en cada dependencia, cuando esos lugares están hechos para mantener detenidas a 6 u 8 personas. En La Matanza hay 600 presos en comisarías, en Morón otros 600 y en San Martín igual cantidad. El foco del desastre está en el Gran Buenos Aires.
Hay un ejemplo escalofriante. Hace 15 días hubo una fuga masiva de la comisaría de Béccar, en el distrito de San Isidro. En total había allí 23 presos, de los que huyeron 15. Para esos 23 presos había sólo ocho camas, por lo cual los detenidos debían turnarse para dormir. Esto significa que la mayoría no tenía practicamente ningún descanso –tal vez tres o cuatro horas por día–, produciendo un estado de irritación y violencia ingobernable. Todo era aún más grave si se tiene en cuenta que el baño estaba pensado para seis personas, por lo que se tapaba en forma permanente, produciendo un olor insoportable. Por supuesto, tampoco los detenidos tenían posibilidades de pegarse un baño.
Todas las fuentes consultadas por este diario coinciden en que el calor y las fiestas van a traer el infierno a las comisarías. “Los techos de casi todas las dependencias son de losa con muchísimo acero, lo que irradia temperaturas tremendas. A eso agréguele el olor y los mosquitos”, diagnosticó un comisario en actividad en la zona norte. Las fiestas navideñas también traen enormes problemas: los presos están alborotados, ansiosos, entra más alcohol y más droga que nunca a las comisarías y todo ese cuadro hace que las peleas se multipliquen. Se pone en riesgo la salud y la integridad física de los detenidos y los policías. “La situación de seguridad también va a empeorar –confirma otro comisario, igualmente alarmado–. Fíjese: si usted tiene 15 presos en una celda, ¿cómo hace para revisarla? Cuando los que están son cuatro, cinco o seis, un pequeño grupo de policías puede hacer la revisión, ver si tienen algún elemento guardado, incluso un arma, ver si hay algo que pueda servir para que se fuguen. Cuando uno tiene 15 –y hay casos de 30– presos en un lugar chico, ya el procedimiento es otro: nadie se anima a entrar y hay que desalojar la celda con la ayuda de la Infantería. Es un procedimiento muy pero muy ríspido, irritativo, que requiere un enorme esfuerzo y que no se puede hacer todos los días. Eso hace que ocurran cosas como las de Béccar: los presos cuentan con más facilidades para escapar, incluso con el burdo procedimiento de limar barrotes. De manera que usted combine el hacinamiento, el calor, el olor, las fiestas, las peleas y menores medidas de seguridad, todo lo cual le dará un cóctel explosivo.” Registrando los hechos ocurridos en los últimos tiempos hay que sumar al inventario otro elemento: existe una gran cantidad de custodios que se corrompen y abren puertas, lo cual deriva en fugas y toma de rehenes.
El alarmante informe que le transmitió la Bonaerense al gobernador Carlos Ruckauf plantea un cuadro con soluciones más que difíciles.
u El Ejecutivo bonaerense tiene prevista la construcción de cárceles, tal como adelantó el propio Ruckauf en el reportaje concedido a Página/12 el domingo pasado. Como es obvio, esas cárceles no pueden solucionar el drama que se presenta ahora mismo, en diciembre.
u El Servicio Penitenciario Bonaerense sostiene que en las cárceles ya no hay lugar, porque actualmente están detrás de las rejas en las distintas prisiones bonaerenses más de 15.000 hombres y mujeres, un record histórico. La Bonaerense argumenta que es preferible el hacinamiento en las cárceles que en las comisarías, por lo que piden que al menos 2000 detenidos pasen a las prisiones. Es un debate y una interna furibunda. El Servicio Penitenciario también argumenta que la superpoblación carcelaria puede derivar en motines más que peligrosos.
En resumen, la política de mano dura tiene en vilo a los funcionarios que la aplican. La máquina de detener gente ahora no sabe qué hacer con los presos, en especial porque cárceles y comisarías se han convertido en un reducto incontrolable en el que obviamente no hay casi ninguna posibilidad de regeneración: además de los peligros de diciembre, en las celdas desquiciadas los delincuentes con más experiencia y prontuario captan para su banda a los más nuevos y desesperados. O sea que –según el diagnóstico de la propia Bonaerense– se incuba una situación explosiva a corto y a largo plazo.

 

“Fruto de la desidia”

“Lo que está ocurriendo hoy en las comisarías y en las cárceles de la provincia de Buenos Aires es fruto de la imprevisión y de la desidia del gobierno”, dijo a Página/12 el senador del Frepaso Eduardo Sigal. El legislador apuntó su crítica al gobernador Carlos Ruckauf al afirmar que “hay preocupación por restringir las leyes de excarcelación, pero no por destrabar un proyecto para la construcción de 18 alcaidías”, una por cada departamento judicial, que está demorado desde 1997.
Sigal coincidió en que “cuando venga el calor seguramente se van a producir problemas en las comisarías, como siempre ocurre cuando está llegando el verano, dado que la capacidad está superada en un 200 y 300 por ciento y la situación, cuando hace calo,r se hace insostenible para los detenidos”. El senador recalcó que “además de los problemas que puedan ocurrir, también es grave que la policía se ocupe de una tarea que le corresponde al Servicio Penitenciario, en lugar de trabajar en la prevención y en la represión del delito”.
Aunque admitió que la situación en las comisarías “es explosiva”, sostuvo que “tampoco está bien en las 30 cárceles bonaerenses, teniendo en cuenta que la capacidad máxima es de 11.000 reclusos y hay 15.000”. Sigal puntualizó que “los delincuentes tienen que estar presos, pero para poder garantizar su futura reinserción social tienen que estar en lugares donde se respeten los preceptos constitucionales”.

 

UN INFORME LO HABIA ADVERTIDO
“Un estado ilegítimo”

Un relevamiento realizado por la Defensoría de Casación Penal de la provincia de Buenos Aires ya advirtió meses atrás sobre las inhumanas condiciones de detención de procesados y condenados en esa provincia. Según su estudio, en cárceles y comisarías bonaerenses la superpoblación superaba entonces el 100 por ciento de la capacidad de las unidades. Y a la situación de hacinamiento se agregaban, en ocasiones, la falta de higiene, de luz natural y de ventilación que “generan para los detenidos peligro de vida y consecuentes daños psicofísicos por un estado de detención ilegítimo”.
Fueron los defensores oficiales de todos los distritos quienes realizaron la recorrida por los lugares de detención, y constataron, entre otras, las siguientes irregularidades:
El régimen de visitas es inapropiado. No hay instalaciones para recibir a los familiares de los detenidos.
La comida es pésima. La sirven fría y, en algunas oportunidades, en estado de descomposición.
Faltan elementos de limpieza para la adecuada higiene de los procesados. En algunas comisarías los mantienen hasta 15 horas sin permitirles ir al baño, que, además, son deficientes.
Las celdas no tienen ventilación y, en muchos casos, los detenidos tienen que dormir en el piso.
La Justicia ordenó en los últimos meses de este año la clausura de los calabozos de las comisarías de Boulogne y Barracas, partido de San Isidro: Don Torcuato; Tigre: Victoria, San Fernando y las celdas de la comisaría 1ª de Mar del Plata. Siempre por las mismas escalofriantes causas que se repiten lugar tras lugar.
En las cárceles la situación no es diferente. El juez Raúl Borrino visitó el penal de Olmos y verificó que, además de alojar un 50 por ciento más de personas por sobre su capacidad, “las celdas no están aireadas, hay retretes sin descarga de agua y existe una lluvia de líquidos cloacales por deterioro de los caños”, describió el magistrado ahorrando innumerables detalles. Estas circunstancias, dice Borrino, “aparecen inmediata e intuitivamente como repugnantes al tratamiento mínimamente digno de las personas”.

 

 

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