Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
ESPACIO PUBLICITARIO


FLORIDA PROCEDERA AL CONTEO MANUAL, PERO TRAS CERTIFICAR EL MECANICO
En manos de la discreción de la Sra. Harris

Un juez ratificó que ayer a las cinco de la tarde los condados de Florida debían certificar quién ganó la elección presidencial. Pero dijo que la secretaria de Estado, Katherine Harris, deberá considerar con �discreción� las correcciones del posterior recuento manual.

“A las cinco, y ya”, gritan los carteles de los republicanos que repudian el recuento manual. Si los votos vuelven a contarse manualmente, podría descubrirse un error y ganar el demócrata Gore.

Por Julian Borger
Desde Miami

Ayer quedó claro que la controvertida secretaria de Estado de Florida, Katherine Harris, es la funcionaria con el poder suficiente para determinar quién ganó la elección presidencial, después de que una sentencia judicial le ordenó que use su “discreción” para aceptar los recuentos manuales de los condados donde los resultados de Bush y Gore están muy pero muy pegados.
En un fallo que era ansiosamente esperado en la capital estadual, Tallahassee, el juez Terry Lewis ratificó la fecha límite fijada por la secretaria Harris, una activista republicana, para que los 67 condados de Florida certificaran sus recuentos finales a las cinco de la tarde de ayer. Sin embargo, la sentencia judicial no acaba ahí. El juez Lewis –que también es escritor policial y entre sus novelas se cuenta una titulada Conflicto de intereses– dijo que Harris debe considerar los resultados posteriores que surjan de los recuentos manuales que los demócratas reclamaron que se hicieran en cuatro condados. Harris podría rechazar esos resultados, pero no repudiarlos “arbitrariamente”, y de todos modos debe ejercer una “razonable discreción”.
Los demócratas no se hicieron esperar y tomaron la iniciativa política después del fallo. Warren Christopher, ex secretario de Estado de 75 años y “cara” de Al Gore en Florida, dijo: “Con esta decisión tenemos un vehículo que permite una tabulación completa, justa y precisa de los votos de la ciudadanía de Florida”. Parado a su lado, David Boies, un abogado unido a la campaña demócrata, advirtió: “Si la secretaria de Estado rehúsa aceptar las nuevas cifras que aporte el recuento y desatiende lo que el juzgado dijo que es su deber... Bueno, en ese caso nos veremos nuevamente en los tribunales”.
En un estado en el que anoche George W. Bush llevaba una ventaja de 300 votos, la “discreción” de la Sra. Harris en lo que respecta al recuento manual puede decidir quién se muda a la Casa Blanca el 20 de enero. Los demócratas señalaron que Harris hizo campaña activamente por Bush y fue nombrada por el hermano del candidato presidencial republicano, el gobernador Jeb Bush. Un vocero de la oficina de Harris dijo que ella atendería a las razones por las que los resultados del recuento final pudieran haber sido modificados, “según lo que tuvieran que decir los condados”, pero insistió en que la fecha límite era ayer a las cinco de la tarde.
Como los enormes condados de Miami-Dade y Palm Beach ni siquiera habían empezado un recuento manual de los votos al momento de la sentencia, la decisión de Harris de fijar a las cinco de la tarde como plazo máximo habría tenido como efecto poner un cerrojo a la estrecha mayoría de Bush en Florida, el estado que con sus 25 electores seguramente decidirá la presidencia en el Colegio Electoral.
En ese caso, la ventaja de Bush en Florida sólo podría haberse visto amenazada por el voto postal de los residentes de Florida que ahora viven en el exterior, como el de integrantes de las Fuerzas Armadas o de judíos norteamericanos que viven en fuera del país. El voto postal será contado en la medianoche del viernes; salvo el caso específico del electorado judío, históricamente favoreció siempre a los republicanos.
En Florida, los litigios locales continuaron floreciendo en el detritus de las elecciones presidenciales. Demócratas y republicanos están librando un buen número de escaramuzas legales simultáneas en los cuatro condados, Palm Beach, Volusia, Broward y Miami-Dade.
En el condado de Volusia, que fue el que originariamente demandó a la señora Harris pidiendo una extensión del plazo para llevar a término el recuento, los funcionarios dijeron que pueden tener problemas en terminar el recuento bajo la presión de que deben hacerlo sí o sí a las cinco de la tarde. Entretanto, en el condado de Palm Beach los funcionarios detuvieron los planes para empezar un recuento manual completo de más de 400.000 votos. Las autoridades de la comisión electoral local en la madrugada del domingo habían terminado un recuento del uno por ciento, que, proyectado sobre el 99 por ciento restante, daba la victoria a Gore sobre Bush. Ayer, antes de que se conociera el fallo del juez Lewis, habían votado la interrupción antes de obtener una opinión competente.
Y en el condado de Miami-Dade, los funcionarios llegaron al acuerdo de recontar tres centros de votación. Ayer por la noche comenzaba una audiencia que iba a decidir qué hacer en el último condado problemático, el de Broward.

 

Claves

Como en Estados Unidos las elecciones presidenciales son indirectas, es un Colegio Electoral de 538 electores –elegidos éstos sí por voto popular el martes pasado–, reunido el 18 de diciembre, el que elegirá al sucesor de Bill Clinton en la Casa Blanca.
Para obtener la mayoría de votos electorales en el Colegio, tanto para Bush como para Gore son cruciales los 25 votos de Florida.
En cuatro condados de Florida, donde se temían irregularidades, se inició un recuento manual. Los republicanos quisieron detenerlo, pero fracasaron.
Un juez dirimió la cuestión con un fallo salomónico: el conteo se certificaba ayer, pero el recuento manual duraba hasta el viernes. Y todo quedaba bajo la “discreción” de la secretaria de Estado, Katherine Harris.

 

TRAS LAS ELECCIONES NO HABRA RECONCILIACION SINO VENGANZA
Prepárense, que ahora viene lo peor

Por Martin Kettle *
Desde Washington

En el fondo, la batalla que se libraba ayer en los tribunales de Florida no es ni una disputa técnica sobre la ley electoral ni la prueba de que Estados Unidos está en una crisis constitucional casi terminal. Pero sí es el último combate en las guerras culturales que definen a Estados Unidos de tiempos modernos. Cuando los norteamericanos fueron a las urnas la semana pasada, dividieron al país. La eleción presidencial resultó en un tiroteo de 48-48 por ciento entre Al Gore y George W. Bush que todavía continúa. La nueva Cámara de Representantes está dividida en 221 republicanos y 212 demócratas, lo que en el fluido mundo de las lealtades partidarias norteamericanas equivale a la paridad. Y aún es posible que el Senado termine con 50 republicanos y 50 demócratas. “Jamás en nuestra historia hemos tenido un equilibrio partidario a nivel nacional tan parejo como éste”, asegura Norman Ornstein, un cientista político en el American Enterprise Institute.
Pero el estancamiento político que siguió a la elección de la semana pasada refleja algo más amplio y más profundo sobre Estados Unidos. El intenso desagrado que se causan los equipos de Gore y Bush –que ayer estaba plenamente a la vista– no es simplemente la desconfianza de exhaustos militantes luego de una campaña electoral duramente peleada. Es la incomprensión mutua de dos Estados Unidos que están encontrando crecientemente difícil vivir como vecinos. Para algunos analistas, incluyendo muchos extranjeros, las elecciones norteamericanas fueron una batalla entre dos centristas dinásticos apenas distinguibles el uno del otro. Pero esa lectura es incorrecta a nivel fundamental. Bush y Gore son, de hecho, los abanderados y encarnaciones –si bien imperfectos e improbables– de dos alianzas distintas de norteamericanos.
Bush representa conservadurismo cultural norteamericano. Representa a la mayoría de los hombres, a la mayoría de los blancos, a los sectores rurales, a los conservadores morales, a los militares, a los hombres furiosos y a la música country. Gore representa a la mayoría de las mujeres, a los negros y otras minorías raciales, a las ciudades, a los liberales morales, a los disidentes, a quienes adoptan una actitud relajada y les gusta el rock and roll.
Ambas partes creen intensamente representar a la mayoría. Bush cree que los ocho años de supremacía demócrata en la Casa Blanca fueron una aberración histórica y que el orden natural está a punto de ser reestablecido. Esto explica mucho la excesiva confianza de su equipo en los últimos días de la campaña, y su deseo después del 7 de noviembre de presentarse como quienes pronto serían el equipo presidencial. Los hombres de Gore, por otra parte, son de la generación de los “nuevos” demócratas que creen que el partido se ha reinventado como la voz de una nueva mayoría de clase media: un partido de Tercera Vía abierto al centro, no un partido que se apoya eternamente en los pilares clasistas de antaño. Pero los dos grupos sufren el mismo engaño: ambos creen que son la mayoría. Ambos se equivocan. Como los resultados de la semana pasada revelaron tan impactantemente, cada uno representa solamente a una mitad de la nación.
Esto no es primordialmente una división entre clases sociales y económicas, aunque los republicanos siguen siendo el partido de los más ricos y los demócratas todavía lo son de los más pobres. Es una fluida división moral y cultural, con muchas contracorrientes. Inevitablemente, a sólo dos años del hecho, es una división que recrea vívidamente la escisión de la crisis del impachment contra Clinton en 1998-9. Ese hecho, tan visto como un entretenimiento por el resto del mundo, siempre fue tratado con más seriedad por los norteamericanos. En vista de las elecciones de la semana pasada, quizá sea incluso correcto calificarlo el suceso cultural definitorio del Estados Unidos contemporáneo.
Aunque lo que está en juego en las disputas sobre recuentos en Florida difícilmente podría ser más importante, la animosidad entre ambas partessólo puede entenderse como el intento de un bando para purgar a Estados Unidos de la cultura Clinton, y la determinación del otro de morir en la última trinchera antes de claudicar ante el partido de Kenneth Starr, el fiscal especial cuyas investigaciones llevaron al juicio político contra el presidente.
Es por esto que lo que viene podría ser muy espinoso, gane quien gane. En Washington hoy se oye mucho hablar sobre la necesidad de “trascender las divisiones”, de unir a la nación, incluso –en las columnas de los analistas periodísticos Joe Klein y Thomas Friedman– de un gobierno de coalición. Hablar sobre una administración Gore con republicanos como Colin Powell o una administración Bush con un lugar para Richard Holbrooke podrá complacer a los poderosos en Washington. Pero corre contra el ánimo general en el país. El sentimiento de Estados Unidos de sí mismo como nación fue siempre una de sus más grandes fortalezas. Pero actualmente está siendo sometido a una prueba a la que no se enfrenta desde la guerra de Vietnam. El ánimo de los próximos meses estará dominado no por la reconciliación sino por el deseo de venganza.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 


 

10 PREGUNTAS Y 10 RESPUESTAS
El laberinto made in USA, manual de uso

Si ni Gore ni Bush aceptan la derrota el próximo sábado, la crisis electoral norteamericana puede derivar en consecuencias impensadas, como que un senador de 98 años asuma la presidencia. Esta es una guía a lo que pasaría si pasa lo impensable.

Por Javier Valenzuela
Desde Washington

Que el senador republicano Strom Thurmond, de 98 años de edad, sea elegido presidente en funciones de EE.UU. el 20 de enero no es sólo una broma que repite el humorista televisivo Jay Leno, sino una remota posibilidad constitucional. Ese día, Clinton debe ceder la Casa Blanca al 43 presidente; pero si prosigue la batalla entre Gore y Bush se haría cargo provisionalmente el líder de la Cámara de Representantes, el republicano Dennis Hastert. En caso de negativa o incapacidad de Hastert, el cargo sería para el más viejo del Senado, Thurmond.
Con recuentos en marcha en Florida, amenazas de recuentos en otras partes y multitud de acciones judiciales, el “electus interruptus”, como le llama la columnista Mauren Dowd, se ha convertido en un culebrón político, mediático y judicial como los casos Lewinsky y Elián González. Hay un mínimo de 5 modos posibles de terminar el guión.
Sábado 18 de noviembre: Gore o Bush aceptan la derrota.
Si las batallas en marcha no lo impiden, Florida, una vez contabilizados los votos por correo, proclama ese día un ganador. Ex presidentes como Jimmy Carter y Gerald Ford, líderes moderados de ambos partidos, y periódicos como The Washington Post y The New York Times piden al presunto perdedor en Florida que se sacrifique por el interés nacional y la salud de los mercados financieros. Gore o Bush lo aceptan con amargura y renuncian a nuevas demandas en los tribunales, con independencia de que grupos ciudadanos prosigan combates como el de Palm Beach. Con los 25 compromisarios de Florida, Gore o Bush consiguen la mayoría en el Colegio Electoral. El nuevo presidente toma posesión con una legitimidad reducida, un mandato confuso y un Congreso muy dividido. El perdedor queda como un héroe y adquiere un enorme capital político para el 2004.
Lunes 18 de diciembre: se reúne el Colegio Electoral sin Florida.
Las acciones judiciales han impedido a Florida certificar un ganador. Florida no puede enviar sus 25 compromisarios al Colegio Electoral. Este se reúne en Washington con 513 miembros en vez de 538. Si Gore termina ganando Oregon, tiene 262 compromisarios; si Bush conquista Nuevo México, 251. Gore es elegido presidente. Hay un problema: los constitucionalistas discuten si se requiere una mayoría de los 538 compromisarios esperados en Washington ese día o tan sólo de los presentes.
Lunes 18 de diciembre: Florida está presente, pero en medio de la polémica.
Las autoridades de Florida han concedido a Bush sus 25
compromisarios, pero Gore se niega a aceptarlo. Bush tiene teóricamente ese día más de 270 votos en el Colegio Electoral, pero hay 19 estados y el distrito de Columbia que no obligan a sus compromisarios a optar por el ganador proclamado en esos territorios. Tres supuestos electores de Bush consideran que, dada la polémica de Florida y el hecho de que Gore ganó en voto popular, el demócrata debe ser presidente. Empate y bloqueo en el Colegio Electoral. El caso pasa al Congreso.
Viernes 5 de enero (o sábado 6 de enero): decide el Congreso.
Las dos cámaras del Congreso se reúnen para certificar los
resultados del Colegio Electoral. No hay problema si hay un claro presidente electo; si no, lo elige la Cámara de Representantes. Para ello, cada estado dispone allí de un voto. Hay 28 delegaciones estatales de mayoría republicana; 18 demócratas y 4 empatadas. La Cámara de Representantes elige a Bush. El Senado, que ese día puede contar con 50 republicanos y 50 demócratas, designa al vicepresidente. El empate lodeshace el todavía vicepresidente de EE.UU., Gore. Gana el demócrata Joseph Lieberman.
Sábado 20 de enero: prosigue el bloqueo constitucional.
Ni el Colegio Electoral ni el Congreso han podido elegir
presidente y vicepresidente. Jura el cargo provisionalmente el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Hastert. Si no puede, lo hace el nonagenario Thurmond.
¿Cuál es la base de esta confusión?
En todo EE.UU. Gore ganó en voto popular, por una diferencia de algo más de 200.000 papeletas, según los datos provisionales. Quedan todavía por contabilizar unos 2 millones de votos por correo en todo el país, que podrían cambiar esos datos. Pero eso no cuenta constitucionalmente. Lo único que cuenta es conseguir, estado por estado, una mayoría en el Colegio Electoral. Ese procedimiento es arcaico y ahora muy criticado, pero ni Gore ni Bush discuten que es la regla de juego a seguir.
¿Por qué Florida es tan importante?
Sin Florida, ni Gore ni Bush disponen de los 270 compromisarios del Colegio Electoral que necesitan el 18 de diciembre.
¿Por qué hay recuento en Florida?
Es de oficio. La ley del estado lo exige si en un primer escrutinio el ganador no tiene una ventaja superior al 0,5 por ciento del voto escrutado. Bush consiguió una ventaja de 1784 sobre casi 6 millones de votos emitidos en ese estado.
¿Es obligatorio que sea a mano?
No. Lo ha pedido Gore en 4 condados que le son favorables, dados los errores de las máquinas. Un juez federal le dio el lunes la razón. Bush podría haber pedido recuento manual en los condados de mayoría republicana, pero no lo ha hecho.
Si Gore gana el recuento de Florida, ¿podría Bush exigirlo en otros estados?
Los republicanos no han descartado hacerlo en Oregon, Iowa y Wisconsin, donde la ventaja de Gore es de unos pocos miles de votos. Pero sin Florida, Bush necesitaría conquistar esos 3 estados y retener Nuevo México.

De El País de Madrid, especial para Página/12.

 

 

KIOSCO12

PRINCIPAL