Por Ana Bianco
El director argentino Daniel
Gimelberg filmó en Nueva York Hotel Room (EE.UU./España
1997), su ópera prima porque la vida, a veces, lleva a la gente
por caminos que ni siquiera pensaba transitar. Fue el azar, cuenta, lo
que lo unió al catalán Cesc Gay, guionista y codirector.
Juntos idearon una historia de corte esencialmente urbano, hablada en
inglés y retratada en blanco y negro, con fondo musical de jazz.
Pero no tenían cómo financiarla. Hasta que una indemnización,
que no reparaba un episodio traumático para su familia, pareció
marcarles el camino. Gimelberg reside actualmente en Buenos Aires, es
arquitecto y trabaja como director de arte en publicidad. En video filmó
Del Bronx a Valentín Alsina en 1987 y en el 1990 escribió
y dirigió el cortometraje de ficción El pueblo donde no
baja nadie, que obtuvo el premio Leonardo Favio a la mejor edición.
El realizador, de 36 años, compartió con Página/12
el proceso de gestación de Hotel Room desde que surgió en
1995 en Nueva York hasta su cierre en Buenos Aires en el 2000. Luego de
recibir el elogio de la crítica especializada y de haber participado
en numerosos festivales -entre otros el Festival de Cine Independiente
de Buenos Aires (1999) y en la Sección Zabaltegui del Festival
del Cine de San Sebastián en 1998, el film será estrenado
mañana en la Argentina. En Hotel Room los personajes deambulan
por el interior de una habitación 426, que en realidad es el living
de una casa, el único set posible para los escasos de fondos. El
elenco está conformado por actores del teatro off de Broadway,
que conviven en el set con otros no profesionales, vecinos elegidos ocasionalmente
por los directores.
¿Cómo surgió la idea que terminó en
Hotel Room?
En el 93 me llamó un amigo de Nueva York para trabajar
como arquitecto en el reciclado de un edificio antiguo en Manhattan. Quería
probar suerte allí y con el sueño lejano de hacer una película,
de estudiar o filmar un corto, me mandé. Terminé mi trabajo
y mi amigo me ofreció continuar en la obra como carpintero. A los
pocos meses se sumó al trabajo un catalán, Cesc, y me confesó
sus intenciones de hacer cine. Mientras restaurábamos las ventanas
hablábamos de cine y de nuestros proyectos. Conseguimos un pase
para la biblioteca de la Universidad de Columbia y a partir de las seis
de la tarde nos convertíamos en escritores. Cuando se nos terminaron
los arreglos de carpintería empezamos a hacer traducciones. A fines
del 94 me llamó mi madre para decirme que habíamos
ganado el juicio contra el conductor del vehículo que causó
la muerte de mi viejo. De este modo mi padre sin saberlo se convirtió
en el productor de la película con los 25.000 dólares que
recibí. Cuando regresó Cesc de España le reiteré
las ganas de cumplir juntos el sueño de filmar en Nueva York. Así
surgió el proyecto: nos emborrachamos y nos propusimos dedicarnos
a la película.
¿Cómo dieron con los personajes de la
película?
Publicamos un aviso en la revista Backstage, solicitando actores
para trabajar de onda, gratis, en un largometraje de cine
independiente. A la semana habíamos recibido 2000 fotos con currículos
en la casa de Cesc. El personaje del mago Xavier Domingo, que resultó
ser catalán, así como el de la prostituta y el suicida surgieron
del casting. Al encuentro entre el mago y la prostituta lo ensayamos más
de un mes y fue una de las historias mejor resueltas. Una vecina nuestra,
asistente de producción durante la película, hizo de novia
y hasta aportó su propio vestido. Los restantes fueron actores
amigos o gente del off Broadway. La película es una comedia negra,
urbana, con diferentes historias que pueden suceder o no en una habitación
de hotel de una ciudad. Los personajes tienen un carácter solitario
y pasajero. Una habitación de hotel es un lugar bueno para reflejar
esas cosas. La hilación de los personajes tiene que ver connuestra
historia. El hecho de que fuéramos pasajeros en Nueva York, por
ejemplo: ahí uno está de paso, pero al mismo tiempo siente
que está viviendo. Es difícil contestarse la pregunta de
dónde sos, porque en algún momento sos de ahí.
¿La película se filmó realmente en un hotel?
En realidad era el living de mi casa en el Harlem Latino, que compartía
con otros amigos. Hicimos un relevamiento visual. En todo momento por
separado y juntos nos metimos en hoteles de Nueva York a mirar. Buscamos
muebles en el ejército de salvación. No teníamos
plata, pero sí tiempo. Mi habitación terminó siendo
ese living. Ideas visuales y de sonido me surgieron ahí, ya que
trabajaba y dormía en ese lugar, en el set.
¿Qué le dejó como enseñanza su primer
largo?
Es muy importante la dedicación full time al guión.
Nosotros teníamos algunos referentes similares en nuestros gustos:
Jarmush, Buñuel y Scorsese, pero durante la filmación nos
propusimos no mirar muchas películas. El principal ejercicio era
hablar e ir creando en esa búsqueda. Desde que decidimos filmar
en una habitación vimos un par de películas, entre ellas
La soga, de Hitchcock. En realidad volvimos a ver películas filmadas
en una sola locación. Nos dimos cuenta de que se podía filmar
sin sentirnos encerrados, pero teníamos que usar la mayor cantidad
de ángulos de cámaras posibles y de allí surgió
la necesidad de hacer el storyboard.
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