Por Julián
Gorodischer
En la apertura de Así
estamos, Juan Di Natale mira a través de una lupa. Un poco
después ilumina un fondo oscuro con una linterna. Esa fue su función
en el panel de Caiga quien caiga a lo largo de cinco temporadas:
ser el cínico del grupo, el que nada deja afuera de su mirada mordaz.
En su nuevo programa (por América, de lunes a viernes a las 24,
desde el lunes) lleva el recurso al extremo: se trata de comentar con
acidez un compendio de noticias, segmentos televisivos, archivos de otros
canales y testimonios de famosos, todos ellos blancos perfectos para la
ironía. En las medianoches compite con un programa de humor puro,
Café fashion, otro que mira la realidad desde el humor,
Medios locos, y la cara serie de Santo Biasatti, con En
síntesis. El lunes no hubo vencedores ni vencidos, porque
la medidora de rating, Ibope, no pudo concretar su tarea, por problemas
técnicos.
En Así estamos, en principio, todo sirve para dar rienda
suelta al noticiero en clave de farsa: un fragmento del discurso en cadena
nacional del presidente Fernando de la Rúa, las leyendas de apertura
de Crónica TV, bloques informativos de otros noticieros tradicionales,
un cambalache que puede provocar más agobio que carcajadas. Es
indudable que este país no es el mismo de la pizza y el champán
menemista. Los cortes de ruta, la recesión económica, la
inercia presidencial dan poco margen para la burla: muchas veces, por
ende, el chiste queda a mitad de camino, el remate resalta la tragedia
(la muerte del piquetero) e interrumpe el tono ligero. Allí aparece
el cortocircuito de Así estamos: el material con el
que Di Natale intenta hacer humor es demasiado serio y noticioso, es actualidad
caliente, muerte y pobreza frescas. Desde su panel de periodista burlón,
el conductor pretende mantener la actitud CQC, en su debut
como presentador solista televisivo. CQC, en tanto, tiene
clones en las pantallas de España, Italia y Estados Unidos. Lo
que altera la continuidad de la saga, y lleva a este nuevo envío
a otro plano, es una ausencia. La de las bromas y osadías de Andy
Kusnetzoff (los besos robados, los saludos a cualquiera, la pregunta imprevista
a Fidel Castro), o los embates de Daniel Tognetti a políticos de
todo calibre. Entonces, el cínico queda demasiado pegado a la actualidad
urgente, y cuesta relajar la propuesta.
Aparecer en escena en solitario aporta problemas: es distinto hacer humor
ese humor CQC de barra de amigos, con un toque de soberbia
siempre a mano cuando no hay un coequiper que siga el juego. Los
remates, ahora, no tienen un destinatario: el discurso es siempre dicho
a cámara, como invocación directa al espectador. Pero la
cámara es fría y no favorece la creación de un clima.
Así estamos, entonces, no levantó temperatura
en su debut: dejó demasiado expuesto a un presentador aferrado
a la rutina del día, y poco suelto para desplegar su poder de observación
que se sabe es despiadado sobre hechos y personajes.
Así estamos, sin duda, es una apuesta de riesgo: seguir
siendo crítico hasta el extremo no es tarea fácil. No se
resigna a una propuesta pasatista aun en el horario de la medianoche,
cuando las almas televisivas sólo parecerían dispuestas
a un pasarla bien. Desde Cuatro Cabezas, Di Natale entiende otra cosa:
hay que imponer la lupa a todo bicho suelto que se atraviese en el camino.
Por eso condena ciertas leyendas de Crónica TV (sobre travestis,
un tema que vuelve siempre en títulos de alto impacto). Y se anima
a un montaje sobre el discurso de De la Rúa, que se convierte en
un severo editorial sobre la situación del país.
En el mismo registro, no se relaja al entrevistar a Graciela Borges y
la lleva a opinar de los hechos de la política, como la renuncia
de Chacho Alvarez. Su pretensión es no dejar pasar una, como afirmando
esto no esun magazine, es un noticiero. Y, se sabe, en el
mundo de Cuatro Cabezas el noticiero es risa, burla, comentario cínico
y tomada de pelo. Esa es la herencia fuerte de CQC que vuelve
remozada, todavía un poco rígida, pero en formato de promesa
de alto vuelo.
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