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Los diputados del Frepaso siguen
al borde del ataque de nervios

Los enardece la decisión del Presidente de dictar por decreto la reforma previsional. Todos niegan que pueda haber ruptura pero crecen las críticas y varios preparan un paquete económico alternativo.

La reunión de los diputados aliancistas en Olivos añadió leña al fuego de la bronca frepasista.

Por Felipe Yapur

“Traición”, “entrega”, “inconstitucional, “casi un autogolpe”. La mayoría de los diputados del Frepaso calificaron así la intención del presidente Fernando de la Rúa de firmar un decreto de necesidad y urgencia que dispone la reforma del sistema previsional y, entre otros puntos, la abolición del régimen de reparto. Sin embargo, todos advierten que no corre peligro la continuidad de la Alianza. Una afirmación que se vuelve cada día más difícil de sostener.
La inminencia de la firma del decreto generó una serie de reuniones que intentaban canalizar la molestia y las iniciativas de los diferentes diputados. Sin duda, y es algo que la mayoría de los legisladores destacó, un decreto como el que amenaza firmar el Ejecutivo agudiza aún más la crisis que vive el gobierno de la Alianza.
En su mayoría, los diputados del Frepaso reconocieron que los encuentros –prácticamente autoconvocados– tuvieron la intención de sacar al Frepaso del letargo que vive por estos días. “No podemos esperar toda la vida que la conducción nos acompañe. Si es necesario pelearemos solos la sanción de una ley para rechazar la firma de un decreto”, indicó molesto un diputado frepasista, quien al mismo tiempo jura estar preocupado por la reacción de sus colegas radicales: “Parecen estar más resignados que nunca”.
Por su parte, el patagónico Rafael Flores sostiene que la firma de un decreto como el que planea el Ejecutivo sería una “traición” a las banderas que dieron origen al Frepaso y por ende a la Alianza. El bonaerense Alfredo Villalba dice que es “una entrega” porque el manejo del dinero de los trabajadores recaerá en su totalidad en las AFJP, situación que no ocurre en ningún lugar del mundo “transformando un sistema solidario en un sistema salvajemente lucrativo”.
Pero la bronca por la abolición de un plumazo del régimen de reparto, la eliminación de la Prestación Básica Universal (PBU) y el aumento de la edad jubilatoria de las mujeres a los 65 años se incrementó luego de lo que varios diputados calificaron de “frustrante” la reunión que mantuvieron el martes con el Presidente y el ministro de Economía, José Luis Machinea. “Es que no hablamos de política, ni dialogamos, sólo nos invitaron a tomar la leche”, bromeó Eduardo Macaluse. “Ojalá hubiera sido un coitus interruptus, como tituló Página/12. Al menos hubiéramos sentido algo, pero sólo comimos galletitas”, graficó Villalba.
Otra que no ahorró críticas fue la diputada Alicia Castro y prenunciando cuál será su posición en el recinto, dijo: “De ningún modo apoyaremos la eliminación del sistema de reparto; el Estado no puede renunciar a recaudar, darle ese dinero al sector financiero y, luego, tomarlo a préstamo a tasas del 16 por ciento”.
Cauta y moderadamente optimista, María América González –la única diputada que habló con el Presidente durante el encuentro en Olivos– dijo a este diario que “cree en la palabra del Presidente, quien luego de escuchar mi exposición me dijo que siempre es preferible una ley antes que un decreto”. Al mismo tiempo afirma que la amenaza de decreto responde a la teoría de “las dos puntas”: “Es un juego. Por un lado, presionan con el decreto que lo utilizan para que el Congreso apruebe la ley. Es así de simple”. Para Villalba no es así de simple y asegura que si el Ejecutivo firmara el decreto “estaría incurriendo en un verdadero autogolpe”. El bonaerense afirma su tesis en que el Congreso está funcionando a pleno y nada justifica un decreto.
Por otro lado, los frepasistas también criticaron la conducción del bloque. A Darío Alessandro le achacan cierta permeabilidad a la propuesta presidencial. Dicen que “se ha resignado a aceptar la propuesta” y que sólo plantea algunas leves modificaciones al proyecto. En el bloque radical también se critica al jefe frepasista, en otro sentido: “Debería ser más firme en la conducción de su bancada”, dicen.
Anoche, al cierre de esta edición, unos 16 legisladores del Frepaso permanecían reunidos elaborando una propuesta que condicione la aprobacióndel Presupuesto 2001 y, obviamente, la reforma al sistema previsional. El planteo incluye un subsidio de desempleo, un programa de combate a la evasión y el destino de todo este dinero a la restitución del salario de los trabajadores del estado que sufrieron el recorte del 12 por ciento.

 


 

LA PRECARIEDAD LABORAL FEMENINA AUMENTA
Jubilarse más tarde o nunca

Con una tasa de desocupación del 25 por ciento y una proporción de ocupadas sin aportes del 75 por ciento, las mujeres trabajadoras del estrato social bajo (40 por ciento de hogares con menores ingresos) mayores de 55 años se encuentran entre las que sufren las peores condiciones del mercado laboral. Con la elevación de la edad mínima femenina para jubilarse que propone el Gobierno, “la precariedad de ese sector va a aumentar, lo que va a llevar a muchas mujeres a quedar sin aportes en los últimos años para poder jubilarse”, señaló el analista Artemio López, titular de la consultora Equis, a Página/12.
Un estudio realizado por la citada consultora evidencia el deterioro de la situación laboral de las mujeres a medida que avanzan en edad y se ubican en los estratos sociales más bajos. La tasa de desocupación, que en promedio para las mayores de 55 años es del 14,6 por ciento, llega al 32,2 por ciento en el 20 por ciento de hogares más pobres y al 20,2 por ciento en el 20 por ciento (quintil) siguiente. Igual correlación entre estrato social y deterioro de la situación laboral se observa al analizar los casos de trabajadoras sin aportes previsionales. El 53,6 por ciento de las mujeres mayores de 55 años no tiene aportes, pero la tasa de informalidad salta al 85,7 por ciento en el quinto del universo de población más pobre y se ubica en el 69,7 por ciento en el escalón siguiente.
“Este es actualmente el problema de mayores implicancias previsionales a partir de la decisión del Gobierno de elevar la edad jubilatoria de la mujer –comentó Artemio López–, ya que se observa que las trabajadoras que conservan su trabajo a partir de los 55 años, y más cuando superan los 60, no son sujeto de aportes jubilatorios en su mayoría.” El consultor señaló que “frente a la ausencia notoria de aportes y la creciente informalidad del mercado de trabajo femenino, prolongar la vida laboral de las mujeres implica aumentar sus chances de trabajar en negro”. López corroboró dicho señalamiento subrayando que la proporción de trabajadoras sin aportes alcanza al 36,1 por ciento entre las activas de 35 a 55 años, pero aumenta al 53,6 por ciento entre las activas de más de 55.
Por otra parte, el titular de la consultora Equis advirtió que en el estrato más bajo de ingresos, “ya hoy antes de las reformas y, por tanto, con menos presión de demanda, el 75 por ciento de las activas mayores de 55 años trabaja sin aportes previsionales; cuando se obligue a las mujeres a permanecer cinco años más en el mercado laboral para jubilarse, ¿qué va a pasar con la informalidad y la desocupación en esa franja? El mercado no está en condiciones de dar respuesta ofreciendo empleo a esas trabajadoras, por lo tanto al elevar la edad jubilatoria se envía a una parte de la población laboral a un universo desde el cual no se van a poder jubilar”.
Las chances de las trabajadoras de jubilarse en tiempo y forma caen dramáticamente en el interior del país. En la provincia de Tucumán, las ocupadas sin aporte alcanzan el 71 por ciento del padrón de mayores de 55 años. En Salta llegan al 62 y en Santiago del Estero, Mendoza, Jujuy y Formosa se ubica en el orden del 60 por ciento.

 

OPINION
Por Eduardo Aliverti

La náusea

Mauro Ojeda. Francisco Escobar.
Al lector, como al conjunto de la sociedad argentina, esos nombres no le dicen absolutamente nada. Sí le dijeron algo el 17 de diciembre del año pasado, cuando cayeron asesinados en un puente correntino, en medio de la protesta social que culminaría con una nueva intervención a la provincia. ¿Acaso dentro de once meses –o mucho menos, con toda seguridad– alguien se acordará de Aníbal Verón? Nadie. Tampoco importará si hubo investigación del crimen, juicio, condena de los asesinos.
Ojeda, Escobar, Verón. Más los que vengan y los que ya están. Como antes Teresa Rodríguez y Víctor Choque. Unos, muertos de balas. Otros, muertos en vida porque no existen. No son ni siquiera pobres. Se cayeron del mapa. Son descartados sociales. Se juegan la vida en una ruta por 160 pesos mensuales, un paquete de arroz, un par de zapatillas. La pregunta de si eso es vida puede resistir varias respuestas. Pero hay un interrogante que tiene una sola: el de cuál escenario se dibuja a corto y mediano plazo.
El mismo. En tanto estallidos de desesperación, de no tener ya más nada que perder; de pedir, apenas, la aparición de alguien que los explote de sol a sol; en tanto la ausencia total de lucha organizada, sin vanguardia, no hay más destino que el patético, y mortuorio, giro de la rueda.
Lo que ocurre estaba previsto por los administradores de este modelo criminal. El ejército de marginados; el de desocupados y subocupados; el de los sueldos miserables, lejos de ser un efecto no querido es la condición necesaria para disciplinar al pueblo, provocando el enfrentamiento del abajo con el abajo y la de clase media entre sí. Alejada de ese modo la perspectiva de concientización social en torno del verdadero enemigo, la rueda también sigue girando alrededor de los cantos de sirena de quienes fueron los mentores ideológicos y operativos de este estado de cosas. Los Cavallo, los López Murphy, los Ruckauf. ¿Cuánto habrá de pasar, si es que no pasa ya, hasta que se diga que “con Menem estábamos mejor”?
Verón no les duele. Y más trágico, y en cualquier caso más emblemático que su asesinato, es que en la misma noche de su muerte hubo un Presidente y un gabinete acompañante que anunciaron como si nada que profundizarán el ajuste. Que llaman al gerontocidio, que privatizan el control y la recaudación tributaria, que ratifican la entrega del sistema de salud a las fauces privadas. Y todo en medio del silencio repugnante de tanto socio de la Alianza (¿?) que se sigue reivindicando “progre”.
Si pueden darse el lujo de hacer eso, Verón murió por nada. Que la sociedad también tome nota de sí misma.

 

 

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