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EL PRONOSTICO DE UN EXPERTO EN NUTRICION
Sepa qué comerá en el futuro

Dietas que activan o desactivan genes, alimentos modificados: es la meta hacia la que va la investigación en alimentos.

Medida: La ciencia avanza en el camino de diseñar con precisión la dieta más adecuada para cada individuo. La clave está en el desciframiento del código genético.

Benjamín Caballero dirige un centro en la Johns Hopkins University.

Por Pedro Lipcovich

El hombre del futuro pasará por una ranura en el supermercado una tarjeta chip que le indicará qué productos llevar, según su perfil genético y su salud actual. Pero ese mismo hombre, tentado por los dulces, los saladitos, los chips, arrastrará su obesidad por las góndolas para comprar todo lo prohibido. Las dos perspectivas son reales porque la sociedad norteamericana, rectora de las tecnologías que permitirán establecer dietas según cada código genético individual, propicia el estilo de vida que causa la obesidad. Así lo planteó Benjamín Caballero, médico argentino que dirige el Center for Human Nutrition en la Johns Hopkins University. Tres de cada 10 niños norteamericanos son obesos, y el Tercer Mundo padece la peor combinación: obesidad más desnutrición. En contrapartida, las investigaciones apuestan a que dietas cuidadosamente reguladas funcionen activando o desactivando genes, quizás los que demoran el envejecimiento; y se desarrollan los alimentos modificados, desde las margarinas que hacen bajar el colesterol hasta el arroz que incluye hormonas para la menopausia.
“Hoy el 60 por ciento de las muertes se deben a enfermedades vinculadas con la dieta”, sostuvo Benjamín Caballero –quien visitó Buenos Aires para el XII Congreso Latinoamericano de Nutrición– y explicó a este diario: “En la medida en que la medicina hizo retroceder las infecciones y otras enfermedades, se destacan como causas de muerte la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardíacas, el infarto cerebral y varias formas de cáncer, como el de colon, relacionado con falta de fibra en la dieta”.
En cuanto al futuro, la mejor manera de adivinarlo es mirar a los bajitos: “El 35 por ciento de los chicos de Estados Unidos tienen sobrepeso: es el mayor porcentaje de los países desarrollados, y quizá lo peor es que, por tomar el modelo norteamericano, cada vez hay más chicos con exceso de peso en el Tercer Mundo, donde el ritmo de crecimiento de la obesidad es tan alto como el de Estados Unidos”. Los males que vienen del norte son el sedentarismo, el hiperconsumo, las grasas: “Las hamburguesas de las conocidas cadenas internacionales tienen un 65 por ciento de grasa animal, la peor”. Para colmo, “muchos de los países en desarrollo todavía no solucionaron el problema del hambre y los programas alimentarios los llevan de la desnutrición a la obesidad”.
La edad clave está entre los 6 y los 9 años: “Un chico de esa edad con sobrepeso tiene 10 veces más riesgo de ser un adulto obeso que un chico normal. Es que la ‘ganancia de grasa’ cambia según la edad: es alta en el primer año de vida y después, en la etapa preescolar, ‘el nene no me come’: baja el porcentaje de grasa en el peso corporal. Pero, a los 6, los sistemas internos se optimizan para la acumulación de grasa: debiera ser el momento de prestar atención a no ofrecerle al chico tantas calorías”.
Ese es el camino hacia la obesidad. En contrapartida, la ciencia avanza en el camino de diseñar con precisión la dieta más adecuada para cada individuo... a condición de que éste sepa cumplirla. La clave está en el desciframiento del código genético: “Por ejemplo, en el 30 a 35 por ciento de la población sana el colesterol no tiende a aumentar aunque ingieran cierta cantidad de grasas; los que tienen más resistencia al aumento de colesterol se distinguen por un marcador genético llamado APO-E. O bien, a algunos, la sal les hace subir la presión y a otros no, y esto también es genético. Un mayor conocimiento del genoma permitiría también discernir a qué enfermedades uno es propenso y finalmente, digamos, cada uno podría contar con una tarjeta chip que, insertada en una terminal del supermercado, le ofreciera una lista de lo que debe comprar”.
Pero, además, “podríamos activar o desactivar genes mediante la dieta” y el mejor ejemplo son, nada menos, los genes que pueden retardar el envejecimiento: “Se sabe que, en mamíferos, dietas muy restringidas en calorías prolongan la vida un 20 o 30 por ciento. Un estudio con monos,que lleva ya 35 años, muestra que viven más, se reproducen, están felices. Y, hace dos meses, un equipo del Instituto Tecnológico de Masachussets mostró que el mismo efecto se logra manipulando un gen, que regula la utilización de la energía en el interior de la célula”.
En todo caso, para bien o para mal, “cada vez hay más disociación entre los alimentos naturales y lo que comemos”, dice Caballero, y da ejemplos: “En Estados Unidos se vende un arroz que lleva incorporados los estrógenos que se usan como terapia de reemplazo luego de la menopausia; están las margarinas que llevan agregado un producto que reduce el colesterol; el jugo de naranjas tiene incorporado calcio”. Hay una ley que obliga a fortificar las harinas con ácido fólico (sustancia contenida en las frutas y vegetales de hoja que previene las enfermedades cardiovasculares). En resumen, “en Estados Unidos ya es difícil diferenciar un supermercado de una farmacia”. Pero no sólo allí: “En Guatemala, es obligatorio por ley agregarle vitamina A al azúcar”.
En cuanto a tomar vitaminas o antioxidantes en forma de pastillas, “hay consenso en que no es necesario si la dieta es adecuada, y pueden ser perjudiciales si se ingieren en exceso”, dijo el especialista.

 

Menos peso

Por P.L.
El peso normal de los chicos es menor de lo que se creía hasta hace poco. La Organización Mundial de la Salud lleva a cabo un estudio internacional para rectificar las pautas actuales, “que se establecieron hace muchos años, con métodos poco sofisticados y a partir de bebés sometidos a lactancia artificial”, explicó Mercedes de Onís, coordinadora global del estudio, que visita Buenos Aires para el Congreso Latinoamericano de Nutrición.
La clave está en la lactancia: “Se toman exclusivamente niños con alimentación natural y de madres no fumadoras. Los chicos amamantados son más delgados y su curva de crecimiento es distinto: desde los tres o cuatro meses de edad crecen más despacio y está bien, es lo fisiológico: la modificación de las tablas ayudará a que no se les dé alimentación complementaria sin necesidad”, destacó De Onís.
El estudio se efectúa sobre unos 11.000 niños de distintos países del mundo, y sus resultados finales estarán disponibles a partir de 2003.

 

 

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