Por Michael Ellison
y Martin Kettle *
Desde Tallahassee y Washington
La Corte Suprema de Florida
rechazó ayer el pedido de la secretaria de Estado local, la republicana
Katherine Harris, de impedir el escrutinio manual en los tres condados
clave para decidir la identidad del próximo presidente de Estados
Unidos. Hemos examinado esa demanda y decidimos que debía
ser rechazada sin que ello impida a los demandantes acudir ante un tribunal
de primera instancia, indicó la Corte en su comunicado. Uno
de los condados en cuestión, Broward, dio marcha atrás ayer
y anunció que iniciaría un recuento manual después
de todo. Y en otro, West Palm Beach, los demócratas que afirmaban
haberse confundido por las papeletas y votado contra el vicepresidente
Al Gore ganaron un fallo judicial que podría llevar a un recuento
más amplio del esperado. Tanto los condados de Broward como el
de Palm Beach le pidieron por escrito a Harris más tiempo para
realizar el recuento manual. Mientras tanto, Gore propuso una entrevista
con Bush no para negociar sino para mejorar el tono.
Funcionarios de Broward, que se encuentra entre Miami y Palm Beach, anunciaron
que volverían a escrutar 564 mil votos en ese condado abrumadoramente
demócrata. Estamos en tierra incógnita, desde una
perspectiva legal, admitió Sam Goren, un abogado que asesora
a la supervisora electoral Jane Carroll. El cambio en la decisión
del condado, que fue una buena noticia para Gore quien oficialmente
está detrás del republicano George W. Bush por 300 votos,
fue consumado mientras se tramitaba una querella en ese sentido presentada
por el Partido Demócrata. Se espera que el recuento, si se realiza,
durará por al menos una semana. La comisión electoral de
Broward se había reunido para la fecha tope de anteayer, como los
otros 66 condados del estado, después de que un recuento parcial
le diera a Gore otros siete votos después de revisar 3892 votos
en tres distritos. El lunes, las autoridades ya habían decidido
que esto sugería que un recuento a nivel de condado tendría
poco sentido, y por lo tanto lo descartaron. Pero el martes hablaron sobre
reconsiderar su decisión, y ayer decidieron iniciar el escrutinio
manual después de todo.
Mientras tanto, Gore se acercó otro paso más a reunir los
suficientes votos para derrotar a Bush en Florida cuando un juez en West
Palm Beach falló que las autoridades electorales podían
incluir en el recuento manual las papeletas que estuvieran mal perforadas.
El juez Jorge Labarga determinó que no se debían anular
automáticamente todas las papeletas en las que el espacio al lado
del nombre del candidato elegido no había sido completamente perforado.
Las autoridades deberán decidir si incluirlas en el recuento. No
se debe anular ningún voto si había una intención
clara del votante, subrayó el juez después de una
audiencia de 90 minutos. Su fallo significa que varios miles de papeletas
rechazadas podrían ser incluidos en el recuento manual de los 462
mil votos emitidos en el condado de Palm Beach. El recuento manual en
ese condado debía comenzar a las siete de la mañana, pero
fue suspendido mientras que la comisión electoral asistía
a los tribunales para oír el fallo. Decidimos esperar porque
necesitamos instrucciones claras sobre qué hacer, explicó
Charles Burton, jefe de la comisión electoral en Palm Beach. Por
un lado, intentamos avanzar, pero por el otro parecemos estar en un juego
de sillas musicales: vamos de un tribunal al otro, al otro y al otro,
explicó.
Los demócratas también esperaban que un recuento manual
en el condado más grande del estado, Miami-Dade, le daría
a Gore una clara ventaja. Pero ayer eso parecía poco probable.
Las autoridades allí efectuaron un escrutinio manual de 5871 votos
en tres distritos fuertemente prodemócratas, pero sólo encontraron
cinco votos adicionales para Gore. Esto, decidió la junta electoral
por dos contra uno, no justificaba un recuento manual en todo el condado.
No creo que los cambios que vimos en los votos justifiquen que sigamos
con el conteo manual, anunció David Leahy, el supervisor
electoral del condado. Los demócratas, sin embargo, todavía
sopesan desafiar la decisión en los tribunales. Creemos que
seequivocan, sintetizó Kendall Coffey, un abogado del partido.
Todavía no ha habido una disputa legal sobre la claridad de las
papeletas en MiamiDade, pero unas 17 mil habían sido perforadas
más de una vez y otras 10 mil no lo habían sido en absoluto.
En otro frente, ayer trascendió que 16 de los 67 condados que entregaron
recuentos certificados el martes a la noche no habían escrutado
todos los votos. Los demócratas denunciaron que los 16 condados
simplemente revisaron el programa aritmético de sus computadoras
y no efectuaron un recuento mecánico total.
Y como si todo esto fuera poco, un grupo de presión legal de extrema
derecha reveló que había recibido permiso de 32 de los condados
estaduales de revisar todos sus votos. Estamos reuniendo voluntarios,
nos estamos organizando, informó Larry Klayman, presidente
de Judicial Watch, con sede en Washington. Ningún conflicto legal
de años recientes ha estado completo sin el fanáticamente
anti-Clinton Larry Klayman intentando a menudo con éxito
meterse en el asunto. De algún modo, era inevitable que apareciera
en Florida tarde o temprano.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
FLORIDA
TAMBIEN FUE EPICENTRO DEL CAOS EN 1876
En el 76, y en el 2000 también
Por Martin Kettle
*
Desde Washington
Fueron las elecciones presidenciales
más calientes y peleadas de Estados Unidos. El candidato demócrata
lideraba el voto popular. Su rival republicano conseguía la victoria
en el Colegio Electoral. Florida era la clave, con ambos partidos embarcados
en una furiosa batalla por quedarse con el estado. El resultado en Oregon,
al igual que en Florida, estaba en duda. Era el año 1876. Si la
reñida lucha en las elecciones presidenciales de este mes en Estados
Unidos parece haber dejado una pesada herencia de amargura, vale la pena
recordar la carrera por la Casa Blanca que tuvo lugar 124 años
atrás entre el gobernador republicano de Ohio, Rutherford Hayes,
y el gobernador demócrata de Nueva York, Samuel Tilden.
Los resultados anticipados en la elección de 1876 sugerían
una cómoda victoria para Tilden, que buscaba recobrar la presidencia
para los demócratas por primera vez desde la Guerra Civil. Según
el conteo, Tilden tenía el 51 por ciento del voto popular contra
el 48 por ciento de Hayes, una ventaja de más de 250 mil votos
sobre un electorado de casi ocho millones. Tilden había ganado
en los estados indecisos de Nueva York, Indiana y Nueva Jersey. Dando
por sentado que ganaría en los estados del Sur en los cuales
se podía contar, en aquellos días, con que votaran por el
Partido Demócrata, Tilden se fue a dormir pensando en que
estaba a un paso de los 185 votos necesarios para ganar en el Colegio
Electoral.
Pero Tilden no reparó en Florida, cuyos cuatro electores figuraban
entre los que ambos candidatos descontaban con ganar. El conteo en Florida,
Louisiana y Carolina del Sur se convirtió en el centro de feroces
discusiones y manipulaciones. El fraude estuvo presente de uno y otro
lado. Se descubrieron urnas electorales hundidas en el agua. Los votantes
negros fueron presionados: los republicanos el partido de Lincoln
persuadiéndolos agresivamente para que votaran, mientras los demócratas,
partido tradicional de los blancos sureños, luchaban por detenerlos.
Abundaron las intimidaciones físicas, los planteos legales y los
sobornos.
Los resultados de Florida terminaron con ambas partes reclamando la victoria.
Los republicanos aseguraron que Hayes se imponía por 922 votos.
Los demócratas retrucaban que Tilden había ganado por 94
votos. El Departamento Federal de Justicia envió investigadores
a Florida.
La elección terminó con los tres estados sureños
reclamados por ambas partes y con los votos de Oregon también en
disputa. Para intentar resolver el conflicto, el Congreso norteamericano
formó una comisión bipartidaria de 15 miembros, incluyendo
a jueces de la Corte Suprema, senadores y miembros de la Cámara
de Representantes. Por ocho votos (republicanos) contra siete (demócratas),
la comisión votó a favor de aceptar el reclamo republicano
en todos los casos, comenzando por Florida. Hayes fue declarado ganador
en el Colegio Electoral por 185 votos contra 184 de Tilden.
Los demócratas amenazaron con impedirlo mientras la tensión
aumentaba. Finalmente, once horas después, ambos partidos cerraron
un acuerdo. Hayes se quedaría con la Casa Blanca, tal como había
votado la comisión, pero a un precio: las tropas federales serían
retiradas de los estados del Sur. En efecto, el arreglo devolvió
el Sur al control blanco por casi un siglo. El 2 de marzo de 1877, sólo
dos días antes de que terminara el período del presidente
Ulysses Grant, el Senado de Estados Unidos confirmó a Rutherford
Hayes como su sucesor. Durante todo su mandato fue conocido como Mr.
Fraudulent.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
OPINION
Por
Alfredo Grieco y Bavio
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Salvajes unitarios
Durante décadas, Estados Unidos sermoneó al resto
del planeta sobre el modo de conducir elecciones. Entre las injurias
que ahora le toca recibir, una de las más reincidentes se
dirige a la elección presidencial indirecta, que hace que
el soberano no sea el pueblo, sino el Colegio Electoral. En estos
días se recordaron los orígenes de esta institución,
que en 1787 sobrevaluó la cantidad de electores de los estados
del Sur racista, al contar a los esclavos (que obviamente no votaban)
como población. Se recordó también que significó
un obstáculo, porque no dio incentivos, a la hora de conceder
el voto femenino. La representación territorial fue acusada,
y convicta, por favorecer al campo reaccionario sobre las urbes
industriales y obreras. Pero las democracias deben representar adecuadamente
a las minorías, si no quieren convertirse en dictadura de
las mayorías. Los que buscan sumar todos los votos del país,
convertido en distrito único, y llamar a ese resultado voluntad
popular han encontrado una solución unitaria. Quienes
la propugnan desprecian el federalismo. Algo que también
resuena en los estallidos de racismo de quienes exclaman ¡Pero
al final unos negros (unos retirados judíos, unas jubiladas)
deciden quién es el presidente de Estados Unidos!.
El mapa de los triunfos electorales de la elección norteamericana
muestra que las grandes ciudades de las costas votaron a Gore (y
a Nader) y el interior, a Bush. Si la elección fuera directa,
el interior, todo lo conservador que se quiera, debería soportar
la perpetua sumisión a elites modernizadoras y meritocráticas.
En Europa, desde donde llegan algunas de las burlas más ácidas
al Colegio Electoral, ahora están sufriendo, como Bernardino
Rivadavia en la Argentina de comienzos siglo XIX, las tentaciones
del unitarismo. Los países chicos de la Unión Europea
se quejan del maltrato que reciben de los grandes, enojados porque
el voto de Dinamarca, que acabó por oponerse al euro, pese
tanto como el de Alemania. Y en el interior de los países
europeos, las izquierdas, que en la década del 70 pasaron
de la dialéctica al dialecto, se convirtieron desde entonces
en las primeras defensoras de diversas entonaciones de regionalismos
y aun nacionalismos. Porque si en París, gracias a los millones
de votos parisinos, se decide lo que se hace en Córcega,
la cultura corsa desaparece para siempre. El terrorismo corso sigue
recordándoles a los inquilinos del Eliseo su racionalismo
un poco estrecho. Los habitantes del interior norteamericano no
son menos aguerridos, si se los sometiera a pareja falta de representación:
sabrán organizar su propia ETA.
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