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ENTREVISTA A OMARA PORTUONDO
La novia del “filin”

La cantante cubana, junto con Ibrahim Ferrer y Rubén González, hará revivir desde el lunes próximo en Buenos Aires una nueva versión del Buena Vista Social Club, el fenómeno que conquistó al mundo con un puñado de artistas entrañables.

Omara Portuondo hará tres recitales en el Gran Rex, con Ibrahim Ferrer y Rubén González.

Por Fernando D’Addario

La explosión provocada por el Buena Vista Social Club, tan merecida que logró adelantarse, por suerte, a los efectos del homenaje retrospectivo, está dejando este año sus esquirlas en Buenos Aires. Tres de sus socios más ilustres, Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer y Rubén González actuarán lunes, martes y miércoles de la semana próxima en el teatro Gran Rex, sumándose de ese modo a la entrañable embajada musical cubana, que también envió a estas tierras a Compay Segundo, Pío Leyva y Barbarito Torres. Omara Portuondo, respaldada en La Habana por una oficina de management “a la cubana”, escapa al estereotipo de sus colegas de la vieja trova, aunque, al igual que ellos, tiene una historia simpática para contar. Nacida en 1930 (su figura no delata en absoluto la edad que acreditan sus documentos), alguna vez fue llamada “Omara Brown”, un mote que aludía a su aptitud para cantar temas en inglés durante las afiebradas noches de Tropicana, que incendiaban de glamour a La Habana, antes, durante y después de la revolución. La cubanísima Portuondo, además, dio muestra de internacionalismo lingüístico bastante antes de que Ry Cooder asomara por la isla: “En tantos viajes, aprendí a cantar en búlgaro, en ruso, en japonés...” asegura con orgullo en la entrevista con Página/12, de lo cual se desprende que, a diferencia de otros músicos, Omara no fue rescatada súbitamente de un autoexilio interno, sino que su legitimación en Europa, ayudada claro está por el Buena Vista Social Club, fue corolario de una trayectoria de casi cuarenta años en la que jamás dejó de cantar profesionalmente. Es hija de la mixtura, en todos los sentidos posibles. Sus antepasados maternos pertenecían a una tradicional familia española instalada en Cuba, pero su madre cometió la “imprudencia” de abandonarlo todo e irse a vivir con un negro. Ella, mulata, creció sin prejuicios, bailando y escuchando a los viejos troveros, desde Sindo Garay hasta Manuel Corona, subida a la dulzura del filin (no en vano también es llamada “la novia del filin”) y los boleros.
“No es cierto que hayamos estado olvidados y que haya venido un productor a rescatarnos –señala Omara, quizás cansada de que le pregunten por los largos años de olvido–. Salvo Ibrahim y en algún momento Rubén, los demás no hemos parado nunca de cantar, en donde sea: teatros, cabarets, clubes, en La Habana, en el exterior. Yo grabé numerosos discos, como solista, acompañada por orquestas. En cada etapa de mi vida gané el dinero que correspondía de acuerdo con el lugar donde estaba. Cuando fui bailarina gané lo adecuado para una bailarina, con el cuarteto D’Aida lo mismo, como solista cobré lo que creí era más justo y ahora también. Lo que siempre se ha mantenido igual es el placer que siento cuando subo a un escenario”. Y dispara, entonces, un slogan adecuado para graficar lo que les espera a los espectadores argentinos y lo que esperan los músicos: “ustedes disfrutan, nosotros también”. Lo de Buena Vista fue, según su opinión, “un fenómeno que yo ya no esperaba y lo que me gratifica es que muchos jóvenes de todo el mundo se están interesando por esta música tradicional”.
Omara pregunta por Buenos Aires (país que visitó a principios de los 60 con el cuarteto D’Aida), se lamenta por la probable aspereza de un clima poco primaveral (mucho menos para el estándar cubano) y recuerda, denunciando la riqueza de su trayectoria, los tiempos en que compartió noches –artísticamente hablando– con Aníbal Troilo, “un ser humano extraordinario, muy talentoso, con el que coincidimos por ejemplo en la boite King, que me he enterado que no existe más. Recuerdo mucho la zona de Lavalle, la calle de los cines, que me han dicho que tampoco es lo que era antes. Ay, ‘mi Buenos Aires querido’, tengo tantos recuerdos allí, y eso que sólo estuve una vez”. Más allá de sus difusas reminiscencias porteñas, cristalizó su afición por el tango grabando junto con Chucho Valdés “Nieblas del Riachuelo”. Y Omara pregunta por el Riachuelo, pero enfunción de sus expectativas, intactas desde hace cuarenta años, de volver a pisar Buenos Aires, se le dice que es mejor pasar a otro tema.
La señora Portuondo todavía baila, pero en su casa. El canto lo reserva para el escenario. Allá arriba, donde compartió luces de Tropicana con grandes como Nat King Cole, Libertad Lamarque y Beny Moré, entre otros, vivió su vida, ajetreada. “No se puede decir que yo he vivido de noche -aclara–, porque los shows no sólo eran de noche, sino que de día íbamos de un programa a otro de televisión, de radio, o nos llamaban para actuar en un teatro. Eso fue siempre, antes y después de la revolución”. Dice que la revolución “fue muy importante para la cultura cubana. La música siguió igual, pero se crearon escuelas, academias, se profundizó teóricamente para que todos fuéramos un poco mejores en lo que hacíamos”. Y asegura, desde entonces, que “cada vez que salimos a cantar en otro país, estamos representando con orgullo a la música cubana y a nuestro pueblo”.

 

Cuban All Stars

Ibrahim Ferrer, a quien casi todos conocen por su cálida interpretación de “Dos gardenias”, pasó buena parte de su trayectoria artística como integrante de Los Bocucos. Hábil para improvisar y dueño de un carisma único, en los ‘80 consideraron que su estilo había pasado de moda, hasta que fue recuperado para el Afro-Cuban All Stars.
Rubén González, graduado en el Conservatorio de Cienfuegos en 1934, es seguramente el más talentoso de los músicos que componen el elenco del Buena Vista. Formó parte de diversos conjuntos (Arsenio Rodríguez y Mongo Santamaría en la Orquesta de Los Hermanos, entre otros), pero a fines de los ‘80 parecía que su carrera se terminaba. Hasta que llegó el éxito de la mano de Ry Cooder. Su disco Introducing... Rubén González es una auténtica joya.

Sones de hoy y de siempre

Este domingo, Página/12 presentará el cuarto CD de la colección Son de Cuba. El disco, que acompañará la edición del diario con una compra opcional de 6 pesos, funciona como una especie de grandes éxitos de lo más tradicional de la música cubana. Esta compilación tiene canciones de los tres músicos: “La rosa oriental”, interpretado por Omara Portuondo; “Apúntate una, mi social” y “Nuestra ruca”, ambos por Ibrahim Ferrer, y en el segundo tema, acompañando a Los Bocucos, “Feliz chachachá”, ejecutado por Rubén González.

 

 

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