Por Horacio Verbitsky.
Walsh
y Timerman
Walsh nunca escribió su presunta carta terrible
a Timerman. Por el testimonio de Lilia Ferreyra, su mujer, conocemos
que empezó un borrador. Pero también que lo interrumpió
para trabajar en otros textos que le parecían más
urgentes. Sólo alcanzó a terminar dos. La Carta
Abierta de un Escritor a la Junta Militar llegó a distribuirla
el mismo día de su muerte. La Carta a mis Amigos
se divulgó muchos años después, por dos vías.
Secuestrados en la ESMA, sacaron al exterior el ejemplar que los
marinos robaron de la casa de Walsh en San Vicente, y Lilia había
conservado una copia, que se llevó escondida entre la ropa
cuando salió del país, en 1978. Además, Rodolfo
escribió en su diario una breve carta a su hija María
Victoria después de escuchar la noticia de su muerte. Esas
líneas, donde dice que el cementerio verdadero es la memoria,
se conocieron gracias a la ex detenidadesaparecida Lila Pastoriza,
que se las llevó de la ESMA cuando la pusieron en libertad.
Walsh también tenía casi lista una carta al coronel
que condujo el operativo para que sepa quién era la
joven de 26 años que ustedes mataron, según
el recuerdo de Lilia, pero ese texto nunca se conoció.
En síntesis: la carta a Timerman no pudo ser silenciada porque
nunca existió, y sobre su borrador sólo es posible
abrir conjeturas. Donde sí hay una mención, que debe
haber motivado el error de Ferrari, es en la Carta a mis Amigos.
Lejos de perderse en el silencio, tuvo una amplia difusión.
Ahí dice que Vicky Walsh despreciaba al director de La Opinión.
Ni era ése uno de los sentimientos más ásperos
de la época ni es claro qué sentido tendría
su repetición eterna cada vez que se menciona a Timerman.
El 24 de marzo de 1977, mientras Walsh terminaba su Carta Abierta
a la Junta Militar, La Opinión publicaba el suplemento El
silencio de los políticos, donde se desarrolla la primera
parte de la paradoja que Ferrari menciona. Su pieza fuerte era un
reportaje a Raúl Alfonsín, quien encomiaba la sobriedad
de Videla en materia de derechos humanos y proponía una reforma
constitucional con lista única acordada entre políticos
y militares para aplicar el programa de las Fuerzas Armadas golpistas,
con presidente militar y primer ministro civil. En artículos
y libros exhumé ese suplemento y recordé que Timerman
se había ofrecido para defender ante el Congreso de los Estados
Unidos el record represivo de la Junta. Lo dije cuando había
que decirlo y eso motivó un distanciamiento de muchos años
entre nosotros. Pero no comparto la óptica reduccionista
de Ferrari, ante una personalidad tan contradictoria como la de
Timerman.
Estuvo entre los muchos que apoyaron el golpe porque pensaban que
establecería la legalidad de la represión, pero entre
los pocos que la exigieron al advertir que no regía. No es
cierto que haya alentado la clandestinidad represiva, ni siquiera
que la hubiera consentido en silencio. Antes de su secuestro, el
diario fue clausurado por cuestionarla, reproduciendo el artículo
de un sacerdote y publicando los recursos de hábeas corpus
por los desaparecidos. Creyó que era posible predicar un
método distinto sin ser tratado como enemigo y le demostraron
su equivocación a golpes.
Lucido, coherente y riguroso como pocos, Walsh fue el principal
héroe de la resistencia interna. No creo que la admiración
por su actitud y su obra imponga ignorar que el otro documento contemporáneo
de la dictadura que resistirá el paso del tiempo es Preso
sin nombre, celda sin número, que su prosa también
es admirable y profunda, y que Timerman se constituyó en
el más eficaz denunciante fuera del país de la Junta
a la que al principio había apoyado. No tengo la misma certeza
que Ferrari acerca de qué hubiera pensado Walsh del Timerman
que lo sobrevivió más de veinte años. Sólo
sospecho que no hubiera limitado su juicio a un solo momento de
una trayectoria que fue cualquier cosa menos lineal. Tampoco entiendo
por qué sería objetable asistir entre el público
llano a la presentación del libro de Timerman y no lo sería
el haberse desempeñado, como Ferrari, en altos cargos oficiales
del gobierno de Alfonsín, que en 1977 sólo pensaba
en compartir el poder con Videla. La prueba está en el suplemento
editado por Timerman.
Grondona intentó usar la presentación para mimetizarse
con Timerman. Es posible que lo hubiera logrado, de no haber incurrido
en la enormidad de reivindicar una vez más a Videla y Viola,
un cuarto de siglo más tarde y en el homenaje a una de sus
víctimas. Ferrari le regala ahora ese premio mayor que la
audiencia le negó.
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Por Alberto Ferrari Etcheberry *.
Timerman y
el Jordán
Por qué se le otorga a Jacobo Timerman (JT) el derecho
a cruzar el Jordán y a Mariano Grondona no, parece ser la
síntesis del conflicto, que Martín Granovsky apenas
pergeñó en su nota del último domingo, de la
presentación de Preso sin nombre, celda sin número.
Los últimos ejemplares de La Opinión de JT son un
testimonio de la tesis no de la conducta de quienes
apostaban a una partidización de la dictadura no del
terrorismo de Estado, quizás agregando presos con nombre
y celdas con número, aunque pagando el precio
de silenciar a los miles que ya personificaban el incremento semántico:
desaparecidos. Esa tesis la compartían Hidalgo Solá,
Américo Ghioldi, Moyano, desde la función pública;
JT desde la específica tribuna de esta doctrina, La Opinión.
Recuerdo que en el primer aniversario del golpe, en el programa
especial de la televisión española, los fervientes
oficialistas en la línea de esto no es Pinochet
fueron Ricardo Balbín y Fernando Nadra. Fue cierto: el Proceso
le ganó lejos a Pinochet en la incorporación de nueva
tecnología en la represión y en la destrucción
de la red social y productiva. Por esos mismos días madrileños,
la sencillez de Atahualpa Yupanqui interrumpía un recital,
también televisivo, desnudando la situación argentina.
Paradoja: JT fue víctima de lo que legitimaba. Este es el
punto de partida de toda valoración no cretina. Luego podrá
reconocerse que no fue original y que lo justificaba el ejemplo
histórico. Porque, con especificidades, claro está,
siempre había sido así: desde el 30. Primero
los duros limpiando el terreno y luego los pacificadores liberales
abriendo el camino de la institucionalización.
Uriburu, Ramírez, Lonardi, Onganía vs. Justo, Farrell
(¿o Perón?), Aramburu, Lanusse. JT fue víctima
de su propia tesis: el terrorismo de Estado cebaba y cegaba. Para
JT esa función de legitimador de la espada le venía
desde la época de analista político mimado de La Razón,
cuando su conducción estaba en manos del servicio de inteligencia
del Ejército. ¿O no es así?
La diferencia es el antes y el después de ser preso sin nombre,
Jordán que en todo caso indulta, pero no amnistía.
Grondona siguió siendo hasta el final un hombre del terrorismo
de Estado, y de sus anexos doctrinarios y financieros. Quizás
los dos se contaron entre los intelectuales que pontificaban ante
los que ponían la cara, los voltios y los vuelos clandestinos,
que la sociedad argentina no estaba preparada para afrontar una
represión de frente march, legal, y que la salvación
de la patria exigía el coraje de la clandestinidad, como
justificó algún fraile. A fin de cuentas, un pasito
más adelante en la tradicional manifestación del ser
nacional: si hay miseria, que no se note. Tal vez un convencimiento
similar debe haber llevado a JT a prohibir en La Opinión
el homenaje que sus compañeros quisieron rendirle a la hija
de Rodolfo Walsh, muerta en un enfrentamiento, y que motivó
una carta terrible de Walsh a JT; hecho y carta que no entiendo
por qué Horacio Verbitsky, convertido en el albacea de Walsh,
silencia hasta el extremo de participar en un festejo que, sin duda,
a Walsh no le hubiera gustado.
Han pasado muchos años. Sólo en esta Argentina, en
retroceso un cuarto de siglo, parece ayer. Cuando cayó Perón,
la revolución del 30 era materia de la historia, pero
un homenaje a Botana precursor con Crítica en el golpe
septembrino del papel jugado por JT más tarde no hubiera
logrado la adhesión de las víctimas de Uriburu y del
comisario Lugones. ¿Hubiera estado Walsh en este homenaje
a JT? Pregunta y respuesta que no tienen importancia. Lo que vale
es que se siga distorsionando la historia.
* Ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del gobierno
de Alfonsín.
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