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Primera sangre extranjera en los ataques israelíes

Por primera vez, desde que empezó la represión a la nueva Intifada, Israel deberá responder por una muerte: la de un médico alemán que salió a ayudar en Cisjordania y recibió un impacto de misil.

Norma, la viuda del médico Harry Fischer, en su funeral.

Por Suzanne Goldenberg *
Desde Beit Jalla

Los vecinos de Harald Fischer se pasaron el día de ayer recogiendo lo que quedaba de él luego de que este popular residente alemán fuera despedazado por un misil israelí durante un bombardeo de ocho horas de su localidad en Cisjordania. Fischer, de 67 años, un quiropráctico jubilado de Gummersbacj en Renania-Westfalia del Norte, adquirió así la distinción trágica de ser el primer ciudadano europeo, y el primer cristiano, en morir durante las siete semanas de violencia en Cisjordania y Gaza. Un palestino fue baleado en el pecho cerca de Hebrón ayer y murió cuando tropas israelíes impidieron que una ambulancia lo socorriera. Pero después de que más de 200 palestinos cayeran por los obuses, fuego de francotiradores y balas de goma israelíes, Harald Fischer podría ser el primero por el que Israel deberá responder. El gobierno aseguró ayer que investigaría su muerte junto con el agregado militar alemán.
En este próspero suburbio de Belén, la muerte de Fischer tuvo el inusual poder de conmover a una comunidad exhausta por el castigo nocturno inflingido por los tanques israelíes desplegados en la otra colina, protegiendo al asentamiento judío de Gilo, que fue edificado en tierras confiscadas a Beit Jalla. Decenas de personas se congregaron en el lugar donde el alemán fue abatido, demarcado por un círculo de piedras y algunos pobres ramos de flores. Mientras el cielo se iluminaba con el amanecer, los vecinos limpiaban la sangre y pedazos de su cuerpo de una casa a cinco metros de distancia. Las multitudes crecieron más tarde cuando clérigos ortodoxos forcejearon con palestinos armados y diplomáticos alemanes y médicos de blanco llevaban el cadáver a la iglesia luterana local. Fischer se había casado en ese mismo edificio. Llegó a la localidad, predominantemente cristiana, en 1981, trabajando para la organización de lisiados Lifegate, y se asentó, casándose con Norma, una mujer local, y criando a tres niños. Dejó además a cinco hijos de un matrimonio anterior en Alemania.
El miércoles a la noche, cuando comenzó el fuego israelí, la familia Fischer se apiñaba en el living room de su casa. Dos balas impactaron contra el armario en el cuarto que Fischer compartía con su esposa, con vista a los edificios de apartamentos de Gilo, y otra cayó en el cuarto de sus hijas. A alrededor de las 11.30 de la noche, Fischer abandonó la relativa seguridad de su hogar cuando los vecinos le avisaron que había personas heridas en la otra cuadra. “Nunca tenía miedo. Siempre nos contaba sobre lo que vivió durante la Segunda Guerra Mundial”, relató su hijo Daniel, de 17 años. Pero el miércoles a la noche Fischer parece haber recibido de lleno el impacto de un misil israelí.
El ataque era parte de lo que el premier israelí Ehud Barak llamó represalias por el fuego desde las milicias Tanzim de Yasser Arafat. El líder del Tanzim en Beit Jalla, que dirige el fuego contra el asentamiento de Gilo, también se encontraba frente a la casa de Fischer ayer. “Sabemos que estamos causando daño a las personas locales al disparar desde esta área, pero no tenemos otra opción”, dijo el hombre, que sólo se identificó como “Mike”. Explicó que sus hombres operan en células de seis a doce combatientes y están armados con M-16 y ametralladoras pesadas capaces de impactar en Gilo, que está a unos 500 metros de distancia. Los ataques –que sólo resultaron en daños mínimos– han causado terror e indignación entre los israelíes que consideran a esa colonia, construida sobre tierra ocupada en 1967, prácticamente como parte de Jerusalén. Su clamor está forzando a Barak a tomar medidas cada vez más duras contra los palestinos.
Ayer, Barak dijo que aumentaría el castigo bloqueando millones de dólares en recaudación de impuestos que Israel está comprometida a transferir a los palestinos –lo que representa alrededor de dos tercios de la recaudación total de la Autoridad Palestina–. “Hoy la vida, como resultado de esta lucha, en la sociedad palestina, en Cisjordania y Gazaes mucho más difícil de lo que es aquí –dijo Barak ayer a Radio Israel–. La gente no trabaja. El dinero no llega. Muchas otras cosas no están llegando por razones de seguridad y esto seguirá por todo el tiempo que sea necesario.”
Ese mensaje pasará inadvertido en Gilo, rodeada de trincheras y líneas de bloques de cemento. Sus bajos edificios tienen relativamente pocos impactos de bala, pero sus residentes claman por más sangre palestina. Pese a la devastación que se desató sobre Beit Jalla y la cercana Beit Sahour, donde más de 120 casas han sido impactadas por misiles israelíes y por fuego de ametralladoras, Barak dijo ayer que los palestinos debían prepararse para ser golpeados con mayor dureza y por bastante tiempo.
Eso es precisamente lo que se teme en Beit Jalla. “Ha habido mucho sufrimiento y queremos que pare. Nunca hemos sido gente violenta. No sé por qué esto nos ocurrió a nosotros –dijo Norma, la viuda de Fischer–. Ya basta. Esto tiene que parar. No podemos vivir aterrados día y noche.”

De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

 

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