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Equívoco liderazgo del COI en la lucha contra el doping

Estalló el tema el doping. Las ponencias del suizo Schamasch, del COI, y el australiano John Mendoza, de Sydney 2000, fueron muy cuestionadas.

El texano John Hoberman.

El suizo Patrick Schamasch, director de la Comisión Médica del Comité Olímpico Internacional.

Por Pablo Vignone
Desde Copenhague

El doping hizo su aparición, por supuesto que polémica, en la conferencia que discute los problemas del deporte aquí en esta ciudad. Luego de que durante los primeros días las organizaciones establecidas, particularmente el Comité Olímpico Internacional, fueran estigmatizadas, la puesta en escena de un tema tan urticante coincidió con la presentación de representantes vinculados directa o indirectamente con el COI, que se convirtieron en el eje del por momentos exasperado debate. El suizo Patrick Schamasch, director de la Comisión Médica del COI, generó cierto disgusto cuando afirmó que el organismo que preside el catalán Juan Antonio Samaranch “lidera desde hace 33 años la lucha contra el doping”, y el australiano John Mendoza, titular de la Agencia Antidrogas del Deporte Australiano (ASDA), no satisfizo con sus explicaciones acerca de por qué en los Juegos de Sydney no se realizaron tests para descubrir el uso de la eritropoyetina durante los 15 días de competencia.
Schamasch desarrolló una pulcrísima presentación, con el mejor material técnico presentado hasta ahora en la conferencia –señal del poderío del COI– y una prontitud en el discurso que pudo haber convencido a los más distraídos. Pero causó estupor con su afirmación, que fue cuestionada por presuntuosa. “Hay muchas significaciones de liderazgo –se atajó el médico, cuando le sugirieron que el presunto liderazgo se ve forzado por la presión de los medios y los gobiernos– y una de ellas es ‘catalizador’.”
A la hora de debatir sobre la lista de sustancias prohibidas, Schamasch atacó duramente al Estado norteamericano, del que dijo que “es muy difícil trabajar con ellos”, porque aseguró que no legisla en ciertas cuestiones farmacológicas: “El 90 por ciento de los suplementos alimenticios que contienen sustancias prohibidas se fabrica en laboratorios de los EE.UU., y se compran por Internet: por eso se están registrando tantos casos de doping por nandrolona...”.
Mendoza dijo, a su vez, que Sydney fue “el punto de inflexión” en cuanto a la lucha olímpica contra el doping, y brindó datos muy precisos, pero trastabilló cuando el catedrático estadounidense John Hoberman, de la Universidad de Texas, lo acosó con una pregunta clave:
–¿Por qué, si dos semanas antes de los Juegos hicieron 313 tests sorpresivos para descubrir la EPO, no los hicieron con cada uno de los ganadores de medallas?
Mendoza quiso explicar el sistema de elección de los atletas para el control, y Schamasch acudió en su ayuda, pero Hoberman los hostigó (“Si el método que tienen es bueno para sacar a los atletas de competencia antes de que ésta empiece, ¿por qué no tienen confianza para aplicarlo en la competencia misma? ¿O no es tan confiable?”, preguntó el catedrático), de manera que se vieron atrapados. El método se basa en tests simultáneos de sangre y orina, y la explicación de que las extracciones de sangre son inconvenientes en plena competencia dejó un halo de insatisfacción.
Mendoza explicó que en Sydney se realizaron 404 tests sorpresivos antes de los Juegos, lo que condujo a que 60 atletas se retiraran voluntariamente para evitar exponerse al escándalo. Durante la competencia se realizaron 2052 tests (pero ninguno para detectar EPO), que dieron como resultado nueve casos positivos, en cinco de los cuales se retiraron las medallas obtenidas. El experto aclaró: “Para combatir el doping, es más necesaria una filosofía disuasoria que una batería de tests”, dijo.

 

El doping genético

Por P.V.
El especialista sueco Bengt Saltin, que vive hace 27 años en Dinamarca, dijo ser “pesimista” acerca de la posibilidad de que puedan detectarse dopings realizados con técnicas cada vez más avanzada, al exponer sobre el desarrollo del doping genético, la más temeraria derivación de la ingeniería genética.
“Creo que en cinco a diez años, esta manera de generar doping será posible”, estimó Saltin luego de explicar que es posible introducir genes modificados o elaborados artificialmente en el cuerpo humano para desarrollar las fibras musculares, a través de métodos audaces como la inyección de virus que entran en las células musculares. “En ese lapso se podrá insertar más genes, modificarlos y activar genes específicos para determinadas funciones” concluyó.

¿Globalización “buena”?

Por P.V.
Antes de la polémica que suscitó el antidoping, se generó otra acerca de un tema menos urticante, que pudo haber involucrado una tensión estrictamente política. Cuando el universitario de Liverpool Benny Peiser se mostró optimista sobre los efectos de la globalización en el deporte y el desarrollo de los países del tercer mundo, el secretario de la Federación Internacional de Periodistas, Aidan White, que habló a continuación, fustigó con fiereza la postura. Pocos tardaron en advertir que a la candidez inglesa de Peiser, White le oponía la combativa acidez de su nacionalidad irlandesa. El profesor de la John Moores University de la ciudad portuaria aseguró que no habrá disputas de derechos de TV en el fútbol del futuro, porque cada club tendrá su propia red de TV que emitirá los partidos, White sugirió ingenuidad al pensar que será fácil dejar fuera del negocio a “compañías con enorme poder y recursos” en esa carrera. Cuando Peiser dijo que la globalización “no tiene una dirección determinada de los países ricos a los pobres”, White aseguró que “la tendencia de llevar futbolistas del sur para satisfacer a las audiencias del norte es una nueva forma de colonialismo”.

 

 

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