Por Pablo Plotkin
Leo García llega al departamento
de la calle Arribeños y se acomoda en un sillón, resoplando
de nervios. Litto Nebbia lo trata con naturalidad, pone en la compactera
Vital el debut solista de Leo, abre una lata de cerveza y
se sienta junto al joven cantautor. El living de Nebbia está lleno
de discos tango, bossa nova y rock de los 60 y 70,
libros (casi todos de música) y diarios viejos. Desde las paredes,
tres próceres Lennon, Miles Davis y Frank Zappa vigilan
a los dos compositores de canciones de la primera y última generación
del rock argentino, reunidos por primera vez en un departamento del barrio
de Belgrano, tratando de explicarse el pasado y el futuro de la música
local. García es fanático de Los Gatos y también
de los discos solistas del coautor de La Balsa. Su pasión
por la historia del rock nacional se refleja en Rascacielos, un dúo
(compartido con Gustavo Lamas) que samplea viejos estribillos (Virus,
Celeste Carballo, etcétera), los carga de beats y los recicla para
la pista de baile. Mientras tanto, Nebbia sostiene silenciosamente una
prolífica carrera solista: a través de su sello Melopea,
acaba de editar Siempre bailan dos, su nuevo álbum de canciones,
que presentará hoy y mañana a las 23 en La Trastienda (Balcarce
460).
L. G.: Empecé a escuchar a Litto cuando buscaba explorar en la
calidad de la composición. Los Gatos representan para mí
lo esencial, la conversión del rock en inglés al rock en
castellano. Estar hoy acá, con él, me parece un regalo de
Dios. Porque su obra me sirvió para sentirme seguro en este país,
que puedo componer en castellano y hacer muchas cosas teniendo ese espejo,
puesto que es un referente muy importante y simple.
¿Suele llegarle el reconocimiento de esta generación?
L. N.: Cuando a alguien le gusta lo que hago o hice, me halaga, me emociona,
pero también me doy cuenta de que no hay demasiada gente que siga
la línea de propuesta que teníamos nosotros en los comienzos.
Hoy hay más música, más diversidad, pero lo que más
se desarrolló es el negocio. Los grupos acá suenan como
una sucursal de la banda que admiran. No hay personalidad, cosa que sí
existía en aquellos tiempos. Los oyentes más jóvenes
de hoy, como no saben cosas del pasado, no tienen demasiado criterio,
compran según la orden de las diez canciones del mes. Así
están consumiendo el 0,005 por ciento de las posibilidades que
tiene la música.
L. G.: Sin embargo creo que, en esta época, es muy importante empezar
a gustar de la música en todas sus formas, amar a la música.
Se necesita una actitud punk hacia el asunto: tomar amor por cualquier
música, y no tratar de imponer algo nuevo desde un género.
La nueva generación divide demasiado entre lo popular y lo underground.
Sería mejor que todo se integrara.
¿Cómo viven este extraño renacimiento del viejo
rock nacional a través de la radio La Mega?
L. N.: Todo lo que sea difusión de la música de acá,
bienvenido, pero me sigo quedando con las ganas de que las cosas se hagan
bien en este país. La mescolanza de artistas, el repetir siempre
los mismos temas, los super éxitos, nuevamente no le hace llegar
a la gente la cantidad de temas hermosos que hay en tantos discos argentinos.
¿Cómo puede ser que no pasen un tema de Aquelarre, por ejemplo?
Pero es un problema de acá: nosotros somos los que en los años
60 hicimos quebrar el tango. Y ahora que gusta en todo el mundo, nos acordamos.
Con el rock nacional, que es más joven, pasa y va a pasar exactamente
lo mismo, porque desaprovechamos lo que tenemos. Creo que es un fato de
inmadurez de nuestro país, especialmente de la Capital. La Capital
es terrible. Muy snob.
L. G.: De todas formas, creo que dentro del olvido tan grande de compositores
nacionales que hay en los medios, La Mega me pareció un aliento.
Quiere decir que hay una necesidad, una demanda. Es cierto: me pareció
nostálgica la situación de reiterar hits. De todos modos,
creo que puede servir para que surja una alternativa a eso. Estoy planteándome
las cosas de un modo muy optimista... Ya va a haber espacios para los
artistas sensibles. Si uno tiene amor por lo que hace, de algún
modo va a poder decir lo que siente. Y eso está más allá
de cualquier productor ejecutivo.
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