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ENTREVISTA AL DIRECTOR ROBERT GUEDIGUIAN
“Cine para el pueblo”

Así define el francés a toda su obra, que toma como centro el barrio obrero de L’ Estaque, en Marsella. Hoy presenta aquí “¡Al ataque!”, su nuevo film.

Guédiguian sorprendió en los festivales con “Marius y Jeanette”.
“Mi cine es un cine de autor, pero con ambientes muy populares.”

Por Luciano Monteagudo

Cuando tres años atrás apareció en el circuito de festivales internacionales Marius y Jeanette, sorprendió encontrar en el panorama del cine francés un film con un paisaje tan distinto al de París –l’Estaque, el viejo barrio obrero de Marsella– y con un marcado compromiso social, una película que a partir de una realidad áspera se permitía sin embargo la libertad y el humor de una fábula. Su director, Robert Guédiguian, acaba de llegar a Buenos Aires para presentar –hoy, en el marco de la muestra de cine europeo que se está llevando a cabo en las salas del Village Recoleta– uno de sus films más recientes, ¡Al ataque!, una comedia utópica filmada una vez más en la colorida barriada de l’Estaque e interpretada por su troupe habitual, presidida por su esposa, Ariane Ascaride, también integrante de la delegación francesa.
A Guédiguian –nacido en 1953 en el mismo barrio al que le dedicó toda su obra– no le resulta cómodo reconocer la particularidad de su cine, pero en el diálogo con Página/12 confirma que “siempre sentí la necesidad de hacer películas de expresión popular, porque era la forma de expresar lo que mejor conozco. Siempre tuve una relación muy fuerte con los ambientes populares, a pesar de que tengo una formación intelectual. Y lo reconozco: tengo las cualidades y los defectos de esa formación, pero al mismo tiempo un profundo deseo de hacer un cine popular, un cine que hable del pueblo y para el pueblo”. Según Guédiguian, “se trata de una cuestión de eficacia. De ahí, quizás, la peculiaridad de mi cine en el contexto del cine francés actual. Porque tiene las características de un cine de autor, pero con ambientes muy populares. Si uno quisiera encontrar un antecedente habría que remitirse al cine francés de preguerra, el cine que hacían Jean Renoir, Jean Grémillon, René Clair, incluso Julien Duvivier”.
Para el director, “los epígonos de la nueva ola son mucho menos interesantes que la misma nouvelle vague”, pero no deja de reconocer que “en los últimos cinco o seis años el cine francés está mucho mejor, está retomando su contacto con la realidad. Dejó de correr en círculos alrededor de los temas de siempre, la pequeña burguesía, ese cine que se ocupaba más de sí mismo que de aquello que tiene a su alrededor. Ahora, por el contrario, hay muchas miradas sobre la realidad, es un cine muy diversificado, y con una gran novedad: hay muchas mujeres cineastas, como Pascale Ferran, Claire Simon, Solveig Anspach, que le están produciendo una renovación de la mirada”.
Cuando se le menciona a Guédiguian que en su alusión a los cineastas franceses de preguerra omitió significativamente el nombre de Marcel Pagnol, el director marsellés por excelencia, se ríe cómplice. “No es un acto fallido”, aclara. “Sucede que Pagnol, como cineasta, influyó menos en mí que los otros que nombré. Prefiero Renoir a Pagnol, por supuesto, pero no puedo dejar de reconocerle a Pagnol haber sido uno de los primeros en hacer un cine a partir de la palabra y eso fue importante para el cine francés de la época, por el uso coloquial del lenguaje, los sobreentendidos, los juegos de palabras, que representan una forma de expresión típicamente mediterránea, muy marsellesa. Es natural entonces que cuando yo escriba una comedia inmediatamente traiga a la memoria el cine de Pagnol, pero en realidad tiene que ver con algo más profundo, con la cultura mediterránea. Si no cito a Pagnol es también porque obviamente no comparto su posición durante la Segunda Guerra, su ideología. Pero aún en Marius y Jeannette puede haber alguna escena resuelta a la manera de Pagnol, pero a la que yo le doy otro contenido.”
En ¡Al ataque!, precisamente, el tema del habla popular marsellesa está muy presente en las discusiones que tienen un par de guionistas acerca de un film que están escribiendo, y que no es otro que el que tiene el espectador ante sus propios ojos. ¿Qué es vulgar y qué no lo es?, se preguntan esos guionistas. Y Guédiguian tiene una respuesta: “Cualquier palabra que pertenezca de una manera auténtica a un grupo de gente no necesariamente es vulgar. La insinceridad es vulgar. Los franceses somos muy necios en este sentido. Es distinto con los italianos. De un mundo a otro se comunican mejor”. ¿Siente Guédiguian que la sociedad francesa está muy compartimentada? “Sí, totalmente. Hay mundos que no se miran ni se hablan. Lo dice Lola, la protagonista de mi película: ‘No vivimos en el mismo planeta’. Entre una obrera como ella y el gerente de un banco hay un abismo.” Aún así, en ¡Al ataque! el director los comunica a ambos a partir del barrio de l’Estaque, al que se empeña en convertir en un espacio mítico. “Es el barrio en el que nací, y mi fuente de inspiración, es el teatro del mundo, el escenario. Filmé siempre allí y en ninguna de mis películas, la mirada es antropológica, a la manera de un estudio. Las historias ocurren allí, a partir de elementos reales muy concretos –una fábrica, una esquina, un color–. a los que luego en la puesta en escena yo les doy un nuevo orden. Hago una recreación. Y lo mismo sucede con mis personajes. Hoy L’Estaque es un barrio menos obrero que hace 25 o 30 años. Muchas fábricas cerraron, la población no es la misma.”
Cuando se le menciona a Guédiguian el nombre de Brecht –a quien su film parece aludir, en el proceso de distanciamiento que imponen los dos guionistas que imaginan un film político–, su rostro se ilumina. “Brecht es una guía permanente, por su humor, por su manera de tomar todos los géneros populares y darles un nuevo sentido a partir de su yuxtaposición. En cuanto al famoso distanciamiento brechtiano, a mí me gusta más hablar de ‘extrañamiento’, de esa sorpresa permanente que es capaz de provocar Brecht y que yo considero su gran legado.”

 

 

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