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El antihéroe americano es casi el héroe de Vietnam

Bill Clinton fue aclamado en las calles de Hanoi como si fuera Los Beatles en los 60. Se trata de la primera visita de un presidente norteamericano. Y es a 25 años del fin de la guerra.

Bill Clinton reparte saludos: un verdadero líder popular.

Por Matthew Engel *
Desde Hanoi

Hanoi, una ciudad que no ha tenido contacto con nada norteamericano desde los bombardeos que soportó su población hace 30 años, entró en un delirio colectivo en torno de Bill Clinton. Miles de personas se apretaron sólo para ver pasar a lo lejos la limusina del presidente norteamericano, quien comenzó anteayer una visita oficial de tres días al país. Clinton les dio la mano a todos los que se le acercaron cuando visitó el Templo de la Literatura, que tiene 930 años, y cuando se acercó a un café de Hanoi llamado Know One Teach One, que tiene sólo unos meses. “Hola, ¿cómo andan?”, saludaba canchero. En todos lados la respuesta era la misma: “Hey, Bill! Hey, Bill!”, gritaban los vietnamitas. “Es muy apuesto”, suspiraba una estudiante. Los más grandes no recuerdan en fenómeno de semejante escala desde la visita de Fidel en los 70. Pero la casi totalidad de los fans de Clinton pertenecen a la generación que nació después de lo que los vietnamitas llaman “la guerra de Estados Unidos”, que terminó en 1975. Y ellos son hoy la mayoría de la población.
Lo que no cambió en el país es el viejo estilo de control político, y sus líderes tuvieron que soportar una lección pública de Clinton sobre las virtudes de la democracia. Clinton enumeró los beneficios de la libertad, tal como la concibe Occidente, en un discurso en la Universidad Nacional y transmitido en directo por la televisión nacional. “El record norteamericano no es perfecto”, subrayó Clinton, pero agregó: “Hemos aprendido algunas lecciones. Hemos visto que las economías funcionan mejor cuando existe una prensa libre para denunciar la corrupción, cuando cortes independientes pueden asegurar que los contratos serán respetados, que la competencia sea justa, que los funcionarios respeten el reino de la ley”. Insistió en que las libertades políticas y religiosas fortalecen a una sociedad. “No queremos imponer nuestros ideales. Tampoco podemos hacerlo. Ustedes probaron al mundo que pueden tomar sus propias decisiones.” Debería haber agregado que Estados Unidos aprendió esta lección de la peor manera.
En medio de las cuidadosas relaciones actuales entre Estados Unidos y Vietnam, no quedó claro si fue bien visto el hecho de que Clinton haya ido más lejos de lo que sus anfitriones pensaban o si éstos esperaban el tirón de orejas como el precio que debían pagar por tener este nuevo y poderoso amigo. En todo caso, el discurso mereció una agria respuesta de parte del decano de la Universidad, que anunció: “Vietnam está en marcha constante hacia el socialismo: una sociedad fuerte, equitativa y democrática”.
En realidad, el país entero está alejándose constantemente del socialismo, al menos tal como cualquiera, antes, entendía este término. Detrás del Air Force One de Clinton aterrizaron empresarios norteamericanos desesperados en aprovechar el creciente compromiso del gobierno vietnamita con la doctrina del laissez-faire. Pero también está comprometido con los viejos métodos de control político. En su encuentro privado con el presidente de Vietnam, Tran Duc Luong, Clinton tocó el tema de los derechos humanos. Y su interlocutor le respondió: “Quizás nosotros tengamos otro concepto de los derechos humanos”.
Clinton se mostró la mayor parte del tiempo cortés, con un sentido de la humildad apropiado para el país que les propinó a los norteamericanos su más grande humillación. Recalcó los logros intelectuales de los vietnamitas, tanto en su país como en el exilio, destacando que los vietnamitas norteamericanos fueron los primeros en sus clases en la Academia de la Fuerza Aérea estadounidense y que Vietnam ganó tres medallas de oro en la Olimpíada Internacional de Matemáticas. Clinton también se refirió, con algún temor, al “asombroso sacrificio” de los pueblos y al sufrimiento compartido por ambos países por la guerra, que hizo que Estados Unidos y Vietnam mantuvieran desde entonces “una relaciónúnica”. Instó a que dos países que valoran sus independencias deben ahora reconocer su interdependencia. Tomando prestada una frase de Pete Peterson, ex embajador norteamericano y ex prisionero de guerra, dijo: “No podemos cambiar el pasado. Sí podemos cambiar el futuro”.
El aire amistoso siguió intacto. Nadie habló de lo que pasó en la guerra. Pero funcionarios de ambos países están trabajando juntos con los efectos del gas naranja y otros agentes tóxicos de aquellos años y buscando los restos de los desaparecidos, 1400 norteamericanos y 300.000 vietnamitas.
Clinton no pudo visitar ni el mausoleo de Ho Chi Minh ni la prisión de Hoa Lo, donde Peterson y el ex precandidato presidencial republicano John McCain estuvieron detenidos. Una pequeña parte de la prisión es hoy un museo, lleno de horribles modelos de presos vietnamitas inmovilizados con grilletes de cuando Indochina estaba bajo control francés. Uno de los recintos está dedicado a fotos de felices prisioneros norteamericanos cocinando y recibiendo las paquetes de la Cruz Roja. “Aunque cometieron crímenes indecibles a nuestro pueblo”, dice una inscripción, “los pilotos estadounidenses no sufrieron ninguna venganza”.
Los prisioneros, cuya visión de su experiencia es un tanto diferente, llamaban socarronamente a su cárcel “el Hanoi Hilton”. Ahora hay un Hanoi Hilton real, donde en general se aloja el cuerpo de prensa de la Casa Blanca. La historia siempre hace sus extrañas trampas.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 

Claves

Bill Clinton está realizando una visita oficial de tres días a Vietnam, el país que derrotó a Estados Unidos en una guerra que duró 10 años.
El presidente norteamericano pronunció un discurso en el que elogió la democracia y la economía de mercado. El rector de la Universidad Nacional de Hanoi, el lugar donde lo pronunció, le respondió en duros términos defendiendo el socialismo.
Pero ése fue el único roce. Varios empresarios norteamericanos viajaron junto a Clinton para hacer negocios con el gobierno vietnamita, confirmando las fluidas relaciones que están teniendo ambos países.
En las calles de la capital vietnamita, Clinton –que evadió la conscripción y militó contra la guerra– fue recibido como un héroe.

 

 

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