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LOS ERRORES ECONOMICOS NO DEJAN OTRA SALIDA QUE EL PACTO
Aunque sólo sea para seguir errando

Tras once meses de una estrategia económica desacertada, que no permitió retomar el crecimiento, tanto a la Nación como a las provincias les urge reabrir el acceso a los mercados financieros. Es la razón de mayor peso que impone firmar el duro pacto fiscal federal.

José Luis Machinea, ministro de Economía, en una carrera desesperada contra reloj.

Por Julio Nudler

El fracaso de la estrategia fiscalista –aunque con ausencia de mejoras en la administración tributaria– que vino aplicando el equipo económico durante su gestión de once meses desembocó en una encrucijada tal que, ahora, ni la Nación ni las provincias pueden escapar de un nuevo ajuste fiscal, como condición para recibir el respaldo financiero del FMI, Estados Unidos y otras fuentes, que a su vez le permitiría al país reiniciar la colocación de bonos de deuda en el exterior. De esta reapertura del acceso a los mercados depende tanto la Nación, para poder cumplir el año próximo con los vencimientos y los servicios de su deuda, como las provincias que refinancian sus obligaciones mediante fondos que consigue el fisco nacional. Aun las grandes, que no llegaron todavía a este extremo, sufren –en particular Buenos Aires– un ahogo financiero que, según confía el gobierno nacional, las forzará a firmar el pacto que ya suscribieron anteayer los distritos radicales y la Capital Federal.
Según el escenario oficial, este año la Argentina habrá producido bienes y servicios, el denominado PBI, por 286.163 millones de pesos, creciendo así 1,2 por ciento sobre 1999. Entretanto, la deuda del Estado nacional llega a los 129.577 millones de dólares, con un aumento del 6,3 por ciento sobre el cierre de 1999. Este es un dato central del deterioro de la situación: si la deuda se expande cinco veces más rápido que el Producto, la perspectiva es explosiva. De esta manera, el cociente deuda pública nacional/PBI subió del 43,1 al 45,3 por ciento en un año. Respecto del futuro inmediato, y ya con los nuevos números elaborados por el Gobierno, se espera para el 2001 la generación de un Producto de 294.748 millones de pesos, con un aumento nominal del 3,0 por ciento. La deuda, por su parte, treparía a 137.977 millones, con lo que se incrementaría un 6,5 por ciento, algo más rápidamente aún que en el 2000 y todavía duplicando con holgura el crecimiento de la economía. Llegaría a representar así el 46,8 por ciento del Producto. Lo que se ve a partir de estos números muy globales es que el PBI del año próximo sería todavía inferior en un punto al generado en 1998, y que el endeudamiento seguiría agravándose, aunque a un ritmo notoriamente más lento.
Según observa el Ieral, de Fundación Mediterránea, el paquete lanzado el viernes 10 y por cuya imposición sigue peleando el Gobierno “no hace énfasis en cuestiones de crecimiento o competitividad”. Por lógica consecuencia, “la nueva meta de 3 por ciento anual (de crecimiento) para 2001 no es significativa”, siendo esperable que sea la demanda el motor de esa módica expansión. La secuencia sería: aprobación del paquete (contención del gasto, sanción del Presupuesto, reforma previsional), obtención del “blindaje” financiero (FMI y otros), pronunciada caída del riesgo-país, mayor ingreso de capitales.
El principal instrumento al que apela el Gobierno para atajar el aumento de la deuda es la congelación del gasto público primario (así se denomina cuando no incluye, precisamente, los servicios de la deuda externa, a los que se excluye de cualquier restricción, por lo cual, aun inmovilizando el gasto primario, el gasto total podría crecer). La medida debe incluir tanto a la Nación como a las provincias, que son una fuente autónoma de gestación de deuda. De hecho, mientras en el lustro 1996-2000 la economía argentina creció un ínfimo 5,1 por ciento, el gasto primario de la Nación se acrecentó un 8,5 por ciento (lo que incluye su reducción en el 2000), mientras que el de las provincias subía 18,7 por ciento. Estas quedarán apresadas, en el quinquenio 2001-2005, en una morsa fiscal, con el gasto primario constante y un “sueldo” fijo mensual por coparticipación (que hasta el 2002 inclusive será de 1364 millones para repartir entre todas). Deberán entonces ver cómo manejan sus ingresos tributarios propios para confluir en la meta del déficit cero en el 2005.
Todo este esquema deja por lo menos tres dudas planteadas. Una es si sólo se generará deuda, nacional y provincial, en la medida del déficit, o seguirá excediéndolo. El nuevo proyecto presupuestario nacional para 2001reitera este vicio: como resultado de la reciente ley de Emergencia Económica, la deuda se inflará 2000 millones más que lo exigido por un déficit calculado en 6400 millones. Otra duda es si este pacto Nación-provincias, después de que se firme, será efectivamente cumplido, ya que los anteriores no se cumplieron. Y, por último, si la evolución de la economía real (crecimiento, balance de pagos, desempleo) convalidará toda esta expresión de deseos.

 

Impuestos y revoluciones

“Conviene recordar que la Revolución Francesa estalló –en buena medida- por la reacción popular ante los abusos de una tributación privatizada, y que también el proceso de independencia de los Estados Unidos detonó por el intento de hacer efectivos unos impuestos sobre el té.” Este es el comentario que el último informe mensual de Coyuntura Económica, elaborado por el departamento de Estudios Económicos del Banco Provincia, le dedica al proyecto oficial nacional de entregar a intereses privados la función de recaudar algunos impuestos, incluyendo tareas de control. En el mismo análisis se opina que “la mención de esos sucesos históricos no parece ociosa en un país como la Argentina, donde en los últimos años el afán privatizador no parece arredrarse ante nada, y en momentos como los actuales, cuando el orden social resulta afectado de modo tan evidente por una muy comprometida situación económica”.

 

 

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