La
lustrabotas
Por Enrique Medina
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Termina de beber el cortadito y dobla la página del diario. La
sección Deportes le hace un guiño. Lo distrae. No le interesa
el deporte. Mucho menos el fútbol. Pero se lo calla entre amigos.
No quiere mostrarse desdeñoso hacia aquellos que enloquecen por
los que patean una pelota. Hay mucha demagogia en esto, se dice. Periodistas
de radio y televisión que se hacen los fanas para acoplarse admiradores.
Negocio. Los multimedios encanutados con el fútbol. Todo es negocio.
Nadie se salva en este país, en este mundo. Ruin. Es lo que ella
le dijo en la cara:
¿Te creés que porque estás en el gobierno ya
es suficiente? Vos, lo que no tenés, y te falta, es decencia. La
mierda cuando más sube más huele.
Y él se calló bien la boca. Porque sabe que ella no miente.
Nunca le mintieron las mujeres. Nunca pudo ser amigo de ellas. Luego de
separados, nada de amistad, nada de llamados de teléfonos, ni contarse
la nueva vida. Siempre terminó a las patadas. Y él siempre
cagó a todas. Nunca lo cagó una mujer. Salió indemne
de todos los combates. ¿Cómo hacen las mujeres para meterse
con cagadores? ¿Los olerán? ¿Será el masoquismo
innato lo que las lleva a hacerse cagar?.. Bueno, hay que reconocer que
no sólo he cagado a mujeres se sincera en un pensamiento
neutro, también he cagado a hombres. Los he echado como se
echa los restos de una comida al tacho de basura. Y me he hecho el oso.
He puesto cara de gil. No respondo al teléfono cuando sé
que la llamada es para pedir y no para dar. Siempre ventajero. A pesar
de que ahora tengo un buen cargo. El mejor. Me lo gané. Empecé
de pinche. Me envidian los que están bajo mi poder. Me temen. Esta
es una época de oro, hay que reconocer que entrar en el gobierno
me vino bien. Aligeramos el barco. Y ahora tenemos más ganancias
para nosotros. ¿Que se mueren de hambre?.. ¿Y qué?..
Que se jodan. A mí me va bien. Siempre se murió gente. Eso
no es pecado. Todos van a morir. Yo también, lo sé. ¿Y
con eso, qué? Yo, tengo que salvarme yo. Nadie va a mirar por mí,
nadie. Yo pasé las mías. Cuando me tuve que jugar, me jugué.
Y nadie me daba la hora. Al Jorge lo eché porque me caía
mal, lo reconozco. No me vino a saludar cuando me dieron el puesto. No
le gusta ser cortesano, bien. Tiene su derecho, si no le gusta ser cortesano
que no lo sea, que se joda, por eso lo eché. Tuve que demostrar
mi poder. Si no lo echaba, iba a quedar como que él era más
que yo. Se la gané. Lo eché. Sé que ahora está
muriéndose de hambre. Me llamó, pero me hice el oso. Sé
que no encuentra trabajo en ningún lado por la edad. Tendría
que jubilarse el boludo. Si puede. O que se suicide, qué sé
yo. No es mi problema. Estoy en el gobierno. En lo privado me va bien.
Con la Chela ando bien en la cama y eso no quiere decir que haya dejado
de ser buena secretaria, al contrario; ella cuernea al dorima y yo tengo
cama sin compromiso. Ahora me separo de mi mujer. La voy a cagar bien
cagada. Ni un peso me va a sacar. Me voy a hacer el boludo y le dejo el
auto como si hiciera un sacrificio, para que crea que algo me saca. La
verdad es que me saco el auto de encima. Me voy a comprar ese Mercedes
último modelo. El depa lo tengo a nombre de mi vieja. No problems.
Se acaricia los bigotes. Llama al mozo y pide otro cortadito. Mira la
esquina. Gente caminando. Gente con puestitos vendiendo pavadas. Gente
que baja a tomar el subte. Autos y ómnibus que van y vienen. Un
policía. El bar de la otra esquina. Bar feo. Al que él nunca
fue. El siempre pierde el tiempo en esta confitería. Más
fina. Y más cara. Te alcanzan el diario. Todo está en orden.
Cada uno cumpliendo su papel. Para lo que nacieron. Por eso, convencido
de que cada uno ha nacido para cumplir papeles predeterminados, es que
se siente bien, feliz, ganador. Sabe que hay gente menor que jamás
podría ocupar su puesto. Puesto que, si está en su posesión,
es porque lo merece y se acabó. Igual que esa mujer que en la vereda,
apoyada en la columna del bar, donde están las mesas, vacías
porque hoy hace fresco, trabaja de lustrabotas. Es morocha, muy bien.
No da más que para eso. Es casi anciana y no puede decirse que
sea linda o agradable, más bien lo contrario. De esto está
convencido. Está convencido de que ni de joven ha sido linda. Pero
hay algo que percibe de esa mujer sin llegar a comprenderlo de manera
clara. La ve que lustra con ganas. La ve que habla con el hombre al que
le lustra los zapatos. Hasta la ve sonreír. Y empieza a molestarle
esa mujer. No sabe por qué. Por suerte viene el mozo con el cortadito
y deja de mirarla y retoma el pensamiento que se refiere a su futura ex
mujer. Que es indigna de él. Como él sí es digno
de su trabajo. Y punto. Y no se da cuenta de que la mujer que lustra ha
dejado de lustrar y, de casualidad lo mira, le mira el perfil apenas,
con el pocillo llegando a los labios, y deja de mirarlo enseguida. Esta
mujer, la única lustrabotas del Barrio Norte, y de Buenos Aires,
ha vivido lo necesario como para conocer mucho a la gente, y hay gente
que no merece que ella le dedique tiempo, especialmente las más
fácilmente detectables, las inmundicias que se huelen desde lejos.
REP
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