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DESDE JAPON, ALBERTO FUJIMORI ABANDONO LA PRESIDENCIA DEL PERU
Sólo llamé para decir que renuncio

El presidente peruano Alberto Fujimori llamó desde Tokio al jefe del Consejo de Ministros, Federico Salas, para anunciarle que renunció a su cargo. Todo el gabinete dimitió manifestando su �indignación�. Asumirá el vicepresidente segundo, Ricardo Márquez.

Página/12
en Perú

Por Carlos Noriega
Desde Lima

Acosado por los escándalos de corrupción y ante la amenaza de que el Congreso lo destituyera por incapacidad moral, el presidente Alberto Fujimori dimitió ayer. El segundo vicepresidente Ricardo Márquez anunció que asumirá la presidencia en reemplazo de Fujimori, dando un giro de 180 grados a sus declaraciones de hace dos días cuando anunció que si Fujimori renunciaba, él haría lo mismo. Aunque en los últimos días habían crecido las versiones de una inminente renuncia de Fujimori, el que lo haya hecho desde el extranjero sorprendió a todos. Incluso a sus más cercanos colaboradores. Fujimori no le había informado ni siquiera a sus ministros que pensaba renunciar. La dimisión anunciada desde Tokio tiene un sabor a fuga. Y para muchos confirma las sospechas de que Fujimori está vinculado con las actividades delictivas de su ex brazo derecho Vladimiro Montesinos y que teme ser arrastrado por las acusaciones contra su ex asesor.
Fujimori es hijo de japoneses, por lo que Japón es el país en el que cree tener las mayores seguridades para evitar un posible pedido de extradición. De hecho, su ex esposa Susana Higuchi dijo que Fujimori tiene doble nacionalidad. Nadie en el gobierno ha podido decir cuándo regresará al Perú y muchos dudan que vaya a hacerlo. Difundida la noticia de la renuncia de Fujimori, miles de manifestantes salieron a las calles con banderas peruanas para celebrar, a los gritos de “y ya cayó, la dictadura ya cayó”.
La dimisión de Fujimori se oficializará hoy, a más tardar mañana, con una carta que dirigirá al Congreso. A quien le corresponde asumir la presidencia es al segundo vicepresidente, Ricardo Márquez, ya que el primer vicepresidente Francisco Tudela renunció hace poco más de un mes. Márquez, un empresario textil que a pesar de su puesto como vicepresidente nunca se ha involucrado en decisiones políticas, tiene la imagen de un político débil y poco experimentado para llevar adelante la transición democrática en medio de la grave crisis que sufre el país. En la oposición, la opinión mayoritaria se inclina por pedirle a Márquez que siga el camino de Fujimori y le deje el terreno despejado al presidente del Congreso, el opositor Valentín Paniagua, para que asuma la conducción del Ejecutivo hasta julio del 2001.
Fujimori le envió desde Tokio una carta a su hija Keiko, que se encuentra en Lima, para que se la haga llegar a cada uno de sus ministros. En la misiva, Fujimori les comunicaba su decisión de renunciar, la que les dijo oficializaría en los próximos días ante el Congreso, pero no precisaba la fecha en la que tiene previsto regresar al Perú. Los ministros leyeron, sorprendidos, la carta el domingo muy temprano. A su vez, el vicepresidente Márquez y el primer ministro Federico Salas recibieron sendas llamadas telefónicas. Al otro lado de la línea, y del mundo, Fujimori les anunció que renunciaba a la presidencia para no ser “un factor de perturbación” durante el próximo proceso electoral.
La tranquilidad dominguera de los ministros quedó abruptamente interrumpida. Comenzaron a intercambiar llamadas para ver qué acciones tomaban ante el imprevisto panorama que tenían al frente. Salas decidió comunicarse con un programa radial para hacer pública la renuncia de Fujimori. Entonces se desató el escándalo y estalló la crisis. De acuerdo con fuentes cercanas a la primera dama (o ex primera dama), Keiko Fujimori, los ministros no habrían sido autorizados a hacer pública la renuncia de Fujimori.
Sin salir de su sorpresa, los miembros del gabinete se reunieron en la casa del ministro de Economía, Carlos Boloña, para adoptar una decisión. En el ambiente flotaba el malestar y la desazón. “Nos ha abandonado”, diría luego un abatido Federico Salas. Después de cuatro horas dediscusiones, todos los miembros del gabinete –excepto el canciller Fernando de Trazegnies, que se encuentra en el extranjero– suscribieron un comunicado en el cual señalan que “ante el anuncio del presidente de la república realizado en el exterior del país y en un contexto de grave crisis e incertidumbre respecto de su retorno, debemos expresar nuestra indignación por tan sorpresivo hecho”. Por su parte, el ministro de Defensa, el general Carlos Bergamino, se reunió con el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, que emitió un comunicado señalando su “absoluto respeto a las decisiones que adopten las autoridades constitucionalmente elegidas”.
“Hemos decidido que lo que le conviene al país y lo que le puede dar estabilidad es que se cumpla con la Constitución, y en este sentido estoy dispuesto a asumir la presidencia de la república”, fueron las primeras declaraciones de Márquez luego que la renuncia de Fujimori lo dejara como el virtual nuevo presidente del Perú. Márquez apoyó las duras expresiones de los ministros contra la decisión de Fujimori. “Lamento profundamente la decisión del presidente de la república, estoy en total desacuerdo con su renuncia, todos hubiéramos preferido que regrese y que presente su renuncia aquí, pero él tendrá que responder por su decisión. Todos estamos indignados. Lo exhorto (a Fujimori) a que regrese al Perú”, señaló Márquez. El sucesor de Fujimori anunció que formará un gabinete de consenso con personalidades independientes y adelantó cambios en las jefaturas militares. Márquez aseguró que “va a haber cambios en el sector militar a nivel de la promoción (de Montesinos)”. Según estas declaraciones, los militares de la promoción de Montesinos serían pasados a retiro en los próximos días. En cuanto al ex asesor de inteligencia, el líder opositor Alejandro Toledo afirmó ayer que “existe una hipótesis creciente de que no estaría vivo”.

Claves
Durante diez años, el presidente peruano fue el modelo del autócrata populista latinoamericano exitoso. Con la renuncia de ayer concluyó un acelerado y reciente proceso de descomposición de su gobierno.
En las elecciones presidenciales de abril (con ballottage en junio), Fujimori venció, pero al precio de que los opositores y gran parte de la comunidad internacional gritaban fraude.
Seriamente cuestionado, Fujimori asumió su tercer mandato presidencial. Pero la difusión de un video en el que el monje negro de su gobierno, el asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos, sobornaba a un legislador opositor –para que, pasándose de bancada, asegurara la mayoría parlamentaria oficialista– derivó en un escándalo mayor.
Montesinos buscó asilo en Panamá y Fujimori concertó con la oposición una convocatoria a elecciones adelantadas para abril próximo.
Pero Montesinos retornó al país sorpresivamente hace tres semanas. Mientras Fujimori aparentaba que quería encarcelarlo, se conocieron cuentas extranjeras de Montesinos por más de 50 millones de dólares. Y el mismo Fujimori podría quedar involucrado en el lavado de dinero.
Entretanto, el oficialismo perdió la mayoría en el Congreso y la oposición se aprestaba a tratar la destitución de Fujimori por “incapacidad moral”. En este contexto, Fujimori viajó a una cumbre económica en Brunei. Y de allí fue a Japón, donde anunció su renuncia.
El futuro se presenta complicado. El actual vicepresidente segundo, Ricardo Márquez, sigue en la línea sucesoria por la renuncia, hace tres semanas, del vice primero Francisco Tudela. Pero Márquez es seriamente cuestionado por la flamante mayoría opositora en el Congreso, que quiere su renuncia para que el sucesor sea el congresista Valentín Paniagua.
Hay elecciones generales previstas para abril próximo. Pero ya hay voces, como la de Mario Vargas Llosa, que claman por un adelanto.

JORGE DEL CASTILLO, LEGISLADOR DE LA OPOSICION
“Es lamentable y vergonzoso”

Por C.N.

El congresista y secretario general del partido socialdemócrata APRA (participante en la coalición opositora Perú Posible, que lidera Alejandro Toledo), Jorge del Castillo, analizó en diálogo con Página/12 la renuncia del presidente Alberto Fujimori y adelantó las acciones que tomaría la oposición respecto del tema de la sucesión presidencial.
–¿Por qué cree que Fujimori ha renunciado a la presidencia?
–Creo que su renuncia está vinculada con las denuncias de corrupción. Estoy seguro de que tiene temor a ser involucrado en los cargos de corrupción que se le están haciendo a su asesor, Vladimiro Montesinos.
–¿Qué opina de las razones dadas por Fujimori en el sentido de que no quiere ser factor perturbador en las próximas elecciones?
–Si eso fuera verdad, él habría renunciado en el Perú y no estando refugiado en Japón. Es un hecho lamentable y deshonroso, porque el presidente debía estar en el Perú para renunciar. Es penoso que Fujimori haya renunciado en un ambiente de fuga.
–¿Cuál va a ser la respuesta de la oposición? ¿Van a aceptar su renuncia en el Congreso?
–No sé si el Congreso vaya a admitir esa renuncia. Hay una corriente por rechazar la renuncia y destituirlo.
–¿Como una sanción moral?
–Así es.
–Ricardo Márquez es a quien le corresponde asumir la presidencia. ¿Confían ustedes en Márquez para que dirija la transición democrática?
–Creo que Márquez va a ser sumamente débil para manejar la transición. La tendencia mayoritaria en la oposición es exigir la renuncia de Márquez y formar un gobierno de transición con el presidente del Congreso (Valentín Paniagua). En nuestra opinión, Paniagua es una mayor garantía de serenidad y estabilidad para el país durante este proceso de transición.
–Si Márquez no renuncia, ¿ustedes promoverían su destitución por el Congreso?
–Creo que primero va a renunciar. Pero si no renuncia, entonces habría que estudiar la posibilidad de sacarlo del cargo para que asuma el presidente del Congreso. Para eso tiene que haber causales. Eso es algo que vamos a estudiar. No olvidemos que Márquez ha tenido el mismo origen espurio que Fujimori. Los dos son producto del mismo fraude electoral.
–¿Cuáles son los pasos inmediatos que va a dar la oposición?
–Tenemos que garantizar que el proceso de sucesión se ciña estrictamente a la Constitución. Eso es lo importante.
–Pero eso pone a Márquez en la presidencia, que es lo que ustedes quieren evitar.
–Lo pone en la presidencia por ahora, pero vamos a ver qué pasa.
–¿Existe algún peligro de golpe militar ante esta inestabilidad?
–No, esa posibilidad está totalmente descartada.


Decadencia y caída del Chino que fue un poco Menem y un poco Pinochet

“Gracias Dios, huyó el tirano”. La pancarta frente al Palacio de Gobierno en Lima lo dice todo.

Por Pablo Rodríguez

Se fue como había empezado: de sopetón, en secreto, sorpresivamente. Alberto Fujimori, ahora renunciante presidente peruano (una categoría en la que nunca hubiera querido visitar), entró en la historia del Perú de una manera muy curiosa: su carrera política se limita a una presidencia de 10 años. No era nadie antes de ganar las elecciones presidenciales de 1990, y probablemente (hay que remarcarlo, probablemente) no sea nadie luego de su renuncia-fuga. Y sin embargo, en una década su gobierno hizo casi de todo: instaló una dictadura aceptada por todas “las democracias del continente”, terminó con la guerrilla de Sendero Luminoso, sumergió a su país en las mieles de la “economía globalizada de mercado” e inauguró una gestión gangsteril del poder. Con ustedes, el Chino Fujimori.
No por nada Fujimori anunció su renuncia desde Tokio. Y si no fuera por esta cuestión de que los seres de ojos rasgados “son todos iguales”, cabría hablar de él como “el Japonés”, o “el Ponja”, en lugar de “el Chino”. Luego de las últimas “elecciones” presidenciales, no pocos manifestantes en la Plaza de Armas (frente a la sede del gobierno) gritaban contra el fraude pidiendo que “el Chino se vuelva a su país”. Parece que Fujimori se hizo cargo del pedido.
Pero Alberto Kenjo Fujimori Fujimori es peruano, hijo de dos pobres inmigrantes japoneses. Nació en Lima el 28 de julio de 1938. En la escuela primaria ya tuvo que soportar el hostigamiento de sus compañeros por el solo hecho de “ser japonés” en plena Segunda Guerra Mundial. La carrera de Fujimori comenzó a perfilarse académica: una vez recibido de ingeniero agrónomo, fue profesor de distintos rangos hasta que llegó al rectorado de la Universidad Agraria La Molina. También conducía un programa de divulgación tecnológica en un canal de televisión. Para el año 1989, nadie imaginaba que él pudiera hacer carrera política alguna.
Su lanzamiento a la candidatura presidencial para los comicios de 1990, con un lema desconocido e indefinible llamado “Cambio 90”, causó una mezcla de asombro e ironía. En ese momento, Perú estaba viviendo los últimos coletazos del gobierno de Alan García, al que no le había ido demasiado bien. En este contexto, Fujimori era uno más del pelotón de candidatos pintorescos que corrían detrás de Mario Vargas Llosa, novelista del boom latinoamericano metido a político de éxito. Y Fujimori dio la sorpresa. Ganó las elecciones con un discurso que se destacaba por oponerse al programa neoliberal de estricta observancia del escritor.
Aquí comienzan las inevitables comparaciones con nuestro (también a su pesar) ex presidente Carlos Menem. Porque ni bien asumió, hizo todo lo contrario de lo que había prometido: abrió la economía sin ningún reparo a las inversiones extranjeras, privatizó todo cuanto pudo y se aseguró un miniboom económico hasta 1995. Igual que Menem. Pero, políticamente, Fujimori supo ser aún más audaz que nuestro ex presidente. En 1992, con Sendero Luminoso y otras guerrillas operando en Perú y sin la base política de un partido de masas en que sustentar su poder, el “outsider” Fujimori decidió dar un autogolpe y trabar así una alianza perdurable con las Fuerzas Armadas.
Lo que siguió fue el inicio de un sistema político similar a las muchas dictaduras disfrazadas de la historia, pero que por su color local comenzó a conocerse como “la fujicracia”. La fujicracia nació el 5 de abril de 1992, cuando al autogolpe le siguió la disolución del Congreso, la intervención de todas las entidades estatales y la asunción en la figura del presidente de la suma de los poderes públicos. Al año siguiente convocó a “elecciones” parlamentarias; de ese Congreso fujicrático nació la nueva Constitución que legitimó todo. En esto, Fujimori supo parecerse al ex dictador chileno Augusto Pinochet.
Pero lo peculiar de la fujicracia fue que habría un monstruo de dos cabezas: Fujimori y su asesor de inteligencia, el director del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Vladimiro Montesinos, ex militar y socio de cuanto negocio hiciera el presidente. La dupla exhibióa su favor la derrota de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso, con la imagen de su líder Abimael Guzmán detrás de las rejas en el mismo 1992. Mano dura y éxito económico llevaron a una cómoda reelección gracias a la Constitución modificada a piacere en 1995. Como Menem, después que Menem.
Como el riojano, Fujimori se quedó sin cuerda para su segundo mandato. Ya no hubo éxito económico con que tapar mano dura y flagrantes violaciones de los derechos humanos. Pero, a diferencia de Menem, Fujimori no se bajó del caballo de la re-re: exprimió a la Constitución para un tercer mandato. Y ése fue el principio del fin. Otro candidato que venía detrás y a la carrera, Alejandro “el Cholo” Toledo (que reivindica el Perú incaico), se las arregló para unir a la oposición y disputarle las presidenciales. Habría ganado los comicios si no fuera por otro de los componentes fujicráticos, que lo asemeja al PRI mexicano: fraude sistemático.
Lo que sigue es la historia contada en la página 3. El “Chino” tuvo tiempo de mostrar su buena muñeca, pero se había quedado sin la malla de apoyo político que había tejido en 1992. Fujimori terminó pareciéndose al ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic: insistió con el fraude cuando no tenía margen político para sostenerlo y así le fue. Ahora, Perú tendrá que volver a pensar de qué se trataba la democracia.

LA TRANSICION QUE SE LLAMA RICARDO MARQUEZ
Un reemplazante “cándido”

“Es un hombre bueno, pero tan cándido que podría ser mandado hasta por el portero de Palacio.” Así retrató el ex congresista José Barba Caballero a quien, muy probablemente, sea el próximo presidente del Perú. Ricardo Márquez, de él se trata, es uno más en la lista de outsiders de la política que formó parte de la legión fujimorista. Y será un outsider, pero no un novato: además de segundo vicepresidente actual, Márquez ha sido vicepresidente primero durante el anterior mandato de Fujimori.
El “cándido” Márquez es un ingeniero industrial de 53 años. Es el dueño de la fábrica de jeans más grande del país y era presidente de la Sociedad Nacional de Industrias cuando Fujimori lo convocó para compartir la fórmula presidencial en los comicios de 1995. El ingreso a la política lo dejó algo mal parado ante la opinión pública, pues su madre, Esther Márquez, ya era candidata a la vicepresidencia en una fórmula opositora, y tuvo que renunciar a sus pretensiones para no protagonizar un absurdo choque con su hijo.
En la escasa campaña que hizo se presentó como caso ejemplar de hombre hecho a sí mismo, que salió de la pobreza y se procuró un porvenir próspero. Pero la historia era sólo parcialmente cierta, porque fueron sus padres quienes comenzaron a crecer desde vendedores de medias en una plaza de mercado; a él ya le tocaron las comodidades, incluidos estudios en Estados Unidos.
Su rol como primer vicepresidente pasó absolutamente inadvertido, salvo algunas intervenciones en asuntos económicos. Y su sumisión quedó a prueba cuando para el período 2000-05 Fujimori decidió bajarlo a segundo vicepresidente. Por la renuncia de Francisco Tudela a la primera vicepresidencia, Márquez está encargado de las funciones presidenciales en la ausencia de Fujimori. La oposición ya ha dicho claramente que no confía en una eventual gestión suya. Con igual claridad, él ha dicho que no quiere ceder el paso a la oposición, y renunciar para que asuma el que sigue en el orden sucesorio, el presidente del Congreso, Valentín Paniagua.

 

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