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VICTOR HUGO MORALES
“Qué fantástico es estar sin hacer nada”

Melómano, hombre de radio y deporte, adicto al trabajo y a las horas en el café con los amigos y �arreglando el mundo�, este uruguayo profundamente aporteñado no puede entender su vida sin su infancia de �niño pobre�. Explica por qué prefiere hacer programas de actualidad y admite que nunca probó drogas porque �creo que nunca podría salir�.

Por Juan Castro

–Si tiene que elegir entre tener un programa deportivo y uno periodístico que tenga que ver con la actualidad, ¿qué elige?
–¡El segundo!
–¿No el de música clásica, ni el de tango, ni el de arte?
–El periodístico tiene que ver con la actualidad y si lo hiciera totalmente como quiero tendría de todo. Los programas en general son muy sectoriales, y yo soy una persona de curiosidades múltiples que se siente como pez en el agua en aquello que me permite saltar de un tema a otro, con naturalidad, aunque sea para curiosear. Entonces la actualidad me permite de hecho estar en el deporte, armar una cosa muy linda de Cortázar con un poema con un Cronopio de él que se llama “La gota”, hemos ido con un fragmento de ópera a una pausa y hemos hecho una entrevista o una mención a gente que tiene que ver con la cultura.
–¿Cuesta levantarse para estar a las 7 de la mañana en el canal?
–No, prueba superada, está todo bien. Como me gusta lo que voy a hacer pego un salto, no me he quedado “morrongueando” como dice mi mujer. Aunque hay días que me siento muy cansado.
–Un día como hoy las noticias pasaban por los piquetes, los cortes de ruta, las diferencias del gobierno. ¿Eso lo cansa?
–No. Me cansa no estar lúcido y ver que no me sale nada, que todo lo presento convencionalmente, que lo que estoy haciendo lo podría hacer cualquier persona que estuviera pasando frente a ATC. Cuando te sentís así te sentís muy mal, te habrá pasado porque vos también haces una tarea creativa. El camino trillado, la obviedad, es algo que mi cabeza me la denuncia inmediatamente aunque no siempre puedo luchar contra eso.
–¿Cómo es tenerlo a Alfonsín en la mesa de “Desayuno” cuando en algún momento estuvo desencantado con Alfonsín?
–Porque a la vuelta de los años me di cuenta que mi desengaño no tenía que estar dirigido a Alfonsín sino a la sociedad que Alfonsín quiso manejar de acuerdo a convicciones que comparto. Quiso estar afuera de todo corporativismo: tuvo que pelear contra la Iglesia, los militares, los sindicatos, y una sociedad muy esperanzada en que le den salvaciones y no trabajar por soluciones. El desencanto se fue disipando antes de la aparición de Alfonsín en la mesa de Desayuno, pero después se fortaleció con que le creo, con que me parece que es un hombre que hace un gran esfuerzo por ser honesto y que esto es una moneda poco frecuente en el mundo de la política de hoy. También me provocó una gran admiración cuando apareció por primera vez en el programa. Le dije: “Doctor, hay muchas cosas en juego muy serias, yo no quiero que por una pregunta imprudente generar una situación...” y él me respondió: “usted pregunte lo que quiera de lo que quiera”. Y efectivamente preguntando lo que quisiera surgieron de cada programa situaciones en las cuales él siempre dijo cosas que los medios recogieron. Hace poco llamó a la producción –él es muy amigo del productor del programa, Eduardo Metzger– y pidió si podíamos soslayar el tema Santibañes. Se ve que había un pedido muy puntual que le habían hecho. Como ya me había acostumbrado a que el diálogo era abierto, decidí que él hiciera ese día una columna sin preguntas, que tomara todo lo que había en el medio, entonces él sería el responsable de omitir o incluir lo que él quisiera. Me parece una persona sencillamente extraordinaria, un capital inmenso, pero solitario.
–¿Qué le pasa al gobierno de la Alianza que cuando Alfonsín habla de Santibañes, o de la Convertibilidad o de la deuda externa, parece que habla el Presidente de la Nación, por las reacciones me refiero?
–Las reacciones son absurdas, desencantadoras, le responden hasta lo que no ha dicho. Para cualquier persona de mínima inteligencia estaba claro que Alfonsín no dijo en el programa de Mirta Legrand que no quería pagar la deuda externa, y mucho menos que no había que pagarla. Muyrápidamente los medios y los economistas reaccionaron mintiendo y sobredimensionando porque también en la parte política he descubierto que existe el amarillismo que yo detecto con más facilidad en el mundo del periodismo deportivo. Pienso que algunos medios están tremendamente preocupados de lo que puedan decir los economistas en el exterior porque ellos también tienen algunos intereses que los hacen estar particularmente sensibles. Y después el Gobierno se divide entre economistas que no saben mirar el mundo de otra manera más que como un banco de los Estados Unidos, y políticos que buscan un lugar relativamente cómodo para jugar su propio partido. A mí me parece que el destino de Alfonsín es salir de la política y dar el ejemplo con su ausencia. En este mundo manejado por los economistas que van y vienen de los Estados Unidos, a los que los amenazan, presionan... Si todo está fácil de venirse abajo es porque todo está realmente viniéndose abajo y simplemente no nos avisan.
–¿En la Argentina se gobierna o se acata?
–Se acata. La política económica está diseñada desde afuera al igual que las relaciones internacionales. Los márgenes de movimiento de un gobierno son absolutamente mínimos. La deuda externa, que ya es eterna, no es en estos momentos una intención real que tienen de cobrarla. Ya es incobrable. Es un factor de presión para cobrársela a través de los negocios que se han hecho en todos estos años y que quieren seguir manteniendo.
–¿A través de la deuda externa puede ser que ya no necesiten gobiernos de facto en Latinoamérica?
–En algún momento, cuando la situación social explote y se convierta otra vez en germinador de personas que se tornan demasiado desobedientes políticamente, no va faltar quien esté mencionando la necesidad de mano dura. ¿Para qué quieren una dictadura ahora si la dictadura está? Lo que a través de una dictadura se quiere conseguir lo consiguieron a través de una democracia, y lo dibujaron de una manera maravillosa. ¿Para que van a dar vueltas poniendo dictaduras y desapareciendo gente, mostrándose “malos” si lo pueden hacer siendo “buenos”? En consecuencia, todo lo que querían en tiempos en que impusieron las dictaduras lo tienen ahora. El único problema es que esto se les vaya de madre desde el punto vista social y que entonces tengan que empezar a reprimir duramente. Eso podría generar que nuevamente se dieran las condiciones para que impulsaran la aparición de dictaduras. Pero creo que estamos a salvo de eso simplemente porque no las necesitan.
–Los piquetes y los cortes de ruta en Neuquén o en el Norte cada vez están más cerca de Buenos Aires. ¿Qué quiere decir esto?
–Aquí se van a mezclar, por supuesto, tres o cuatro cosas muy serias: una es la situación social real. Una pregunta que estamos obligados a hacernos es cómo hace la gente para vivir sin comer, para vivir sin una mínima esperanza. Cuando digo la gente no decimos cinco o diez mil, estamos hablando de 15 millones. Es demasiado. Por otra parte está el uso político que de la situación se puede hacer, porque naturalmente ahora es muy fácil ir y agitar las aguas en cualquier sitio porque están allí esperando simplemente un líder. Donde no se rebelan es porque no hay un líder. Si fueran caminando por la calle 50 personas y encontraran a alguien con aspecto de líder estoy seguro que ahí mismo tendríamos una manifestación, un corte de calles o lo que fuera. No caben dudas que los problemas son los mismos pero ahora los que estaban adentro del gobierno están afuera. Tenemos un cóctel muy explosivo al que el Gobierno tendrá que dar una actitud realmente muy generosa. Tiene que ser bombero: ir a apagar los incendios con lo que le pidan, en los límites que tiene, es decir diseñar una idea de que, no sé, dos mil tres mil millones de dólares se le van a ir en apagar incendios que van a aparecer a cada rato en todos lados, porque la situación es explosiva desde hace mucho tiempo pero ahorano son y no se sienten parte del Gobierno los mismos desclasados, las mismas personas que están padeciendo hambre y falta de empleo y una gran desesperanza desde hace muchísimo tiempo.
–Cuando le toca ir a relatar un partido a la provincia de Buenos Aires, ¿no le da miedo cruzar la General Paz, por el tema del gatillo fácil, la mano dura?
–La otra semana fui a provincia y me asombró corroborar que, como en el resto de Latinoamérica, están todas las casas enrejadas de una manera que anuncia por sí sola cuál es el grado de desconfianza que hay en la sociedad. Yo trabajo bastante con el Padre Pepe de la Villa 21 y allí también las casas están enrejadas.
–Se acabaron los códigos de la villa: “el pobre no le roba al pobre”.
–Peor. Me dice el Padre Pepe que no son respetadas ni las personas de afuera que van a ayudar. En otros tiempos eran intocables, hoy día los despellejan. El Padre Pepe tiene como cinco parroquias dentro de la Villa 21 para que la gente no tenga que cruzar la misma villa porque salen de su gueto y en el otro, en el de al lado, el riesgo es muy grande. Se mueve él para que la gente pueda concurrir. Hay gente maravillosa que tiene que convivir con gente pesada y con ecuaciones más raras. El nuevo componente de toda esta historia es la droga, que apareció muy fuerte en los últimos 15, 10, 5 años, y cada vez más. Esta es una sociedad que generó en un solo año trescientos cincuenta mil nuevos pobres en Capital y Gran Buenos Aires.
–¿Qué es “hacerse de abajo”?
–A veces una casualidad o talento para algunas cosas o golpes de fortuna. En mi caso es una sucesión de golpecitos de fortunas para los que estaba relativamente preparado con un cierto bagaje personal.
–¿Hay algún compañero suyo del colegio que haya descollado en su actividad como lo hizo usted?
–Sí. Hay una compañera que es una periodista muy conocida en Uruguay.
–¿Quién se hacía la rata cuando eran chicos?
–Nunca me hice la rata porque mi mundo más lindo era el colegio; no era un buen estudiante pero era feliz. Tenía los amigos, los juegos, y cierta facilidad prácticamente para todas las materias. Por otra parte, en los pueblos chicos hacerse la rata es casi una tontería porque el tiempo de ocio es muy grande.
–En un pueblo chico las diferencias sociales son más notorias que en las ciudades. ¿Alguna vez de chico pensó “por qué a mí me tocó ésta y tal vez al compañero de banco le tocó otra completamente distinta y él tenga mas oportunidades que yo por un tema económico nada más”?
–Tenía un poco de resentimiento social que en realidad estaba vinculado a la envidia que me provocaba que todas las chicas lindas le daban bolilla a los hijos del doctor o de los comerciantes ricos y muy poca a los muchachos pobres como yo. Quería mucho a los profesores que trataban a todos por igual, o sea que había algo en mí que estaba muy alerta sobre el trato injusto o desigual que pudieran darnos. Pero tenía una atenta observación desde la condición de persona que corría el riesgo de verse un poco no tratado como él deseaba en función de esos aspectos sociales y económicos de un pueblo. Son malas las sociedades chicas.
–¿En qué momento comenzó a conocer chicas que no se fijaran en el hijo del doctor?
–A los 16 años me fui de Cardona, que es mi pueblo natal. Ahí empezó una etapa distinta: ya no se sabía de dónde venía, ya no tenía una historia conocida de muchacho de familia clase media tironeada para abajo. En Montevideo, aquella tensión que tenía sobre los tratos y demás se desvanece. Es muy difícil ver mi vida de los 16, 17, 18 años que es la que transcurre en Montevideo. Muy rápidamente empiezan ciertos éxitos personales: enseguida consigo trabajo en radio que implicaba un ciertorenombrón social en la pensión donde vivía y en la vida del colegio. A los 18 años muy rápidamente me convierto en relator y comienzo a viajar por el mundo. Se me empezaron a dar cosas muy fuertes que aventaron los vestigios, aunque no definitivamente, de las huellas de ese resentimiento que te marcan aquellas primeras experiencias de ver un trato desigual, de tener que sufrir ciertas bofetadas mal dadas por la vida en función de las cuestiones económicas.
–¿En qué cosas del presente identifica ese resentimiento?
–Yo le llamo resentimiento pero también podría ser “pertenencia” a una condición social. Hace muchos años que estoy bien económicamente, que me cierran las cuentas pero nunca he podido pensar de una manera distinta a como pensaba políticamente en aquellos tiempos. Soy una clase media con mucha cultura y esa es la forma de protegerse frente al poder de los que tienen. Cuando se produce un problema siempre tomo la posición que hubiera tomado cuando tenía 14 o 15 años.
–Mas allá de no tener inconvenientes económicos en este momento, ¿tiene miedo de terminar sus días pidiendo en la calle?
–No, no, a veces fantaseo con que me va mal y sólo me preocupa el tema de los hijos míos que han crecido sin las defensas que a mí me dio la vida por haber nacido en un hogar de clase media. Mis hijos crecieron con ciertas ventajas y no creo que uno sepa generar las defensas para que, desaparecidas esas ventajas, la vida siga siendo fácil como les ha resultado hasta ahora. Me preocupa ese aspecto. En lo personal no tengo ningún tipo de problema, dicho esto desde la más profunda convicción, en vivir con limitaciones y afrontando problemas económicos. Me va a costar mucho dar un nuevo foco a la vida de mis hijos pero yo no tengo problemas.
–¿Les enseñó a ser solidarios a sus hijos?
–Sí. Soy una persona muy solidaria y vivo constantemente pensando en esos temas (que también tienen que ver con el origen), y creo que ellos maman ese tipo de conductas. Son algo más egoístas que yo pero en líneas generales tienen conciencia social. Pienso que saben dónde están parados y no dejo de darles elementos para que sean observadores lúcidos de la vida y no observadores frívolos de lo que pasa. Además siempre los tengo aterrados con lo que a mí me puede pasar en mi profesión y cómo ciertas cosas se desbarrancarían, con lo cual les hago sentir un poco que son hojitas en el viento ellos también. Cuando uno piensa así es más fácil ser solidario.
–¿Probó drogas alguna vez?
–No.
–¿Que pasa si un día abre la puerta y...?
–¡No! Yo soy un tipo con tremendas adicciones. He tenido la curiosidad del “¿cómo será?”. Pero tengo la certeza de que caería para siempre. No sabría entrar y salir. Creo que se entra y se sale en algunos casos. Conozco muchos casos de gente que ha entrado, probó y salió.
–¿Cómo manejó el tema con sus hijos? Porque son más chicos, son jóvenes, tienen el tema de la trasgresión. ¿Que pasaría si un día abre la puerta del living de su casa y se encuentra con uno de sus hijos fumando un porro?
–Bueno... drama... drama, afrontarlo como tal, mucho dolor, mucha preocupación y mucha ayuda y mucho plegarme a lo que pudiera ocurrir.
–Y si su hijo le dice muy relajado, con respeto: “Papá, dejate de joder, me estoy fumando un porro nada más”.
–No hay ámbito para que se genere ese diálogo. Vivo haciendo contracultura no sólo respecto a la droga, sino con relación a la televisión, al entretenimiento, a todo lo que a mí me parece que tomado como una dirección única de la vida es un peligro. Los saco mucho de la casa, soy un tipo de mucho salir, comparto mucho cine y mucha música con ellos. No tengo escala de autoridad dentro de la casa. En realidad siempreme dio mucha vergüenza que me respetaran por padre y no en otra parte de la relación.
–Hablando de contracultura ¿por qué hay mucha gente que piensa que la música clásica solo sirve para relajarse?
–A mí me sirve para excitarme, motivarme y energizarme. El que dice que escucha música clásica para relajarse, ya sé que no le interesa la música clásica. Creo que todo lo que se puede hacer por los chicos en cuanto a oír música clásica es bueno. También como forma de contracultura con mi hijo voy a ver Aerosmith, no tengo ningún problema. Y además disfruto y les muestro que disfruto y él me cree que disfruto. Pero también lo llevo a ver jazz, tango, ópera y después él va acordándose, dirigiéndose, y aprende a estar tres o cuatro horas consigo mismo viendo de pronto un concierto o viendo una ópera y a mí me parece que eso es bueno, que eso hace mucho bien.
–¿Cuál es el placer que encontramos los hombres en salir de copas con amigos?
–Soy más de salir de café y lo hago con amigos. Me encanta el ocio, es lo que más me gusta. Muchas veces estamos en el Tortoni a las cinco de la tarde, dos horas ahí charlando (cuando no hago el programa) arreglando el mundo, entra uno, se va el otro y muchas veces hago el comentario en voz alta: “qué fantástico es estar sin hacer nada”. La ambición descansa, uno siente que es mejor persona, que nadie te hace daño ni podés hacerle daño a nadie. Me siento muy identificado con el momento de no hacer nada, incluso ni de hablar siquiera. Cuando estas con gente de mucha confianza (que podés no hablar) quedarte en la contemplación de las cosas es todavía más perfecto.
–Va de cafés a las cinco de la tarde, ese es el plan. ¿Qué pasa si uno de sus hijos dentro de un par de años le trae una novia de 14 años cuando él tiene 28?
–Nada. Me presentará alguna duda sobre como ha venido madurando. Siempre uno se va a reservar una opinión para la “novia del hijo” o el “novio de la hija”, pero soy de meterme poco. Hay márgenes de libertad que yo he asumido con tal fiereza en mi vida que me advierten de tener el mismo comportamiento con mis hijos: doy márgenes de libertad. Si me escucha mi hijo me manda al diablo porque va a decirme que hay un lugar en el que todavía no he transado: no tengo problemas que vaya a donde quiera pero que vaya de una manera que yo sepa “cómo va y cómo vuelve”.
–¿Qué edad tenía cuando conoció a su mujer y qué edad tenía ella?
–Ella tenía 14 años y yo tenía 28.
–¿Y qué pensaba su suegro?
–Mi suegro pensó muy mal, legítimamente. Nos pusimos de novios cuando ella tenía 16 (en realidad a los 14 la miraba y la llamaba). Ya estando de novios mi suegro me dijo: “bueno, a partir de este momento sos un hijo más, espero que no me defraudes”, una cosa bastante elemental. Pero peleó mientras le pareció que podía ser una tontería.
–¿Qué le falta?
–No tengo nada que pedir. No tengo ni objetivos ni nada. Estoy haciendo el camino. Disfruto del camino, dejo que las cosas fluyan, no me presiono con más objetivos, no quiero nada más.
–¿Le gustaría dominar algún instrumento musical?
–Me gustaría pero la falta de talento es total, definitiva y asumida. Pero como contraprestación Dios me ha dado una actitud de espectador vigoroso, de ver cuatro cosas distintas en un solo día: una película, una obra de teatro, un concierto y un recital tarde a la noche sin ningún tipo de problema.
–Mientras haya Víctor Hugo no va a haber problemas de crisis de teatro o cine entonces.
–En cada uno de los sitios donde estoy normalmente he pagado mi entrada. Esto lo digo porque los artistas te invitan y yo siempre paso por la boletería y en el momento se produce a veces una discusión y la idea mía es que soy tan espectador que me gusta pagar para esa condición de espectador. Me van a dar algo y yo tengo que merecerlo. Y a veces la manera de merecerlo es la entrada.

POR QUE VICTOR HUGO MORALES

Por Juan Castro

El hombre que se hizo a sí mismo

Revisando la vida de Víctor Hugo Morales, me encontré con la experiencia de un hombre que se hizo a sí mismo. De un comienzo humilde despuntó a través de su pasión por el fútbol su vocación periodística y se convirtió en el “Relator de América”, y en un profesional que si hoy tiene que elegir entre el deporte y el periodismo general, opta por hacer “Desayuno” de lunes a viernes a las 7 por el 7. Morales apuesta, no juega a lo seguro.
Entrevistar a Víctor Hugo y evitar el tema deportivo no fue un desafío, da la impresión de tener un día de 48 horas, con tiempo para ser cabeza de familia, trabajar, disfrutar de sus amigos, ir al cine, al teatro, ser espectador de recitales de rock y conciertos en el Colón, y hasta le sobran dos horas para dormir una merecida siesta... ¿Demasiado bueno para ser verdad? Morales tuvo el talento para armarse una vida a su medida... y la disfruta, sin desconocer sus orígenes, miedos, neurosis, talentos aciertos y errores.
Ninguna pregunta es menor para él, piensa, busca, encuentra, expone sus contradicciones (una más interesante que la otra) pero en ningún momento cruza su propia línea ética, se conoce y sabe cuál es su límite.
Sus casi dos metros intimidan de la misma manera que podría intimidarnos el abuelito de Heidi (todos tuvimos un grandote buenazo en nuestro grupo de amigos). Es muy agradecido por la vida cómoda que lleva, pero el no haberlo tenido todo cuando era chico lo pone un tanto inseguro a la hora del futuro: sabe que no tiene nada ni comprado ni asegurado, lo que tal vez sea para él un motor para superarse día a día.
Cuando habla de sus hijos muestra los mismos miedos que tienen los padres que miran su programa de noticias, no sólo por si vuelven o no a casa, sino también por el país que su generación nos esta dejando, que es muy distinto al país de nuestros abuelos en el que poder decir la frase “mi hijo, el profesional,” era sinónimo de progreso.
Un clon de Morales nacido en Uruguay en el 2000 no tendría ni la mitad de posibilidades que las que tuvo el verdadero Víctor Hugo: una pena, nos lo perdemos todos.

 

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