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A Dios rogando y con empresas �éticamente correctas� operando

Una monja francesa administra 250 millones de francos de 60 congregaciones. Eso sí, invierte en empresas �éticamente correctas�.

Por Joaquín Prieto*
Desde París

A sus 70 años bien conservados, la hermana Nicole presenta un aspecto distinto del paisaje de hábitos negros que se acostumbra ver en los conventos. Lejos de arredrarse ante los demonios financieros, esta ex profesora de Geografía e Historia, actualmente ecónoma de la congregación de Notre Dame, preside una asociación dedicada a buscar las mejores rentabilidades para los dineros aportados por 60 congregaciones religiosas y otras 140 personas más, a título individual.
Nadie diría que el discreto edificio de la calle de La Croix Nivert, donde trabaja, es el lugar desde el que se vigila una inversión global valorada en 250 millones de francos, emplazada principalmente en valores del CAC 40, el índice bursátil, sin perder de vista las bolsas de Estados Unidos y de otras plazas del planeta. Ningún signo externo permite al visitante identificar el lugar exacto, como tampoco resulta fácil descubrir en el interior crucifijos, imágenes u otros símbolos católicos.
Pero el caso es que aquí trabaja una monja que lleva 17 años de pelea con las cotizaciones bursátiles. Y sobre todo con el diablo que se pasea por ellas, capaz de agitar cualquier escándalo. “Tenemos que invertir asegurándonos de que las empresas en que lo hacemos sean éticamente correctas”, explica.
“Cuando fundamos la asociación ‘Etica e Inversiones’, que en el origen era sólo para religiosas, empezamos a reflexionar sobre los problemas de invertir en Bolsa. Comenzamos por definir unos criterios junto con el Comité Francés de Patronos Cristianos. Una empresa ética es la que contribuye al desarrollo de todas las personas que trabajan en ella, de sus proveedores o de sus clientes. Nos hemos informado de la política social de cada empresa: si explota a las personas o contribuye al desarrollo duradero y al respeto por el medio ambiente.”
La asociación funciona a través de un contrato con la sociedad Meeschaert, una gestora profesional. Tienen constituidos dos fondos, uno de carácter conservador y otro “dinámico”, en expresión de la hermana Nicole. El más tranquilo ha conseguido un resultado del 9 por ciento promedio en los 17 años transcurridos desde su creación, mientras que la rentabilidad del más agresivo ha alcanzado el 25 por ciento desde 1998. Pero el año 2000 le preocupa: “Puede ser un pequeño crash”, desconfía. Al igual que a otros muchos inversores, le tienta la nueva economía, pero...
¿Son capaces de desperdiciar una empresa con buenos resultados si no les parece éticamente aceptable? Ella dice que sí. ¿Invierten ustedes en Dassault? “¡Ah!, desde luego que no; ni en Dassault, ni en Matra, ni en Thompson, a causa de los armamentos; tampoco en los laboratorios que fabrican la píldora abortiva. Los medicamentos son buenos, pero depende de cuáles.” ¿Y en energía nuclear? “Bueno, es que en Francia prácticamente toda la electricidad es de origen nuclear...”.
¿Qué tal las petroleras?, se le vuelve a preguntar. La hermana Nicole esboza una sonrisa al evocar la pelea con TotalFina/Elf, uno de los grandes monstruos empresariales de este país: “Hemos discutido mucho con ellos a causa de Birmania”. Las monjas temen que haya habido colusión entre esa empresa francesa y la dictadura militar birmana; por ahora mantienen colocado un 6,5 por ciento del fondo más conservador en TotalFina/Elf y también un 6,9 por ciento del fondo más agresivo. La hermana Nicole deja que sus manos ayuden a su rostro tímido a expresar que quizá sería mejor venderlo.
La finalidad de todo este montaje ético-financiero, según su fundadora, no es otra que asegurar la vejez a las 50.000 monjas que hay en Francia. Cierto es que existe una caja de pensiones, nutrida con fondos estatales, que asegura a cada religiosa alrededor de 2000 francos por mes, lo cual esinsuficiente. “Para vivir hay que contar con 10.000 francos por mes”, sostiene. La hermana Nicole alude, sin nombrarlo, al problema de la crisis de vocaciones religiosas. “Se trata de hermanas en su mayoría de edad avanzada. Muchas de ellas han trabajado sin remuneración y ahora necesitan pagar a personas laicas en instituciones especializadas para que las cuiden”.
Más de 31 millones de dólares, bien colocados, deben dar mucho de sí. En una gran proporción, ese dinero procede de la venta de propiedades inmobiliarias. Se dice que en Francia hay 2000 millones de francos invertidos en fondos condicionados por razones éticas. “Pero nosotros fuimos los primeros; los demás han surgido en los dos o tres últimos años”, concluye Nicole.
*De El País de Madrid, especial para Página/12.

 

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