Por
Horacio Cecchi
Dos
nudos decidirán hoy buena parte de la suerte del médico
Hugo Salazar del Risco, acusado de armar una bomba casera que provocó
la muerte del Pelado Jorge Daniel Brítez, de apenas
11 años, y serias heridas a su compañero Maximiliano Piris,
de la misma edad, en la pequeña colonia misionera de El Alcázar,
hace poco más de dos años. Desde el lunes pasado, cuando
se inició el juicio oral y público contra el médico,
desfilaron ante los jueces del Tribunal Penal 1 de Posadas testigos y
pruebas que apuntan de una manera abrumadora contra Salazar. Pero hoy
el caso ingresará en su punto de inflexión: dos peritos
médicos describirán los dos nudos que sujetaban el sistema
que detonó la bomba. Durante la instrucción, los mismos
peritos definieron esas dos ataduras como nudos de cirujano
y sostuvieron que sólo un médico sería capaz de realizarlos.
Si se cumplen los plazos previstos, el próximo miércoles
se dará lectura a la sentencia. Recién entonces, quizás,
la familia Brítez y los colonos del pequeño pueblo perdido
en el monte misionero puedan aflojar ese otro nudo, molesto e insidioso,
que desde hace dos años, un mes y siete días oprime sus
gargantas.
El hecho que conmovió a El Alcázar ocurrió en la
mañana del 15 de octubre de 1998. La hipótesis del autoatentado
comenzó a delinearse desde el comienzo y el médico quedó
procesado por homicidio.
En el juicio, las pruebas que pasaron ante los jueces Demetria González
de Cantero, Roque González y Angel de Jesús Cardozo, respondieron
a un minucioso trabajo de la parte acusadora para reconstruir el origen
de la bomba casera. Tan sólo la caracterización psíquica
de Salazar del Risco, provista por dos peritos psiquiatras y una psicóloga,
permitió al tribunal conocer a quién tenían sentado
en el banquillo de los acusados: los dos primeros sostuvieron que el médico
comprende la criminalidad de sus actos y dirige sus acciones.
La psicóloga lo caracterizó con impulsos agresivos
destructivos difíciles de manejar y agregó que se
infieren rasgos de personalidad paranoides, delirios persecutorios, acompañados
de conductas manipuladoras.
Siguió un médico de la misma localidad, Víctor Valenzuela,
que vive a 300 metros de la casa de Salazar, en cuya puerta estalló
la bomba. Valenzuela acudió a auxiliar a Maxi Piris, ya que, según
confirmó después la testigo Andrea Jacob, Salazar no abrió
la puerta pese a sus desesperados pedidos de auxilio. Ese es el
detonante de la bomba, le dijo Salazar a Valenzuela, señalando
parte de una birome, minutos después del estallido y cuando aún
nadie sabía en qué consistía el mecanismo. Los investigadores
reconstruyeron la birome y lograron determinar que era del mismo tipo
que las provistas en la escuela Navidad, donde concurrían las dos
hijas de Salazar.
La declaración de Valenzuela fue ratificada por el vecino Ireneo
Zimer y por Lilian Widman, quien aseguró que el acusado levantó
del suelo un trozo de la bomba después se determinó
que era parte de un matafuego que contenía la pólvora y
los clavos, le dijo: Este es un pedazo de espoleta,
y lo tiró al suelo, dos horas antes de que llegaran los peritos.
Esos testimonios desvirtuaron la declaración de Salazar en su indagatoria,
cuando sostuvo que los amplios conocimientos sobre el mecanismo de la
bomba los había escuchado de boca de los peritos.
Fue clave el testimonio de Ramón Fraga, quien pasó con su
bicicleta frente a la casa de Salazar minutos antes del estallido. Fraga
insistió en que el maletín médico donde se encontraba
la bomba ya estaba colocado en la vereda, y el portón del garage
estaba abierto. Salazar había sostenido que había cerrado
con llave y candado las puertas de su casa durante la noche, y que recién
las abrió después del hecho.
También fue determinante el testimonio de Juan Carlos Grebinsky,
albañil y amante de la pesca, que había realizado una ampliación
en la casa del acusado. En una oportunidad, según aseguró
el testigo, mientras preparaba una mezcla de cemento, llegó Salazar
con una valija de pescador, parecidaa la utilizada para la bomba. Los
dos hombres comenzaron a charlar sobre temas de anzuelos y tanzas, hasta
que Salazar le advirtió: Pero esta caja también sirve
cuando alguien te molesta. Le ponés una bomba adentro y lo hacés
mierda.
Alejo Bermúdez, uno de los tres peritos policiales que participaron
en los allanamientos a la vivienda del médico, declaró que
allí encontraron un taller de carpintería equipado con herramientas
muy avanzadas. Entre ellas, un vernier para calibrar diámetros.
De acuerdo con las pericias, el hueco por donde se introdujo el detonador
había sido abierto con tanta precisión que se descontaba
que el uso de un instrumental especial.
Hoy, si los peritos ratifican que se trató de dos nudos de cirujano,
otro nudo se estará cerrando en el futuro de Salazar del Risco,
ex médico de pueblo.
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