Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

De pingüinos y otros animales

Por Alfredo Grieco y Bavio

Según una descripción ya célebre, una familia sale de su casa en un fin de semana, en un auto cómodo y propio, con víveres surtidos, de paseo hacia la naturaleza, próxima y accesible en las afueras del suburbio que habitan. Pero tienen que superar el obstáculo de caminos mal cuidados y mal señalizados y la naturaleza que encuentran está degradada por la polución industrial. Este cuadro de costumbres norteamericanas de la década del 50 se debe el economista J. K. Galbraith; puede leerse en su libro La sociedad opulenta. La suya es una visión más o menos idílica de un país de ciudadanos ricos, pero cuyas existencias acaban arruinadas por un Estado, aunque no pobre, al menos muy avaro y distante, en sus niveles federal, estadual y comunal. Si Florida se convirtió en el ojo del huracán de la elección presidencial 2000, se debe a la vigencia de la moraleja de la viñeta de Galbraith. Boletas electorales diseñadas para gastar el mínimo de papel, máquinas que sobreviven desde la década de 1950 y que cuentan, mecánica e imperfectamente, a esas mismas boletas “mariposa”, imperfectamente perforadas por votantes muy imperfectamente anoticiados de cómo debían hacerlo para que los votos fueran considerados válidos por autoridades más bien renuentes a convalidarlos.
En otro libro célebre, La isla de los pingüinos, el novelista francés Anatole France había imaginado una Francia futura e inquietante. En esta sátira, habitantes miserables circulaban por un país de una prosperidad inexorable. El Estado era infinitamente rico; sus ciudadanos, infinitamente pobres, dice France. Sus votos serían, imaginamos, siempre bien contados y sin dar lugar a litigios. Para France, Premio Nobel y socialista, el problema de la representación no era de una importancia abrumadora, sino sólo formal, frente a otros, más sustantivos, como el de la distribución de la renta. Sin embargo, su novela, que conoció el éxito en Estados Unidos, muestra la verdadera pesadilla de los norteamericanos. Bush y sus partidarios la celebrarían. Porque prefieren su Estado, pobre, del más bajo perfil, que acepta los resultados del primitivo sistema mecánico y juega con reglas imperfectas y soluciones más imperfectas, antes que uno, incapaz de cumplir con plazos y fechas constitucionales, que se someta a revisiones exhaustivas, a conteos manuales. Pero una reforma, centralista y unificadora, parece una de las novedades más inescapables que vendrán tras la elección del siete de noviembre.


 

PRINCIPAL