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DARIO FO SERIA CANDIDATO A LA ALCALDIA DE MILAN
El último reto del transgresor

El actor y dramaturgo italiano fue tentado por un grupo de izquierda. �Antes de dar el sí debo saber lo que piensa la gente�, dijo.

Por Lola Galán
Desde Roma

El actor, autor dramático y juglar por antonomasia de la escena italiana, Darío Fo, vuelve a dar que hablar en Italia, casi tanto como en octubre de 1997, cuando la Academia Sueca decidió otorgarle contra todo pronóstico el Premio Nobel de Literatura, levantando un clamor de críticas entre los escritores y no pocos políticos de su propio país. Las razones de su notoriedad no son artísticas en esta ocasión. A los 74 años de edad, Fo ha decidido que no es tarde para cambiar de oficio y se dispone a pasar del escenario teatral al político. El Nobel ha decidido recoger el guante que le ha lanzado un semanario minoritario de izquierda y postularse como candidato a la alcaldía de Milán, su ciudad. Fo, ha dado un primer sí condicional porque, como él mismo explicaba en una entrevista publicada por el diario milanés Il Corriere Della Sera, “antes de dar el sí definitivo tengo que saber lo que piensa la gente”. Los ciudadanos de a pie, se entiende, los que sufren los atascos, la contaminación y las dificultades del día a día en la gran capital financiera de Italia. “Les preguntaré a los taxistas, a los guardias, a los comerciantes, a los profesores, a los estudiantes, a los obreros, aunque me parece que me va a costar encontrar uno”, comenta Fo, dejando entrever un sorprendente entusiasmo por la cosa pública, convencido de que su elección al frente del ayuntamiento de la capital lombarda puede “devolverle a Milán el corazón perdido”.
El guante se lo lanzó el periodista de izquierda Enrico Deaglio, que en una información electoral de su Diario Della Settimana propuso a Dario Fo como el candidato con garra suficiente para arrebatarle la alcaldía a Gabriele Albertini, el discreto profesional de Forza Italia, que la conquistó en 1997 ante un frágil candidato del centro-izquierda, Aldo Fumagalli. Deaglio está seguro de que un tipo tan campechano como Fo “capaz de hablarle al rey de Suecia igual que a los habitantes de la periferia”, y tan conocido internacionalmente, puede atraer la atención del mundo sobre Milán, y darle un poco de vida adicional a la capital de la moda y las finanzas en una zona de Italia en la que, desde hace años, las elecciones sólo las gana el centro-derecha.
La propuesta de Deaglio y la inicial aceptación de Fo han tomado por sorpresa a los partidos del Olivo (la coalición de centro-izquierda) que, por el momento, no han hecho comentarios. Un mal presagio, aunque la coalición busca desde hace meses “caras nuevas” para encabezar las listas en las elecciones municipales, que se celebrarán en el 2001 en las principales ciudades del país. De ser posible gente con prestigio, ajena a la política, en línea con la iniciativa de la oposición que conquistó Bolonia, un feudo rojo, gracias a los buenos oficios de un carnicero muy conocido, capaz de hablarle a la gente con su mismo lenguaje. El Olivo había ofrecido incluso al industrial milanés Massimo Moratti, la candidatura a la alcaldía milanesa, pero tras muchos titubeos Moratti la rechazó. La oportunidad de oro llega ahora con Fo, que enarbola un programa verde por los cuatro costados. Contra la contaminación, contra los alimentos genéticamente modificados, a favor de una ciudad más humana que no rechace a los minusválidos, y sobre todo, abierta de miras. Un programa que, como adelanta Deaglio, “ofrece medidas radicales contra el tráfico, propone la creación de centros culturales internacionales, servicios de ayuda a los universitarios” y algo tan misterioso como “una política innovadora frente a la inmigración”.
El autor de Mistero Buffo y Muerte accidental de un anarquista, que se vanagloria de haber vivido toda su vida fuera de las estructuras organizadas (partidos, instituciones, etcétera) sueña ahora con presidir el ejecutivo de la ciudad, aunque sólo sea para hacer realidad su sueño de una Milán mejor; “un sueño que acaricio desde hace 30 años”, dice Fo. Y aquien se interroga sobre la aparente contradicción de ver a un tipo anárquico aprobando presupuestos, Fo les recuerda que lleva “50 años administrando presupuestos en su compañía teatral”. Atraerse el voto católico, máxima obsesión de la izquierda italiana, se presenta como una empresa incierta, y mucho más para un transgresor como él. “También tengo algún que otro fan en ese ámbito”, precisa el autor. “Creo que el cardenal Martini siente cierta simpatía por mí.” Sin contar con lo que gustó a frailes y religiosos su reciente montaje de la vida de San Francisco de Asís. Más difícil será vencer la resistencia del centro-izquierda, donde las simpatías por Fo no son todo lo unánimes que cabría pensarse. De la izquierda llegaron las principales críticas cuando recibió el Nobel.

 

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