Por
Pablo Rodríguez
Lo
de Alberto Fujimori no es (tan) nuevo en Latinoamérica: que un
presidente no termine su mandato, o que lo termine pero envuelto en escándalos
de corrupción, o que más allá de que lo termine o
no proyecta la sombra de esa entelequia llamada ingobernabilidad,
son hechos de una inquietante frecuencia en esta región del mundo.
En apenas 11 años, la lista de los países que transitaron
por algunos de estos dramas es larga: Argentina, el mismo Perú,
Ecuador, Venezuela, Panamá y México. Y eso que esa lista
no incluye intentos, exitosos o no, de golpe de Estado, ni crisis económicas
terminales que supieron convertir a algunos países en tierra de
nadie. Marchen unos suspiros de fatiga para las democracias imperfectas
de América latina.
En orden de semejanza con la situación actual del ex presidente
peruano Alberto Fujimori, la saga de Fernando Collor de Mello puede encabezar
la lista. Es más: hasta puede ser que Fujimori haya recordado el
destino de Collor de Mello. Resulta que el brasileño había
sido elegido presidente en 1989 gracias a un discurso en el cual, cuándo
no, la lucha contra la corrupción ocupaba el lugar central. Al
poco tiempo de su asunción en 1990 estalló el escándalo.
Como le ocurrió a Fujimori en las últimas semanas, Collor
de Mello se vio ante la necesidad responder por lo que hizo su asesor,
en este caso su tesorero de campaña Paulo César (PC) Farías,
que acumuló al menos 30 millones de dólares de dudosa procedencia
en cuentas fantasma. El caso llegó al Senado y el impeachment por
denuncias de tráfico de influencias y malversación de fondos,
ratificadas por el hermano de Collor de Mello, ya estaba listo para salir.
Y allí Collor de Mello renunció.
Justamente en aquel año, 1992, el presidente venezolano Carlos
Andrés Pérez inauguraba otra fórmula de caos: corrupción
más ingobernabilidad. En 1989, como reacción al severo ajuste
neoliberal propuesto por el gobierno, había estallado el Caracazo,
una rebelión popular que terminó con 300 muertos, 2000 heridos
y hasta desaparecidos. Tres años después, el hoy presidente
de Venezuela Hugo Chávez armaba un golpe de Estado fallido que
le serviría, sin embargo, como trampolín de su carrera política.
Y al poco tiempo, sobre un país devastado, CAP (como se conoce
a Pérez en Venezuela) era procesado por el Congreso por presunto
enriquecimiento ilícito y por la Justicia por malversación
de fondos públicos. CAP no siguió el camino de Fujimori
o de Collor de Mello: siguió en su cargo hasta que fue destituido
y condenado a dos años de cárcel.
La
suerte fue mejor para Carlos Salinas de Gortari en México o para
Alan García, quien antecedió a Fujimori en el poder en Perú.
Salinas consiguió terminar su mandato en 1994, pero la estela de
la transformación económica neoliberal que impulsó
en México fue fatal. Al poco tiempo de la asunción del actual
presidente Ernesto Zedillo, estalló la debacle económica
conocida como tequilazo. Y luego se destaparon varios escándalos
financieros que implicaban a Salinas y a su hermano, Raúl, que
fue condenado a 50 años de cárcel por algo peor aún:
la autoría intelectual del asesinato del entonces secretario general
del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), José
Francisco Ruiz Massieu. Para entonces, Carlos Salinas estaba cómodamente
instalado en Dublín, Irlanda. Cuatro años antes, en 1990,
Alan García había conseguido cumplir su mandato, pero no
sin dejar un país completamente arrasado por la hiperinflación;
luego caería sobre él el brazo largo de la Justicia por
enriquecimiento ilícito. Como Salinas, consiguió exiliarse
a tiempo.
Se pueden citar otros dos casos muy particulares. Uno es el del general
Manuel Antonio Noriega, ex presidente de Panamá, hostigado por
Estados Unidos por su supuesta participación en el masivo tráfico
de drogas en su país. Su carrera terminó mucho peor: el
entonces presidente norteamericano George Bush (padre) ordenó la
invasión a Panamá, en una operación en la que murieron
2000 personas. Noriega fue llevado a Estados Unidos, donde fue juzgado
y condenado, y después fue condenado por lavado denarcodólares
en Francia. El otro caso es el de Abdalá Bucaram, presidente de
Ecuador, que fue destituido por incapacidad mental y posteriormente
procesado por varios casos de corrupción. Se exilió, justamente,
en Panamá.
Parece ser que lo que une a todos estos personajes es la corrupción.
Quizás este haya sido el razonamiento del presidente colombiano
Andrés Pastrana (su antecesor en el cargo, Ernesto Samper, también
supo rodearse de narcoproblemas), que habló ayer justamente en
la cumbre de la Comunidad Andina de Naciones en la que Perú, miembro
integrante, no estuvo representado. La corrupción es el cáncer
de la política y así como el cáncer es un desorden
de las células que termina degradando lentamente todo el cuerpo,
aquélla es una desviación de las funciones de algunos funcionarios
públicos que, de un modo paulatino e invisible, pero no por ello
menos fatídico, conduce al colapso de las instituciones.
Pero este lugar común para explicar qué es la corrupción,
no exento del mal gusto de una metáfora biólogica, no sirve
para explicar las causas de algunas situaciones de ingobernabilidad. Y
las pruebas están en nuestro país. En 1989, Raúl
Alfonsín debió irse antes de terminar su mandato, como Alan
García, con hiperinflación pero sin estela de corrupción
detrás. Y ahora, hace muy poquito, Carlos Chacho Alvarez
dejó la vicepresidencia. Pero quizás era la primera vez
que el que se iba lo hacía con un denuncia que afectaba a otros
y no escapando de la Justicia.
FERNANDO
TUESTA, ANALISTA POLITICO PERUANO
El
fujimorismo en dispersión
Por
C. N.
El
sociólogo y analista político, Fernando Tuesta,
analizó en diálogo con Página/12 la renuncia
de Fujimori, las virtudes y debilidades de sus posibles sucesores
y el futuro del fujimorismo.
¿Cuál es su interpretación de la renuncia
de Fujimori hecha desde Japón?
La renuncia nos lleva a pensar que hay una alta probabilidad
de que Fujimori esté comprometido con los actos delictuosos
de Vladimiro Montesinos, que fue su socio en los últimos
diez años. De no ser así, no hay ninguna razón
por la cual no hubiera podido venir al país para presentar
su renuncia. Lo ha hecho en Japón porque es el país
que le da más seguridad. Por lo demás, está
cerca de aquellos países en los que se supone estaría
el dinero que presumiblemente tiene.
¿La oposición debería aceptar la renuncia
de Fujimori o debería destituirlo?
Tienen la posibilidad de destituirlo y eso estaría
en consonancia con la sensación de indignación que
hay en la opinión pública. Fujimori ha engañado
no sólo a la ciudadanía, sino a sus propios aliados.
¿Quién debería suceder a Fujimori?
Márquez es la primera posibilidad constitucional
si es que se confirma la renuncia de Francisco Tudela. Pero el
gran problema de Márquez es que solamente tendría
el apoyo del oficialismo y de las fuerzas armadas, y tendría
el rechazo de la oposición y de la sociedad civil. Lo peor
que podría pasar es que eliminado el factor de inestabilidad
llamado Fujimori, mantengamos la misma inestabilidad con el señor
Márquez. Del otro lado, la gran ventaja de (el presidente
del Congreso) Valentín Paniagua es que él tiene
todas las posibilidades de tener un apoyo consensual, incluso
de los sectores fujimoristas no tan recalcitrantes. Paniagua tiene
el respaldo de la oposición en pleno, que en las últimas
semanas se ha fortalecido como el grupo mayoritario en el Congreso.
El escenario que tiene más fuerza es el de Paniagua como
presidente. Su debilidad es que es el tercero en la línea
de sucesión constitucional.
Algunos han hablado de Tudela como posible presidente. ¿Por
qué Tudela podría tener más apoyo en la oposición
que Márquez?
Porque Tudela ha renunciado al fujimorismo hace unas cuantas
semanas y porque en términos de personalidad, de imagen,
es más destacado que un Márquez que ha tenido un
perfil bajo, hasta gris. El apoyo que Márquez tiene de
las fuerzas armadas no es porque es una figura fuerte, sino, por
el contrario, porque es débil y con él serían
las fuerzas armadas las que decidan. Ahora, los dos, Tudela y
Márquez, tienen la debilidad de ser, o haber sido, parte
de un gobierno que se desploma de la peor de las maneras, golpeado
por la corrupción.
¿Cómo reaccionarían los militares ante
una elección de Paniagua?
Las fuerzas armadas están muy debilitadas y no tienen
mayor capacidad de juego. Creo que la elección de Paniagua
tendría el apoyo de Estados Unidos y eso es importante.
Para Estados Unidos lo fundamental es la estabilidad y en este
momento la estabilidad la garantiza Paniagua.
¿Cómo queda el fujimorismo después
de esta dimisión de Fujimori?
Queda muy debilitado, prácticamente en dispersión.
Si destituyen a Fujimori, prácticamente nadie podrá
realizar una campaña electoral que levante la bandera del
fujimorismo como programa político.
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