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LA CORTE SUPREMA ESTADUAL DECIDIRA CUALES VOTOS SON VALIDOS
El proceso de Kafka en la Florida

En Tallahassee, los siete jueces de la Corte escucharon los alegatos de los abogados de Bush y Gore sobre boletas y recuentos manuales.

Nada menos que 47 abogados estaban ayer presentes en la Corte Suprema de Florida para defender a las tres partes de un juicio como nunca hubo otro igual en la historia de Estados Unidos. El vicepresidente norteamericano Al Gore, pretende que los siete miembros de la Corte –seis demócratas y un independiente– autoricen los recuentos manuales de los votos emitido en las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, porque cree que esas nuevas cifras lo pondrán en la Casa Blanca. El gobernador de Texas, el republicano George W. Bush, quiere acabar con ocho años de demócratas en la presidencia; para ello aspira a detener el mismo recuento que Gore quiere prolongar. Y la secretaria de Estado de Florida, Katherine Harris, reclama una felicitación por negarse a recibir los votos recontados después de la fecha tope del último martes.
“La Corte está muy consciente de la naturaleza histórica de esta sesión, de suma y vital importancia para nuestra nación, nuestro Estado, y para todo el mundo”, dijo el presidente del alto tribunal, Charles Wells, al iniciar la audiencia, que se prolongó media hora más de las dos previstas –una para republicanos, otra para demócratas–, debido a las numerosas preguntas de los magistrados a los abogados. La mayoría de los analistas, incluyendo jueces retirados de la Corte Suprema entrevistados por los canales de televisión de Florida, estimaron que los magistrados demostraron abierta simpatía por reconocer la validez de los recuentos manuales, para no anular los derechos de miles de electores cuyas boletas fueron consideradas ilegibles por las máquinas de escrutinio. “Hemos tenido casos sobre este asunto en Florida desde el siglo XIX, y todos ellos, de una forma u otra, porque los votantes no siguieron bien las instrucciones”, dijo el juez Major Harding, durante un intercambio con Michael Carvin, abogado del campo de Bush. “Y en todos esos casos, cuando uno puede ver la boleta, aunque no haya sido bien marcada, y aunque el votante no haya seguido bien las instrucciones, si se ha podido discernir la intención del elector, ese voto tuvo que ser contado”, agregó el juez. Concluida la audiencia, Wells anunció a través del vocero de la Corte, Craig Waters, que no habría un veredicto en el día de ayer.
La Corte de Florida autorizó ya la semana pasada los recuentos manuales, por lo cual los abogados de Gore y muchos analistas coincidían en que sería contradictorio que los jueces decidieran ahora no tomarlos en cuenta. Además, como los abogados de Gore pidieron a la Corte que fijara “lineamientos amplios” para establecer la intención de los votantes a la hora de examinar a mano las boletas, los jueces tendrían que entrar a decidir cuestiones como si se aceptan perforaciones a medias o incluso las tarjetas “preñadas”, con sólo un abultamiento del papel donde debería haber un agujero.
Los abogados de Gore basaron su argumentación en que la importancia del tema y las dudas que planean sobre decenas de miles de votos anulados por las máquinas de votación hacen imprescindible examinar y contar las boletas una por una. Paul Hancock, abogado de la Fiscalía de Florida que defendió el punto de vista de Gore, subrayó que “el derecho al voto es quizás el derecho más preciado de nuestra democracia... y naturalmente el derecho al voto incluye el derecho a que ese voto sea contado”. Señaló que en el condado de Palm Beach hubo 10.000 boletas que no registraron un voto por ninguna opción presidencial, y merecen ser examinados a mano para verificarlos. “Tal vez la gente fue a votar sólo por el tren rápido, pero la presunción lógica es que esa gente también votó por un candidato a la presidencia, y nuestro estado tiene un procedimiento para verificar eso”, dijo Hancock. La construcción o no de un tren rápido era uno de los referendos planteados a los electores de Florida. Gore confía en que los recuentos manuales revelen suficientes nuevos votos a su favor para ganar el estado y la presidencia. Pero datos parciales suministrados por las juntas de votación sugieren que de todas maneras podría quedarse corto.


EN SU PARTIDO BUSCAN ACEPTAR EL FALLO DE FLORIDA
Gore se prepara para lo peor

Por Julian Borger *
Desde Washington

Ayer los demócratas estaban divididos acerca de cuánto más debía Al Gore proseguir su lucha poselectoral por la Casa Blanca, mientras los analistas predecían que una presidencia de Gore infligiría más daño al partido que una rendición honrosa. Mientras tanto, los republicanos cerraron filas detrás de George W. Bush y amenazaron con dar pelea al vicepresidente hasta el Colegio Electoral, donde los disputados 25 electores del estado de Florida son la clave para alcanzar la mayoría necesaria de 270 en esta elección.
Bob Dole, el ex candidato presidencial republicano, pidió hacer un boicot al eventual acto de asunción de Gore. Y Tom DeLay, el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, envió un memorándum a los congresistas republicanos recordándoles que tienen el derecho a impugnar los votos del Colegio Electoral de cualquiera de los estados donde se disputa la elección presidencial. Esta es una clara señal de que los republicanos podrían tratar de revertir un triunfo de Gore a causa del recuento manual de Florida.
Muchos dentro del Partido Demócrata estaban muy preocupados, porque si Al Gore gana como resultado del recuento manual, su presidencia se vería debilitada por unos republicanos vengativos, que se movilizarían para un contragolpe en las elecciones parlamentarias de 2002. Los más altos funcionarios en el campo de Gore le prometieron a la jerarquía del Partido Demócrata que no piensan proseguir con nuevas demandas legales, y John Breaux, un senador demócrata centrista de Louisiana, pidió que el vicepresidente tire la toalla si pierde su caso en la Corte Suprema de Florida.
Como recién llegado, Bush tendría menos enemigos de viejas batallas en Washington, pero debería juntar a toda una clase política para llenar los 3000 cargos en la nueva administración, 600 de los cuales están sujetos a la confirmación del Senado. En esta transición, el gobierno está paralizado, ya que los servicios generales de la administración gubernamental no saben a qué lado darle las llaves. Del mismo modo, el FBI no puede comenzar sus entrevistas de seguridad con las nuevas personas nombradas.
Gore, como vicepresidente, sufriría menos esta transición que el gobernador de Texas, alguien desconocido en la capital. Burlarse de la política de Washington fue uno de los pilares de la campaña de Bush. Los funcionarios republicanos han repetido que una victoria por un margen tan escaso no necesariamente le pondría esposas a la administración Bush. Ellos señalan la presidencia emblemática de John F. Kennedy, quien todavía es recordado afectivamente como “Camelot”, ya que surgió de una carrera con Richard Nixon en 1960 en la que los resultados eran tan controversiales como la actual pelea por los votos. Con la misma frecuencia, los demócratas han señalado que George W. Bush no es Jack Kennedy.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: C.D

 

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