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PREOCUPACION EN EL MTA POR LAS “OPERACIONES” Y LOS “SERVICIOS”
Primer día en el bunker de Moyano

El líder del MTA, junto a su estado mayor, evaluó paso a paso el primer día de paro. Los actos. Las respuestas al Gobierno.

El camionero Hugo Moyano
habló, antes de la lluvia, frente al Congreso, cuando comenzó el paro.

Por Miguel Bonasso

A pesar de la lluvia, que para la CGT rebelde fue “delarruista”, Hugo Moyano vivió de manera literalmente febril el primer tramo de la huelga general: a las cuatro de la tarde –cuando evaluaba los primeros resultados en el local de la UTA– tuvieron que darle una inyección para bajarle la fiebre que le había causado el remojón sufrido en el acto del Congreso. “Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego”, parafraseó en broma el judicial Julio Piumato, aludiendo a las frases de alto voltaje que su amigo y jefe en la central disidente propinó allí al presidente Fernando de la Rúa y, sobre todo, a la ministra de Trabajo, “la señora Patricia Bullrich Luro Pueyrredón”. Cuyas advertencias sobre posibles actos de violencia le granjearon el apodo de “delirante” que le endilgó el líder camionero.
La dureza de la respuesta moyanista se vinculaba con ciertos informes que fueron llegando al comando de la calle San José, según los cuales había varias “operaciones de los servicios en marcha”, como lo dijo un alto dirigente a Página/12. Según esta fuente, el propio hijo del Presidente, Antonio de la Rúa, habría comandado un “staff” de expertos en acción psicológica, para demonizar a Moyano y sus huestes a través de notas y trascendidos periodísticos sobre posibles atentados y hechos de violencia. La especie añadía que la ministra de Trabajo habría sido “mandada al frente” por el hijo del Presidente, para “provocar” a la CGT disidente y acentuar el carácter de “bestia negra” del sistema, que el oficialismo ha elegido para el fundador del MTA, a quien visualiza como punta de lanza de Carlos Ruckauf para generar una crisis de gobernabilidad y un anticipo de las elecciones.
En las propias tiendas moyanistas, donde se festejaba ayer el indudable éxito del paro, se discutía acerca de quién podía ser el beneficiario político de la medida de fuerza. Los planteos no son homogéneos en este sentido. Algunos dirigentes piensan (y hasta se atreven a decirlo en voz baja) que no debería beneficiar a ningún caudillo del PJ que haya sido cómplice del vaciamiento ideológico operado sobre el peronismo durante el menemato. Otros, en cambio, opinan que la CGT rebelde (que algún día -esperan– será oficial) debe unir su suerte al Partido Justicialista.
Ayer, el primer sector –partidario de ir generando una nueva fuerza social y política– empapeló las calles del centro con carteles donde podía leerse: “Frente Nacional contra el modelo económico”. Mientras tanto Hugo Moyano, el dirigente cuyo protagonismo crece, guarda silencio como lo han hecho históricamente los grandes popes del sindicalismo. A pesar de ser evangelista (como lo era su madre, una obrera de la industria congeladora del pescado), afirma su alianza con monseñor Raúl Primatesta y sueña con “recuperar el peronismo” y ser el secretario general de una central única de trabajadores.
Ese hombre vivió ayer un día agitado pero feliz. Empezó desayunando en el séptimo piso de su cuartel general con los muchachos que prepararon el guiso de las ollas populares; luego atendió a los medios y comenzó a recibir jubilosos informes del interior. Antes de ir a Congreso tuvo tiempo de saludar a su nieto Iván, que cumplía dos años. A las dos de la tarde pronunció su arenga ante el Parlamento que culminó con una lluvia digna de Macondo. A las cuatro se reunió con su compañero Juan Manuel Palacio en la sede de los colectiveros, adonde llegaron también otros miembros del Consejo Directivo. Allí le subió la fiebre y tuvieron que inyectarlo. Tras un paso por el programa de Mariano Grondona, se fue a pasar la noche a su cuartel de la calle San José, donde jugó al truco y comió lo que había sobrado del guiso preparado para las ollas populares. Ese guiso que ayer a la tarde devoraban chicos pequeños, de ojos muy grandes, que no saben lo que significa “sindicalismo”, “clase política” o “inquietud de los mercados”.

 

 

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