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DENUNCIA SOBRE EL “PACTO DE SANGRE” DURANTE LA REPRESION
“Bussi mataba uno todas las semanas”

El ministro de Gobierno tucumano denunció al ex gobernador de facto por matar a su hermano de un tiro en la cabeza, en 1976.

“Cada semana matabanprisioneros”, denuncia el ministro Falú.
“Bussi mataba uno, para que sus oficiales siguieran matando.”

Por Felipe Yapur

En 1976, el Arsenal Miguel de Azcuénaga de Tucumán integraba la lúgubre lista de 33 centros clandestinos que se diseminaban por todo el territorio provincial. En julio de ese año, Luis Eduardo Falú, de 24 años, fue secuestrado y trasladado al Arsenal. Allí sobrevivió algunos meses de tortura y confinamiento hasta que una noche de setiembre llegó Antonio Domingo Bussi, el genocida de la provincia. “El se acercó a Luis, le puso su arma en la cabeza y disparó. Así asesinó Bussi a mi hermano”, afirmó a Página/12 José Falú, actual ministro de Gobierno de Tucumán. “Bussi iba todas las semanas a matar a un tucumano, para que después todos los demás oficiales sigan matando y así consumar el acuerdo de sangre que tienen entre ellos”, agregó para más datos el funcionario justicialista.
Falú explicó que la razón que lo llevó a sacar a luz el destino de su hermano son los constantes ataques que el propio Bussi y sus seguidores realizan contra el funcionario desde que la Fiscalía Anticorrupción provincial, creada a iniciativa de Falú a fines del año pasado, investiga al genocida. El caso contra Bussi es por haber autorizado durante su gobierno partidas reservadas para sí y sus ministros, pese a estar prohibidas por la Constitución provincial, que ascienden según el funcionario a la friolera de cinco millones de pesos.
Frente al procesamiento, Bussi respondió atacando. Dijo primero que el ministro es “un saltimbanqui de la política”, luego lo acusó de haber dispuesto de gastos reservados durante la gestión de Ramón Ortega, cuando ocupó similar ministerio. También lo sindicó como el “mandamás de la Justicia tucumana” y finalmente aseguró que ejerce influencia sobre el Senado nacional para evitar que Pablo Walter ocupe la banca que le corresponde a Fuerza Republicana, el partido del genocida.
“Es un personaje satánico –replicó Falú– que está acusado de ladrón. Deshonró el uniforme de general de la Nación y es un prófugo de la Justicia que utiliza a Tucumán como su guarida. Me acusa a mí de ser su perseguidor político cuando en el ‘76 él mató a Luis, mandó al exilio a mi familia y echó a mi padre de la Justicia, pese a que era un juez reconocido, quien murió dos años más tarde, de pena por la desaparición de mi hermano menor.”
El ministro, hermano del reconocido guitarrista Juan Falú y sobrino del músico salteño Eduardo Falú, conoce muy bien cómo murió su hermano gracias al ex gendarme Omar Torres, quien por esos años se desempeñaba como custodio de los detenidos en el centro clandestino de detención. Torres fue testigo de asesinatos perpetrados por Bussi y brindó su testimonio ante la Conadep, la Comisión Bicameral Investigadora de las Violaciones a los Derechos Humanos de esa provincia y el juez español Baltasar Garzón.
Torres detalló puntillosamente la mecánica del campo clandestino. Así, describió que había largas sesiones de tormento que los torturadores realizaban preferentemente durante el crepúsculo. Después de la muerte del detenido, su cuerpo era arrojado junto a otros a una fosa común que era tapada con leña y cubiertas de automóviles para quemarlos. El momento clave de las ejecuciones era la ceremonia conducida por el propio Bussi, quien disparaba a la sien de uno de los detenidos. Torres estuvo presente la noche que Bussi asesinó a Luis Falú en los campos del Arsenal, el mismo cuartel desde donde en diciembre de 1994 partieron ocho camiones atestados de municiones y explosivos rumbo a Croacia.
Hoy, veinticinco años más tarde, el genocida y el ministro viven forzadamente en Tucumán porque el genocida continúa haciendo política en la provincia y fundamentalmente porque no puede salir del país. El pedido de captura internacional que realizó el magistrado español Garzón por considerarlo responsable de crímenes cometidos durante la dictadura en aquella provincia lo obliga a quedarse dentro de los límites nacionales.

 


 

OBJETAN UN PROYECTO QUE RESTRINGE LA LIBERTAD DE PRENSA
Cantón vs. el senador Alasino

El Relator para la Libertad de Expresión de la OEA, Santiago A. Cantón, objetó el proyecto presentado por el senador Augusto Alasino contra “el ejercicio extralimitado de la libertad de expresión” en los casos en que la información expresada ocasione “un perjuicio al honor y a la propia imagen”. Alasino postuló el “ejercicio responsable de la libertad de expresión” y exhortó a las comisiones del Senado a debatir los proyectos de ley que regulan el derecho a réplica y el secreto de la fuente periodística. “Es un retroceso en la defensa del ejercicio y el derecho a la libertad de expresión demostrado por Argentina en los últimos años”, dijo Cantón.
Recordó la derogación de las leyes de desacato y la elaboración de un proyecto de ley de despenalización de las figuras de calumnias e injurias contra funcionarios públicos, resultado de una solución amistosa entre el Estado argentino y la Asociación Periodistas, en la cual las partes solicitaron la asistencia como mediador del Relator para la Libertad de Expresión. Ese proyecto fue presentado por los senadores José Genoud y Jorge Yoma, pero Alasino paralizó su tratamiento.
El comunicado difundido en Washington recordó los principios 10 y 11 de la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, recientemente aprobada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El décimo dice que “la protección a la reputación debe estar garantizada sólo a través de sanciones civiles, en los casos en que la persona ofendida sea un funcionario público o persona pública o particular que se haya involucrado voluntariamente en asuntos de interés público” y el undécimo que “los funcionarios públicos están sujetos a un mayor escrutinio por parte de la sociedad. Las leyes que penalizan la expresión ofensiva dirigida a funcionarios públicos generalmente conocidas como leyes de desacato atentan contra la libertad de expresión y el derecho a la información”.

 

 

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