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Vietnam está muy cerca de Panamá

La hipótesis más temida en la guerra civil colombiana empieza a cumplirse con el derrame del conflicto hacia Panamá.

Invasión: El país está desmilitarizado desde que la invasión norteamericana de 1989 disolvió a las Fuerzas Panameñas de Defensa de Manuel Noriega.

Los paramilitares de las AUC en operaciones.

Por Gabriel Alejandro Uriarte

Si Colombia es Vietnam, Panamá se está convirtiendo en su Camboya. Territorio neutral con Fuerzas Armadas literalmente inexistentes, sus fronteras son fácilmente penetradas por guerrilleros y paramilitares colombianos. Ayer, el gobierno panameño declaró un “estado de alerta” en la frontera luego de recibir informaciones de que se producirá una incursión entre el 14 y el 16 de diciembre. Los destacamentos policiales fueron reforzados y se enviaron cuatro helicópteros artillados con visores infrarrojo. Ante las alarmas cada vez más desesperadas de su vecino panameño, ayer el presidente colombiano Andrés Pastrana sugirió vagamente que ambos países deberían promover el desarrollo social de las zonas fronterizas. Aparentemente hastiado, el gobierno panameño llamó a una cumbre para el 12 de enero de los ministros de Defensa de los países fronterizos con Colombia. Este último país no fue invitado.
En Panamá, el temido “derrame” de la guerra civil colombiana es un hecho desde hace tiempo. Si bien la frontera era extremadamente estrecha en comparación con Brasil o Ecuador, estaba prácticamente abierta para quien quiera pasar. El país está desmilitarizado desde que la invasión norteamericana de 1989 disolvió a las Fuerzas Panameñas de Defensa de Manuel Noriega. La única fuerza armada que posee es su policía, equipada primordialmente con armas cortas. No ha sido en absoluto suficiente para detener la infiltración desde el sur. Hasta ahora, la función del territorio panameño en la guerra colombiana ha sido primordialmente logístico. Hay importantes rutas de tráfico de drogas y armas, y la guerrilla colombiana (como el Vietcong en Camboya) utiliza las zonas fronterizas como santuario para replegarse y descansar. Sin embargo, en los últimos meses la situación ha adoptado un cariz mucho más violento. Esto se debe al nuevo interés en la zona que han demostrado los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Como en Colombia, sus tácticas en Panamá enfatizan la intimidación de la población civil. “Los paras llaman colaboradores a quienquiera les venda una gallina”, explicó un campesino local. Por otra parte, los guerrilleros amenazan con que si no se les suministra de alimentos, se verán forzados a tomarlos por la fuerza. Hace un mes, alguno de los dos bandos atacó la aldea de Nazaret, matando a una niña, e hiriendo a tres policías y nueve civiles.
Las autoridades panameñas son cada vez menos capaces de defender su territorio. “Podemos proteger algunas poblaciones, pero no tenemos capacidad de actuar en la sierra”, confesó un oficial. El ministro de Gobierno y Justicia, Winston Spadafora, precisó ayer que se temía un ataque contra las poblaciones de Puerto Obladía y Maliwita. La policía y los residentes locales, en su mayoría indios Kunas, ya reportaron el movimiento “de hombres armados vestidos de camuflaje” que se sospecha son colombianos. El cacique indígena local ya hizo pública su preocupación “por la presencia de insurgentes colombianos fuertemente armados”.
La situación en Colombia ofrece pocas esperanzas de desactivar el derrame. Las negociaciones de paz entre el gobierno y el principal grupo guerrillero, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), continúan interrumpidas. El gobierno se manifestó dispuesto a reanudarlas “ya mismo”, pero el máximo líder guerrillero Manuel Marulanda Vélez (“Tirofijo”) estimó el miércoles que veía “demasiado débil” al presidente Andrés Pastrana. Este último afirmó ayer que esperaba que el diálogo se retomara antes del 7 de diciembre, fecha en la que vence el decreto presidencial que le otorgó a las FARC el control la “zona desmilitarizada” de 42 mil kilómetros cuadrados de territorio. Pastrana sugirió que si las FARC no volvían a negociar, la zona perdería su razón de ser. Y por tanto, supuestamente, el gobierno intentaría recuperarlo, por la razón o por la fuerza.

 

 

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