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REVES JUDICIAL PARA LOS PRESOS DE LA TABLADA
De la Rúa tiene la palabra

La Cámara de Casación rechazó la revisión de las condenas. Es casi imposible que la Corte revoque la decisión. A los detenidos sólo les queda esperar un indulto o conmutación de pena.

La sentencia de la Cámara de Casación llegó cuando los presos cumplían sus 81 días de ayuno.

A los presos del Movimiento Todos por la Patria les quedan pocos caminos porque la vía judicial quedó agotada. Ahora sólo una decisión del presidente Fernando de la Rúa podría salvarles la vida. El jueves, día 81 de la huelga de hambre, amanecieron con una mala noticia: la Cámara de Casación Penal se negó a revisar las condenas que les impusieron hace once años por el copamiento del cuartel de La Tablada. Si bien podrían presentar un recurso extraordinario ante la Corte Suprema, las posibilidades de un pronunciamiento rápido y favorable del Alto Tribunal son casi nulas. Y el Congreso ya demostró poca voluntad de aportar una solución. El Poder Ejecutivo queda solo en el escenario, aunque tampoco despierta esperanzas, porque ya adelantó en reiteradas oportunidades que “no va a haber un indulto o una conmutación de penas”.
“Esto es grave porque una vez más un tribunal argentino desconoce los pactos de derechos humanos y no se hace cargo de interpretarlos y aplicarlos. Nadie se quiere jugar en esta cuestión”, se quejó el abogado que los defiende, Roberto Yanzón, con bronca contenida. La sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal rechazó el pedido que habían hecho para que sean revisadas las condenas a reclusión perpetua dictadas por la Cámara Federal de San Martín en 1989. Ese tribunal aplicó la Ley de Defensa de la Democracia que establece una instancia única, es decir, la imposibilidad de una apelación de la sentencia. Pero en 1997 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA le recomendó al gobierno argentino la posibilidad de dar una segunda instancia judicial. Sin embargo, los camaristas Raúl Madueño, Pedro David y Juan Fégoli consideraron que las decisiones de la CIDH “no son vinculantes ni obligatorias” para el Poder Judicial, sino que son “simples consejos”.
Tampoco tuvieron en cuenta que en 1994 se incorporó a la Constitución nacional el Pacto de San José de Costa Rica, que prevé el derecho a apelar. “Es que la jurisprudencia internacional, por más novedosa y pertinente que sea, no podría constituir un motivo de revisión de las resoluciones judiciales, pues ello afectaría la estabilidad de las decisiones como presupuesto ineludible de la seguridad jurídica”, escribieron los camaristas citando a la Corte en el fallo que ya había rechazado el pedido de segunda instancia presentado por los presos de La Tablada hace varios años. Yanzón opinó que Madueño, Fégoli y David “pusieron la seguridad jurídica por encima de los derechos humanos” y que “no se entiende cómo puede existir la primera sin los segundos”.
La sala II entendió que “una medida de tal gravedad –como calificó a la revisión de una sentencia firme– sólo puede tener lugar en casos excepcionalísimos y expresamente determinados por el legislador”. Yanzón afirmó que “están deslindando la responsabilidad en el Congreso cuando ellos como jueces tienen la obligación de interpretar los pactos internacionales”. Y explicó que “la ausencia de una ley nacional no puede ser un impedimento para hacer valer un derecho reconocido en esos acuerdos”. La resolución de Casación traspasó también el asunto a la Corte porque “como órgano supremo le corresponde fijar la interpretación constitucional final”. En tal caso, la referencia podría ser confusa, porque la Corte había habilitado la segunda instancia para Enrique Gorriarán Merlo pero se la había negado al resto del grupo que lidera.
En otro párrafo, los camaristas consideraron que la garantía de doble instancia sugerida por la CIDH no correspondería a este caso sino para lo sucesivo. Yanzón cuestionó esa interpretación y destacó que el tribunal ignoró la tercera recomendación de la OEA que mencionaba la necesidad de establecer una “reparación para las víctimas” de las violaciones a los derechos humanos cometidas en la recuperación del cuartel (torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales).
La resolución apesadumbró en los trece ayunantes –internados en dos hospitales porteños–, pero siguen decididos a continuar la huelga de hambre. “La responsabilidad política de dar una solución es de De la Rúa, como siempre dijimos, pero sabemos que el Presidente está más cerca defirmar la pena de muerte de los compañeros”, enfatizó su vocero, Adrián Witemberg. La cuenta regresiva del deterioro en sus cuerpos sólo puede detenerse con una luz que se encienda en la Casa Rosada.

 

OPINION
Por Patricio Echegaray*

Para comenzar a ganar

Por la masividad del paro, por los obstáculos que tuvieron que vencer, por la fortaleza del enemigo al que se desafió, por las propias limitaciones del campo popular, no se pueden dejar de considerar estas jornadas de lucha como una verdadera lección de dignidad. Los millones de trabajadores ocupados, subocupados, precarizados o jubilados que pararon y/o se movilizaron, tuvieron que vencer el miedo a la pérdida del puesto de trabajo, verdadero certificado de “muerte civil” en la Argentina de hoy; la andanada de amenazas y la evidencia de que este gobierno no duda en matar trabajadores como ya hizo en Corrientes hace un año o en Salta hace unos días y también la desconfianza que les genera la dirigencia cegetista que ayer nomás apoyó a Menem y también firmó pactos con De la Rúa. Si a todos estos obstáculos superados le sumamos la propia dispersión de las fuerzas realmente opositoras, la valoración del paro crece y nos permite afirmar que los tiempos del consenso activo al modelo, y aun del consenso pasivo, van dejando paso a un nuevo tiempo de rechazo al modelo y al gobierno que ganó prometiendo cambios correctores. Se explica entonces que la bronca vaya creciendo en amplios sectores populares, una bronca justa y base cierta para construir otro futuro para la patria.
Rápidos para tranquilizar a los grupos económicos dominantes, los voceros oficiales han salido a proclamar que nada cambiará con el paro. En lo que a ellos respecta puede ser verdad, porque el gobierno persistirá perversamente en un rumbo que nos lleva a un próximo y cercano ajuste. Pero han mejorado sustancialmente las condiciones para gestar un cambio.
No es cierto que la protesta no tenga propuesta. Las soluciones técnicas no son difíciles, ni nos son desconocidas. Si se anulara el subsidio a las AFJP y las exenciones impositivas a las grandes empresas se cubriría el déficit fiscal; si se suspendieran los pagos por la ilegal e inmoral deuda externa se crearía un fondo suficiente para un plan de reactivación económica que saque al país de la emergencia. Este gobierno tiene un plan de ataque sistemático contra los trabajadores y el pueblo; para enfrentarlo, es necesario un plan de lucha dirigido por un centro coordinador que agrupe a todos los sectores populares, y hace falta, también, crear una nueva fuerza política capaz de representar a los que no sólo han rechazado el hambre y la miseria, sino también al modelo neoliberal que sostienen el PJ, Cavallo y la Alianza, que son los responsables de la crisis nacional. Seguramente el Gobierno hará oídos sordos al paro, pero desde Izquierda Unida nos comprometemos a bregar para que el reclamo popular de cambios converja en un proceso de unidad de la izquierda y se abra paso un nuevo tiempo para comenzar a ganar.

* Diputado porteño de Izquierda Unida.

 

 

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