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EL ESPECTRO DE LA HAMBRUNA APARECE ENTRE LOS PALESTINOS
Cómo asfixiar a Cisjordania y Gaza

El fuego aéreo y terrestre es sólo una de las tácticas israelíes contra la Intifada; otra, el bloqueo económico de los palestinos.

Tanques israelíes toman posiciones para impedir la circulación de bienes y personas.

Por Suzanne Goldenberg*
Desde Gaza

Las agencias de las Naciones Unidas advirtieron que la mitad de la población palestina en Cisjordania y Gaza –1 millón y medio de personas– podría pasar hambre por causa del bloqueo militar y económico impuesto por Israel. El círculo de acero que rodea a Gaza y Cisjordania fue ajustado más para cortar el suministro de combustible y todo artículo de consumo excepto comida y medicamentos. La Agencia de Auxilio y Obras para los Refugiados Palestinos de las Naciones Unidas (Unrwa) y el Programa Alimentario Mundial (PAM) han emitido llamados urgentes de ayuda. “Mi impresión es que los donantes no están respondiendo. Antes vinculaban su ayuda con el proceso de paz. Ahora que no hay proceso de paz, tienden a no responder”, estimó un funcionario de una agencia internacional. Durante las últimas ocho semanas de sangrientas confrontaciones, el bloqueo israelí de Cisjordania y Gaza fue el invisible segundo frente de un conflicto que ya ha dejado alrededor de 250 muertos, golpeó a la economía palestina y llevó a 3 millones de personas, la población total de los dos territorios, al borde de la ruina.
En Gaza, donde cientos de miles de refugiados están apiñados en miserables barracas de cemento, la población es especialmente vulnerable. Un tercio de su fuerza laboral ha sido despedida de sus trabajos en Israel. Miles más perdieron empleos locales en la industria de la construcción a causa del bloqueo al cemento. Para el mes que viene alrededor de 892.000 personas en Gaza, incluyendo a 635.000 refugiados, habrán agotado sus ahorros y necesitarán ayuda alimenticia, predicen el Unrwa y el PAM. Unos 554.000 de sus primos palestinos en Cisjordania, incluyendo unos 450.000 refugiados, están con problemas similares. Aun con los cálculos más optimistas, eso significa que 1.450.000 habitantes, de los tres millones de Cisjordania y Gaza, necesitarán ayuda de alimentos. Para darles de comer y reconstruir viviendas e infraestructura, Unrwa está pidiendo donaciones por 39 millones de dólares para los próximos tres meses. El PAM quiere 4 millones de dólares para solventar la ayuda alimenticia del mes próximo. “No tienen reservas. Ahora se trata de recibir y comer, y cada día que pasa la situación en los campos de refugiados se pone más tensa”, aseguró Karen Konig Abu Zayd, la vicecomisionada del Unrwa en Gaza.
Hasta que Israel cerró las fronteras, sellando a Gaza tras una cerca electrificada, los miembros de la familia el-Eilah podían contarse entre los más prósperos de los habitantes de Jabaliya. Rajab Mohammed Eilah se levantaba con sus dos hijos cada mañana a las 4, esperaba horas en el cruce de Erez para que sus soldados controlaran su preciado permiso rosado para entrar a Israel y luego iba a trabajar como pintor a la costa en Ashqelon. En un buen día, podía llegar a ganar unos 36 dólares (150 shekels). Ahora su jefe en Israel le debe los jornales de dos semanas y anda pidiendo crédito en los negocios locales. “Fui a cinco almacenes y pedí crédito. Sólo espero que cuando termine el cierre, pueda ir a trabajar y pagarles”, dijo. “Pero sólo Dios sabe.” Sus deudas del mes pasado ascienden a 620 dólares.
A unas pocas manzanas de distancia, la casa de Latifa Abdullah Mugayied está vacía, salvo por una foto de su hijo, Lou’ai de 20 años, que cuelga sobre un bosquejo de la mezquita al-Aqsa de Jerusalén. El 6 de octubre, unos disparos de ametralladora desde un helicóptero israelí le volaron la cabeza, privando así a esa familia de 10 miembros de uno de los que potencialmente podía ganarse el pan. La señora Mugayied tiene leña apilada sobre su techo de amianto para cuando se queda sin gas. En los últimos días, el gas desapareció de los negocios, mientras el bloqueo aprieta. Ella dice que los negocios se han quedado sin las cosas básicas como azúcar, aceite y harina.
El primer ministro de Israel, Ehud Barak, dice que esta escasez es deliberada: el poder económico, junto con el fuego del ejército, está destinado a castigar a los palestinos por disparar a las tropas y los asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania. Las fuerzas israelíes también han destrozado por lo menos 625 acres de plantaciones de coco, aceitunas y cítricos en Gaza, según Raji Sourani, director del Centro Palestino de Derechos Humanos. La destrucción, llamada “afeitada” en el léxico militar israelí, se hace para aclarar el follaje, y que los hombres armados palestinos no puedan emboscar a convoyes del ejército y de los colonos. Pero los tractores israelíes a menudo destrozan los campos lejos de los caminos. El lunes de esta semana, horas después de que una bomba mortero destrozara un ómnibus de colonos escolares, matando a dos maestros e hiriendo a varios niños, tres tractores orugas arrasaron las palmeras hasta 500 metros más lejos del lugar del ataque. A los veinte minutos, siete palmeras de dátiles, que según los locales tenían más de 100 años, estaban derribadas. En un campo cerca, un grupo de granjeros locales suspiraban con cada árbol que caía. “Se dedican a las palmeras y los olivos porque quieren castigar a la gente. Sólo quieren destrozar nuestra economía”, dijo Khalid Shaheen.
Previamente este mes, los tractores del ejército israelí arrancaron unas 150 palmeras y 100 árboles de olivo. Las tropas también sellaron la única ruta a través de Gaza, dividiendo el territorio en dos y bloqueando a la gente que vive en el sur de la franja para ir a trabajar a su principal ciudad. Para Israel, todas estas medidas son un castigo colectivo por las protestas palestinas y contra las milicias que han estado bombardeando y disparando a los 6500 colonos judíos en Gaza cuando se aventuran fuera de sus puestos fortificados. “No tenemos la intención de estrangular a los palestinos –dijo Nahman Shai, un vocero del gobierno israelí–. Sólo ejercemos presión en dosis cuidadosas y delicadas.”
Para los palestinos, este planteo es una locura. En Gaza es prácticamente imposible encontrar a alguien que diga abiertamente que llegó el momento de reanudar las conversaciones con Israel. “Esta es la cosecha del proceso de paz, el apartheid de facto y la sofocación social y económica para nuestro pueblo,” dijo Sourani. “La gente no tiene ninguna fe en el proceso. No creen en la tal llamada paz y sienten que no tienen nada que perder. Eso es su combustible”.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

Claves

Los enfrentamientos dejaron ayer dos israelíes y cinco palestinos muertos: los dos primeros –entre ellos un oficial de 25 años– emboscados por francotiradores palestinos y los otros por el fuego de soldados israelíes en diversas localidades de Cisjordania y Gaza.
En el frente diplomático, una larga entrevista del líder palestino Yasser Arafat con el presidente ruso, Vladimir Putin desembocó en una conversación telefónica de Arafat con el primer ministro israelí Ehud Barak. Acordaron una reanudación de los enlaces de seguridad entre ambas partes, que habían sido suspendidos por Israel después de los ataques terroristas de los últimos cinco días.
Después del atentado con coche-bomba que dejó dos muertos y una decena de heridos israelíes en la ciudad israelí de Hadera el miércoles, el gabinete de seguridad israelí estuvo reunido por dos días consecutivos para determinar cómo contestar a la nueva escalada, que puso el terrorismo en pleno corazón del Estado israelí y lejos de las áreas de mayor fricción y litigio. Ayer el gabinete decidió abstenerse de una política de contestar golpe por golpe, entendiendo que eso juega en las manos de los palestinos al generar una situación tipo Kosovo, en que el espectáculo de la represión por el más fuerte mueve a la comunidad internacional a pedir una intervención exterior.

 

Cuando el amigo americano no alcanza

El conflicto palestino israelí ya superó las ocho semanas y se acerca a paso firme a la cifra de 300 muertos. Estados Unidos, la principal potencia patrocinante del proceso de paz en Medio Oriente, está demasiado preocupada por saber quién será su próximo presidente y parece que aún falta mucho para que lo sepa. Por su parte, los palestinos están furiosos con una actitud norteamericana que consideran demasiado favorable a Israel. Todo esto y mucho más llevó al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a Moscú para entrevistarse con el presidente ruso, Vladimir Putin.
El pedido era concreto: que Rusia reasumiera su papel de potencia patrocinante, como Estados Unidos, en el proceso que comenzó con los Acuerdos de Oslo en 1993. Putin tomó el guante: lo recibió por espacio de dos horas y propuso una iniciativa de paz que por ahora se mantiene en riguroso secreto.
“No hay que olvidar que Rusia es uno de los copadrinos del proceso de paz y que tiene obligaciones morales y políticas en Medio Oriente”, dijo Arafat, y “Rusia tiene los medios de hacer todo lo que hace falta para que el proceso de paz sea encarrilado de nuevo”. Luego, con Putin a su lado, Arafat llamó por teléfono al premier israelí Ehud Barak y ambos acordaron que altos cargos israelíes y palestinos se reunirán para intentar terminar con la espiral de violencia. La presencia de Rusia, que desde hace bastante tiempo dejó toda la mediación en el proceso de paz en manos de Estados Unidos, parece confirmada con el viaje que el canciller interino israelí, Shlomo Ben Ami, efectuará a la capital rusa la semana próxima. Arafat se reunió con el canciller ruso Igor Ivanov y con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, Alexis II. Hoy, el líder palestino se entrevistará con el rey jordano Abdalá en Ammán.

 

 

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