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Una excursión hacia el más moderno de los clásicos

El reestreno de �Sed de mal� puede tomarse con una invitación a recorrer la obra completa de Orson Welles, que está disponible en video.

Temática: Cuestiones asociadas en su cine son la pérdida de inocencia, una idea del mundo como caos y pesadilla, la inútil busca de la verdad, los recorridos laberínticos.

Orson Welles en la poco conocida “Historia Inmortal”.

Por Horacio Bernades

Ir al cine y ver la versión “definitiva” de Sed de mal, que acaba de estrenarse en Buenos Aires. Volver a casa y compararla con una de las anteriores. Eso es lo que permite el video, para quien desee tomarse el trabajo o el placer de hacerlo. Pero además, si aprovecha el envión, el cinéfilo consecuente se encontrará con que el video le ofrece, aquí y ahora, una posibilidad que el cine escamotea: la revisión, completa y exhaustiva, de toda la obra de Welles. De toda la obra oficial, al menos. Como se sabe, abundan en ella las sinfonías inconclusas, las distintas versiones, los proyectos mutilados.
Son trece las películas que Welles logró acabar en el curso de su carrera, desde aquel 1941 en que, a los 25 años, completó El ciudadano, hasta el día de 1973 en que estrenó Con F de falso o F for Fake, que terminaría resultando la última. Son trece las que se consiguen en video (ver recuadro). Catorce, en verdad, si se les suma Filmando Otelo, documental sobre las peripecias de ese rodaje que el propio Welles filmó en 1978 y que constituye algo así como una nota al pie de página y su canto del cisne. Por lo menos, hasta que aparezca alguna nueva sorpresa póstuma, que con Orson nunca se sabe. Teniendo en cuenta la sombra desmesurada que sobre el resto de su obra tiende a proyectar El ciudadano, no es raro que muchos de sus opus sean poco o mal conocidos.
¿Cuántos son los que conocen, por ejemplo, El extraño (The Stranger) que Welles filmó en 1946 y donde hace de un temible refugiado nazi en Estados Unidos? ¿Quiénes vieron Todo es verdad (It’s All True), el documental que realizó en Brasil por encargo del mismísimo Nelson Rockefeller? ¿Y Mr. Arkadin, conocida también como Raíces en el fango o Reporte confidencial? Para no hablar de Historia inmortal, que realizó para la televisión francesa, sobre un cuento de la danesa Isak Dinesen, a fines de los 60. O Con F de falso, distendido pero complejísimo ensayo fílmico sobre el noble arte de la falsificación. Otras de sus obras fueron menos vistas de lo que merecerían (el caso de su mutiladísimo y aun así extraordinario segundo opus, Soberbia/The Magnificent Ambersons, o las propias Otelo o Campanadas de medianoche). Conclusión: la revisión se impone. No hace falta costearse un viaje hasta la Cinemateca Francesa o el Centro Lincoln de Nueva York. Basta con una casetera y un buen videoclub.
El repaso extensivo permitirá fijar ciertas constantes temáticas y estilísticas, pero también asomarse a facetas menos reconocidas del genio wellesiano. Salta fácilmente a la vista su obsesión, entre asqueada y fascinada, por el tema del poder (con el propio Welles ocupando casi siempre el lugar de quien lo detenta). Esta aflora, obviamente, en su trilogía shakespereana (Macbeth, Otelo y Campanadas de medianoche), pero también en el resto de su obra, desde El ciudadano hasta Historia inmortal, pasando notoriamente por Sed de mal. “El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente” es la máxima que guía su exploración del tema. Cuestiones asociadas son la pérdida de inocencia, una idea del mundo como caos y pesadilla, la inútil búsqueda de la verdad, los recorridos laberínticos.
Esas líneas temáticas encuentran su plasmación formal en esas célebres angulaciones excesivas, sombras ominosas, techos bajos que parecen aplastar a sus criaturas, enormes decorados que los reducen a su mínima expresión. Todo ello, montado de un modo tan sincopado que la percepción del espectador inevitablemente se abruma, deforma y enrarece. De allí que Welles sea, seguramente, el más moderno de los clásicos: en su obra, mundo y sujeto no tienen relaciones sencillas. Tampoco las hay entre creador, obra y espectador.

 

Una obra para coleccionar

En video se consigue toda la obra de Orson Welles. Entre paréntesis se incluye el nombre de la editora. El ciudadano (1941, ediciones varias), Soberbia (1942, ediciones de VER y Epoca); Todo es verdad (1942, Blakman), El extraño (1946, VER y Epoca); La dama de Shanghai (1948, VER y Epoca), Macbeth (1948, Blakman y Epoca); Otelo (1951, Epoca; una edición de Kinema incluye Filmando Otelo); Mr. Arkadin/Raíces en el fango (1955, VER y Epoca); Sed de mal (1958, VER, versión de 108 minutos); El proceso (1962, Blakman); Campanadas de medianoche/Falstaff (1966, Kinema), Historia inmortal (1968, Yesterday); Con F de Falso (1973, Kinema).

 

 

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