Por Miguel Bonasso
El periodista de Página/12
dispara con amabilidad: Quiero ser muy franco, este paro ha sido
un éxito, pero tal como están las cosas beneficia políticamente
a Carlos Ruckauf. En la penumbra de su despacho en el Sindicato
de Camioneros, el Negro Hugo Moyano se pasa una mano por la
barbilla antes de responder: Hay que recuperar los movimientos con
contenido nacional y popular. Y si no es posible recuperarlos, bueno,
habrá que crear un espacio para esos contenidos. Por las
dudas agrega: Nosotros nunca nos fuimos ni nos vamos a ir del peronismo,
porque el peronismo no es solamente el Partido (Justicialista).
El periodista sonríe. No es todo lo que esperaba, pero es bastante
dada la tradicional ambigüedad de los líderes sindicales.
El diálogo se ha producido en la tarde del viernes, tras el festejo
del paro, en el despacho de Moyano en el Sindicato de Camioneros. Una
propuesta de parábola: de dónde viene y adónde va
Hugo Moyano, el hombre que crispa los nervios del Gobierno y de vastos
sectores de la clase media. Su autorretrato es astuto: no carga las tintas
para ningún lado. Si en términos históricos se podría
llegar a decir que es un Lorenzo Miguel del tercer milenio, en términos
coyunturales hay que admitir que su discurso y su accionar son mucho más
indigeribles para el establishment que los del Loro en su
apogeo.
Nací en La Plata, el 9 de enero de 1944, pero me crié
en Mar del Plata, en el seno de una familia humilde con dos grandes virtudes:
somos peronistas y de Independiente. Mi madre, Celina Carrizo, trabajaba
como obrera en la fábrica de pescado Machiavelo. A ella le quedaron
las dos manos con artritis, por el frío ¿vio? Ella siempre
ha sido peronista y evangelista y nos legó sus creencias a mí
y a mis tres hermanas. Yo soy el único varón de los cuatro
hijos. El tercero.
Hoy en día las diferencias entre católicos y evangelistas
no son tan grandes. Tal vez la interpretación de la Biblia, el
tema de no adorar a los íconos. Pero yo soy muy amigo de monseñor
(Raúl) Primatesta, él sabe que soy evangelista y suele decir:
no importa cuál es el camino, lo importante es llegar a Dios.
Para mí ser cristiano es entender que todo lo que nos pasa es por
decisión de Dios ¿no? Y cuando uno tiene un problema grave
refugiarse en Dios. Sí, claro que voy al templo evangelista. Pero
también a las iglesias católicas.
Tengo hecha la primaria. Empecé a trabajar a los 10 años
y medio en una fábrica de chacinados, donde etiquetaba salamines.
Luego trabajé en un lavadero, en una carnicería y, a los
17 años, en el transporte. En el Transporte Verga (se
ríe, intencionado) Verga Hermanos. Uno de mis primeros
reclamos laborales fue exigir ropa de trabajo, pero cuando nos la dieron
no nos la queríamos poner porque nos daba vergüenza. Decía
acá (se señala el pecho): Verga Hermanos.
Como la mayoría de los choferes, empecé de lechuza.
Le dicen lechuza porque el acompañante va así,
mirando con los ojos muy abiertos para todos lados. Empecé a manejar
a los 17 pero recién pude hacerlo oficialmente a los 18. No, no
es complicado manejar un camión. Uno siente algo muy especial,
una delicadeza, una grandeza. Y cuando sale a la ruta es una maravillosa
sensación de libertad.
Tres meses después de cumplir los 18 me hicieron delegado.
Hicimos una rosquita ahí, renunció el que estaba como delegado
y me eligieron a mí.
Moyano enumera a partir de ese momento, con prolijidad burocrática,
su ascenso a la conducción de los camioneros, un gremio que nuclea
48 mil afiliados en la seccional Buenos Aires y 85 mil en la Federación.
En la seccional Mar del Plata, donde se desarrolló como cuadro
cuando concluyó su servicio militar como artillero (1965), fue
sucesivamente protesorero, secretario de actas, secretario adjunto y a
los 28 años secretario general. Cargo que mantuvo durante
once años.
En esas épocas militaba en las filas de la Juventud Sindical Peronista,
creada por el secretario general de la CGT José Ignacio Rucci para
enfrentar y perseguir a los zurdos de la JP y la Juventud
Trabajadora Peronista. El autor de la nota arriesga medio en broma, medio
en serio: tal vez en aquellos años cruzamos algún
cadenazo. Moyano sonríe, lo considera probable.
En 1983 el chofer marplatense desembocó en Buenos Aires y, lo mismo
que había hecho en sus comienzos, se dedicó a reorganizar
el cuerpo de delegados: la base de su poder. Entonces era asesor de la
Comisión Directiva de Camioneros y secretario general del Partido
Justicialista de Mar del Plata. Ya no estaba cerca de los grupos derechistas
generados por el vandorismo metalúrgico, sino de la Renovación
que enfrentaba a los dinosaurios de Herminio Iglesias. Conducía
la Federación de Camioneros Ricardo Pérez, uno de los líderes
más combativos del Grupo de los 25 que, en abril de 1979, organizó
el primer paro general contra la dictadura militar. Hay quien dice que
Moyano creció a la sombra de Pérez y luego se lo cargó.
El periodista lo pregunta. Moyano responde: No, no. Yo con Pérez
tuve una muy buena relación. Aprendí muchísimo de
Pérez. Era un hombre muy capaz. Yo era secretario general del Sindicato
Buenos Aires y él era secretario general de la Federación.
Bueno, este, después llegó un momento en que yo en la seccional
Buenos Aires había crecido muchísimo. Esto, no sé,
es una forma de conducir yo siempre tuve mucho respaldo de la gente, no
sé por qué será.
En ese año decisivo de 1983, Moyano participó en la fundación
de una agrupación interna la 15 de Diciembre en honor
al Día del Camionero y comenzó a subir por la escala de
la Seccional Buenos Aires: en 1984 era secretario adjunto. Y en 1987,
confrontó (como él mismo dice) con el secretario
general José Pestarino y ganó la secretaría general
de la seccional. Siete años más tarde subió al sillón
de la Federación y al poder total, absoluto y por ahora indiscutido
del gremio. El cambio del mapa productivo de la Argentina, la decadencia
perversamente deliberada del ferrocarril, el Mercosur y la nueva estructura
de servicios lo habían colocado en una situación hegemónica
dentro de los sindicatos muy similar a la de los metalúrgicos en
la década desarrollista del sesenta.
En el camino hubo sacrificios y peligros que Moyano, a diferencia de otros
dirigentes sindicales y políticos del justicialismo, no magnifica:
Durante la dictadura estuve dos veces en cana, pero las dos veces
por pocos días. Una fue durante el paro de los 25, en abril del
79. Yo había ido con un compañero a ver qué
pasaba con los camiones en la empresa Venturino (quería verlos
parados, en fila) y nos agarró un patrullero de la Unidad Regional.
Pero me soltaron a los dos días.
La frase que más ha escuchado en estos meses es: Ustedes
le paran a este gobierno pero no le paraban a Menem. La refuta de
manera pachorrienta, sin señales de impaciencia. Recuerda que en
1991, cuando ya habían advertido que el gobierno de Menem se
había desviado de la doctrina justicialista, apoyé
a Saúl Ubaldini en su campaña para gobernador de Buenos
Aires. En ese momento nos separamos, nos abrimos políticamente
de la conducción del PJ. Después hubo una serie de
paros y marchas. Su balance del gobierno Menem es completamente
negativo, porque en esa gestión se consumó la
entrega del país, con resultados a la vista que estamos
pagando todos. El menemismo vació ideológicamente al Partido
Justicialista. Los dos grandes movimientos nacionales y populares (el
radicalismo y el justicialismo) han sido vaciados ideológicamente
por el modelo neoliberal.
El autor de la nota admite que esos paros existieron y que fueron crecientemente
exitosos, pero le pregunta a quién benefician políticamente
si no se genera un nuevo bloque social y político que recupere
el sentido nacional y popular que extraviaron peronistas y
radicales y no supo hallar el Frepaso. A mí me parece contesta
que debemos construir un frente que tenga contenido nacional y popular.
El cronista va más a fondo: para ser franco, la gente dice:
este paro beneficia a (Carlos) Ruckauf. El jefe del MTA responde:
En la época menenista (Moyano dice menenista)
nosotros decíamos tenemos que derrotar al menenismo para
recuperar al peronismo y también decíamos tenemos
que recuperar la CGT para ponerla al servicio de los trabajadores.
Bueno esas tareas están vigentes. Nosotros entendemos que hay que
recuperar los movimientos con contenido nacional y popular. Y si no es
posible recuperarlos, bueno, habrá que crear un espacio para esos
contenidos.
Al ver a Guillermo García Caliendo (mano derecha de Primatesta)
sentado el viernes en el presidium del Sindicato de Camioneros, muchas
personas que concuerdan con el contenido antimodelo del discurso de Moyano
se preguntaron hasta dónde ese discurso no está monitoreado
por una jerarquía católica que fue cómplice de la
dictadura militar. Moyano trata de aventar ese fantasma: Sabiendo
dónde está el verdadero enemigo, nadie tiene por qué
temer que ningún sector de la sociedad se sume a la convocatoria
del Frente Nacional. Perón decía: no me preocupan las tendencias
izquierdistas o derechistas del Movimiento. Me preocupan los extremos.
Va la última pregunta de la tarde:
¿El PJ es el peronismo?
Moyano sonríe y gambetea: Nosotros nunca nos fuimos del peronismo,
ni nos vamos a ir, porque el peronismo no es solamente estar en el partido.
Cuando Patricia fue
clandestina
Por M. B.
El jueves pasado, Hugo Moyano y Patricia Bullrich se dijeron
de todo en el set de Hora Clave. La ministra de Trabajo
acusó al camionero de ser tan chorro como otros
sindicalistas y éste, con un discurso más confuso,
le recordó a la ex militante de los setenta que se había
ido del país y había sido una tirabombas.
La acusación no cayó muy bien en las propias tiendas
del camionero, donde hay ex militantes de la Tendencia como Julio
Piumato y el metalúrgico Francisco Barba Gutiérrez.
O, lo más notable, la ex pareja de la Bullrich, Francisco
Pancho Langieri, que trabaja en el gremio de Judiciales,
uno de los más activos de la CGT moyanista. Página/12
le preguntó a Langieri por la presunta macarteada
de su jefe y aliado. Creo que no fue una macarteada,
respondió, porque no sentí que lo dijera con
mala leche, sino ofuscado por la dureza del enfrentamiento. Hubiera
sido una gran injusticia juzgarla por lo que hizo en el pasado:
en 1978 volvimos con Patricia a la Argentina, clandestinos. Trabajamos
en la salida de la revista JP y ella fue una militante disciplinada
que participaba en volanteadas apoyando precisamente
la huelga general que organizaron los 25. Eso podía costarle
la vida y la honra. Nuestra vida era tan dura que en 1979 nació
nuestro hijo, Francisco, y tuvimos que esperar seis años
para anotarlo. Langieri no quiso juzgar la trayectoria posterior
de su ex mujer que pasó, sucesivamente, por el menemismo,
el cavallismo y la Alianza. Este periodista le preguntó a
Moyano por sus palabras y el dirigente del MTA negó que hubiera
sido un señalamiento macartista. Quise decir cómo
era que había pasado de la revolución a la contrarrevolución.
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