Por Mariano Blejman
Mempo Giardinelli está
orgulloso de su premio titulado Grandes Viajeros y lo hace
notar. Es la primera vez que se lo dan a un latinoamericano,
informa desde Madrid, todavía con la excitación propia de
un importante galardón recién recibido. Un jurado integrado
por Rosa Montero, Luis Sepúlveda, Pedro Páramo y Santiago
del Rey, entre otros notables de la literatura iberoamericana, decidió
que su obra Final de novela en Patagonia resultara ganadora del premio,
que incluye una simbólica estatuilla, 25.000 dólares y un
viaje por todo el mundo en la compañía de aviación
Iberia, una de los principales auspiciantes del concurso. De Final de
novela... ya saben los lectores de Página/12: bajo el título
Postales del camino fueron apareciendo anticipos de la novela
durante el verano pasado, en este diario. Ahora, sobre fin de año,
las noticias alrededor del libro se precipitan. Por ejemplo, el mismo
día en que se conoció la adjudicación del premio,
comenzó a venderse en España. Y así sucederá
en las próximas semanas en otros países europeos. Habrá
que esperar un tiempo más, hasta marzo de 2001, para poder conseguirlo
en Argentina. No viajo por vocación turística, ni
porque me sobra el dinero. Me invitan. Y éste fue el único
viaje que hice por mi cuenta y elegí hacerlo dentro de la Argentina,
confiesa el escritor.
Lo suyo parece un viaje permanente. ¿Es una decisión
o simplemente una casualidad?
No es que me motivo a viajar permanentemente. De hecho en los últimos
10 años no he pagado un solo boleto de mi bolsillo. Lo que pasa
es que me llaman de congresos, conferencias, universidades y yo, por lo
general, digo que sí.
Aun así, el viaje de la Patagonia no fue una invitación.
Es cierto. Fue de motu proprio. Recorrí 12.000 km de la Patagonia,
pero todos los demás viajes vienen de invitaciones. Lo que quiero
que quede claro es que no es algo que esté buscando. Yo rechazo
muchos viajes y viajo mucho menos de lo que podría estar haciéndolo.
Tengo invitaciones para viajar tres o cuatro veces por mes. Pero también
me gusta estar por el Chaco, que es mi tierra. Quiero hacer las cosas
que me gustan hacer...
¿Y qué le gusta hacer?
En Resistencia tengo una fundación, tengo un centro de estudios,
trabajo con 40 o 50 personas en un proyecto ambicioso desde hace varios
años, que tiene que ver con el desarrollo de una pedagogía
de la lectura. Organizamos con la Universidad Nacional del Nordeste un
foro multitudinario que reúne a más de 2000 personas. Tenemos
intercambios con universidades de Brasil. También existe una serie
de cursos de posgrado, capacitación para maestros, entrenamiento
y sostenimiento de bibliotecas. Con todo esto me mantengo bastante ocupado
y gustoso.
Cuando se fue de Chaco, ¿empezó a sentirse como de
ninguna parte?
Yo soy de donde soy. No viajo para encontrarme, porque no salgo
desencontrado. Tengo los pies bien plantados en mi tierra, y en mi lugar,
y viajar es una cuestión profesional. Son todos viajes de toco
y me voy y, si los últimos premios han sido en México,
Venezuela, España, tengo que ir afuera a recibirlos y me siento
muy contento. Pero que quede claro que no soy un viajero que escribe,
soy un escritor que viaja.
¿Cómo surgió la idea para hacer este libro?
El libro salió de casualidad en este viaje que hice con mi
amigo Fernando Operé, catedrático de la Universidad de Virginia
en EE.UU. Y hace muchos años queríamos hacerlo. Hubiera
sido precioso hacerlo a los 20, pero recién pudimos hacerlo a los
50. Lo que pasa es que viajando por el sur andaba con una novela que estaba
un poco atascada y durante el viaje se me destapó. De alguna manera
la peripecia de la novela empezó a hacerse más clara y terminó
siendo un libro de viaje y una novela que incluye un viaje. Tanto la parte
ficcional del libro, como el viaje mismo, que es la parte real. Y las
dos confluyen en la Patagonia. El libro surgió de hecho después
del viaje; lo único que hice fue escribir algunos textos que mandé
para Página/12 y que de alguna manera tenían un hilo conductor
que empezaban a confluir con la novela.
¿Cómo se refleja la Patagonia en su libro, tratándose
de una zona de la Argentina que es conocida en todo el mundo como un lugar
exótico?
Me ocupé de que el libro no contribuyera en esa línea.
Lo he dicho en diarios, agencias y radios: mi libro no contribuye a esa
idea turística y mítica de la Patagonia. No rescata los
paisajes, sino la gente. Lo importante no son las ballenas o el Glaciar
Perito Moreno, sino la gente que encontré en el camino y cómo
vive esa gente. Es una versión muy cruda de la realidad de la zona,
que es uno de los sectores de la Argentina más marginales del país.
No es un libro turístico, pero nunca va a faltar algún pelotudo
que lo vea así.
Hace tiempo que usted viene pensando su obra, de alguna manera hacia
afuera, ¿es éste también el caso?
No es éste el caso. Es cierto que muchos de mis libros salen,
por lo general, primero en el exterior que en la Argentina. Pero se ha
dado de pura casualidad. Lo cierto es que el libro ya fue firmado para
salir en simultáneo el mes que viene en Italia, Francia, Alemania,
Grecia y Portugal.
¿Por qué sucede esto? ¿Cuál es su explicación?
Lo que pasa es que empecé a publicar, en el exilio, en México.
Cuando volví a la Argentina tenía cuatro libros ya hechos
y editados fuera del país. Mis primeras publicaciones se dieron
así. En los últimos años mis libros han salido afuera,
o simultáneamente con las ediciones de Argentina. Pero la editorial
ha publicado lo mío en estos años, así que ahora
nos pusimos al día. La verdad es que hubiera querido que se publicaran
primero aquí, en Argentina.
¿Por qué no es así?
Yo supongo que mis libros se publican primero en el exterior, porque
me dan más pelota afuera que en la Argentina.
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