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¿Alguien ha visto un voto?
Por Alfredo Grieco y Bavio

La administración Clinton alcanzó un clímax de los muchos que conoció cuando durante el Sexgate su líder Bill fue obligado a contestar los exámenes del fiscal especial Kenneth Starr. ¿Qué es �sexo�? ¿Qué son �relaciones sexuales�? Las respuestas presidenciales fueron especiosas (el ejemplo famoso es que la fellatio no tenía nada que ver con el sexo). Las definiciones del vicepresidente Al Gore, candidato demócrata en la actual elección de nunca acabar, no son menos polémicas. Las de su jefe en la Casa Blanca extremaban ese legalismo que se ha convertido en único acceso legítimo para movilizar el monopolio de la fuerza del Estado norteamericano. Gore, por el contrario, busca hacer a un lado la letra de la ley, el principio anglocéntrico del derecho que rige a la nación más poderosa de la tierra. El fallo de la Corte Suprema de Florida, cuyo plazo fatal para la presentación de los recuentos en los condados se cumplió ayer, le dio la razón. Hasta cierto punto, según se dijo, fue una victoria de Rousseau sobre Locke. El triunfo de una filosofía política sobre otra: la de la voluntad general sobre la del votante racional, a quien no se le perdonan errores. El voto que debe ser tenido en cuenta (y adscripto a uno u otro candidato) es el de todos los que intentaron ejercer su derecho político de votar, aun cuando ese voto presentara deficiencias formales desde el punto de vista de las instrucciones de la junta electoral. Aun cuando la boleta estuviera imperfectamente perforada para ser registrado por el sistema Votomatic �esa especie de Prode que se usa en Florida y que data, con pesado anacronismo, de los 50�. Esto habían pedido los demócratas. Es un reclamo de justicia, definida a su vez como algo que escapa a las normas y que reposa en la flexibilidad de los jueces para interpretarlas. Las hipocresías partidistas de demócratas y republicanos hacen que se esperara de ellos una apelación a que los tribunales fuesen flexiblemente pragmáticos o estrictamente principistas según las conveniencias de uno u otro. En todo caso, la decisión de llevar el diferendo hasta la Corte Suprema de Justicia y la decisión de ésta, sin antecedentes, de aceptar colocarse en el lugar que le piden, confirma una vez más que ésta es la más ideológica de las elecciones norteamericanas recientes. Y esto justifica, más allá de su oportunismo, la decisión de Gore de ir hasta el fondo en su reclamo por el recuento, para que no se descarten los votos de quienes no supieron hacerlo según un rigor que los excluía. 

 

 

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