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el Kiosco de Página/12

LAZOS

Por Antonio Dal Masetto

Acodado a la barra del bar, a la derecha Susana y a la izquierda Oscar que se insultan prolija y profusamente por encima de mí. Esta película la vi 1000 veces, son peleas que se vienen repitiendo desde hace más de 30 años. A estos dos los conocí cuando andábamos por los veinte y pico, todos éramos poetas y soñábamos con cambiar el mundo. El de Susana y Oscar fue uno de esos amores fulminantes, pasión, desbordes y violencia sin cuartel. La gente del grupo sabíamos que cuando Susana y Oscar desaparecían era porque estaban encerrados en algún bulín y hasta que se produjera la próxima pelea no aparecerían por el mundo exterior. Y la cosa siguió así, sangrientas separaciones para siempre y volcánicas reconciliaciones para siempre. Nunca se casaron. Yo fui y sigo siendo amigo íntimo de ambos y confidente por turno. Desde el comienzo comencé a llevar un cuaderno de bitácora y me transformé en el cronista de su historia.
En este momento Susana está acusando a Oscar de ser un baboso miserable y “lo de hoy es un calco exacto de lo que me hiciste el 14 de setiembre de 1972, cuando te rajaste a Mar del Plata por tres días con la tarada de Silvia, nunca supe si lo que sentí fueron celos o vergüenza de que pudieras meterte con un bagayo semejante”. “Fue un acto humanitario –retruca Oscar–, jamás pudiste entender los gestos nobles porque tu narcisismo es tan grande que te considerás el ombligo del mundo, siempre necesitaste tener docenas de tipos rondándote, me basta recordar cuando te fuiste a la cama con aquel idiota que tocaba la guitarra el 26 de abril de 1979, debí matarlos a los dos.”
Mientras los escucho insultarse reviso mi libreta y busco las fechas que acaban de citar. Ninguna de las dos coinciden con los hechos. El 14 de setiembre de 1972, lo tengo bien anotadito, estaban los dos paseando en Brasil y tengo una postal feliz pegada en la página correspondiente. Y el 26 de abril de 1979 lo tengo remarcado especialmente porque festejaron 60 días de pasión ininterrumpida, 60 días sin salir de la cama, el mayor logro hasta ese momento de su carrera amorosa, un record, los amigos cruzábamos apuestas.
“Y el 18 de setiembre de 1993 –insiste Susana–, cuando me dijiste que necesitabas un retiro espiritual y resulta que me estabas metiendo los cuernos con la traidora de Lita, mi mejor amiga.” “Yo estaba desguarnecido, indefenso -.dice Oscar-., atravesaba una crisis mística y vos me la mandaste a Lita para destruir mi paz interior. Así que no le digás traidora. Y si tuve algo con ella, si salí desde setiembre a diciembre de 1993 fue porque sabía que era tu cómplice y quería enterarme de todo sobre vos, averiguar si me amabas de verdad.”
Otra vez se equivocaron de fecha. Para esos meses del ‘93 Susana andaba por los bares, indecisa entre entrar en un monasterio de clausura o irse a trabajar a un leprosario en Bangkok, y Oscar estaba momentáneamente de novio con las mellizas Pili y Mili.
“Si hubo alguien que traicionó siempre fuiste vos, señorita Narcisa, siempre con el puñal guardado para asesinar los mejores momentos, como en octubre del ‘87, que estábamos espléndidos y casi llorábamos de felicidad y te estabas preparando para mandarte una bien grande, mientras yo me paseaba a tu lado como un triunfador, orgulloso de todo lo que habíamos conseguido.”
Otro error. Mi libreta dice claramente que en octubre de ese año Oscar se arrastraba, sucio y borracho y me lo tenía que bancar recitándome parrafadas de Shopenhauer.
“Con la excusa de que no estabas dispuesta a traer un niño a este mundo tan despiadado, nunca quisiste tener un hijo conmigo y después resulta que en el ‘84 te embarazaste de ese farabute de cuarta”, acusa Oscar. “Cómo me podés decir esto, si vos tuviste hijos con dos mujeres distintas, en el ‘80 y en el ‘89.” Todas las fechas están equivocadas. En mi libreta, juntocon otra documentación, tengo copias de las partidas de nacimientos de los tres párvulos.
Ahora Susana llora en silencio: “Siempre me lastimás, me descalificás”. Lágrimas. Muchas lágrimas. Oscar se le acerca: “No digás eso, si sos la mujer de mi vida”. Se miran largo y luego se besan furiosamente.
Este es el momento en que busco una vez más las primeras anotaciones de mi cuaderno de bitácora. Aquella lejana noche en que Susana y Oscar se vieron por primera vez discutieron fiero sobre cierto poeta que ella admiraba y él detestaba. En determinado momento ella le pegó un carterazo y le rompió la boca. El le devolvió el golpe y le partió el labio. Sangraban los dos. Después se arrojaron uno en brazos del otro y se besaron con la misma furia de hoy, fines del año 2000. Mi teoría es que allá, en aquel momento de los labios lastimados, las sangres se mezclaron y el Oscar y la Susana quedaron unidos para siempre. Tiene que haber sido eso. Otra explicación no tengo.


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