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�Con estos criterios podría haber defendido a Adolf Hitler�

El abogado defensor en Italia de los ex generales Suárez Mason y Riveros pidió la absolución �por falta de pruebas� de los represores acusados del asesinato de siete ciudadanos ítalo-argentinos y el secuestro de un bebé.

Por Laura Termine
Desde Roma

t.gif (862 bytes)  El abogado defensor de oficio de los ex generales Carlos Guillermo Suárez Mason y Santiago Omar Riveros pidió ante una Corte italiana la absolución de ambos por falta de pruebas y acusó a los defensores de los familiares de las víctimas de aportar sólo indicios y sospechas contra los ex militares, imputados en Roma por el asesinato de siete ciudadanos ítaloargentinos y el secuestro de un bebé, para quienes el fiscal ya pidió la cadena perpetua.
Durante su alegato, que se extendió por una hora y media, Mario Scialla aseguró que no existían pruebas contra Riveros y que sólo había “algunos indicios” contra Suárez Mason. “Ninguno claro, preciso y concordante”, dijo Scialla, de 35 años, quien antes de abordar su discurso dejó claro que su defensa sería técnica y que hubiera preferido no personificar al abogado del diablo, deber que le tocó por concurso.
Sin embargo, el joven abogado hizo esfuerzos notables, que incluyeron reconstrucciones parciales de la realidad argentina, las cuales le permitieron hipotetizar que Luis Fabri y Daniel Ciuffo, dos de las víctimas de este proceso, habrían podido salir de un centro clandestino de detención y armarse para morir en un combate contra las fuerzas de seguridad apenas días después. O que el sindicalista de astilleros Astarsa Martino Mastinu podía haber corrido una suerte distinta del resto de sus colegas y haber sido secuestrado y desaparecido a manos de la patronal o de una fracción gremial disidente de la suya. “Sobre el caso de Laura Carlotto tenemos más testigos que aseguraron haberla visto en La Cacha, pero la modalidad de su muerte nos es desconocida”, señaló Scialla, repitiendo el mismo argumento en cada uno de los casos.
“No podemos demostrar que Suárez Mason decidía quién vivía y quién moría; ¿cómo hacemos para decir que era el mandante?”, se preguntó el defensor, desestimando la figura jurídica de dolo eventual, propuesta por el abogado del Estado italiano, Giovanni Piero De Figueredo.
Durante la audiencia de ayer, el abogado de los familiares de las víctimas, Giancarlo Maniga, acusó a los dos ex generales de dolo directo, es decir, responsabilidad directa sobre la suerte de las ocho víctimas de este juicio. Durante su alegato, Maniga comparó a este proceso con el juicio de Nuremberg y los juicios por los crímenes de la ex Yugoslavia. Y acusó a los militares argentinos de perpetrar una limpieza étnica con el robo de niños. “Había que sacarlos de la influencia nefasta de los padres y llevarlos a una situación de pureza; ¿qué es eso sino una forma actualizada de genocidio?”, expresó este abogado, con larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos.
Para liberar de culpas al ex comandante del Primer Cuerpo de Ejército, que tenía bajo su jurisdicción todos los centros clandestinos de la Capital Federal y parte de la provincia de Buenos Aires a partir del 24 de marzo de 1976, Scialla dijo que los jefes de los campos de torturas tenían “gran poder de decisión”. Después realizó una sintética descripción de la Argentina de aquellos años, habló de terrorismo de derecha y de izquierda y, olvidando mencionar que los militares argentinos habían hecho un golpe y tenían el poder del Estado, minimizó el rol de Suárez Mason en un escenario de violencia generalizada.
Scialla pidió a la Corte no considerar los testimonios de jueces y ex
fiscales del proceso a las Juntas Militares –como Julio Strassera, Luis Moreno Ocampo o el juez Carmelo Papalia, que instruyó en Buenos Aires una causa por el caso Mastinu–, a quienes acusó de ser “consultores enmascarados” y de brindar a los jurados “la síntesis de un proceso ya hecho, una realidad preconfeccionada”. “Este es un proceso político, no pudimos sentir la otra campana; como hombres, el dolor que producen los testimonios nos traumatiza, pero la mente debe mantenerse lúcida, nopodemos olvidar la ausencia de pruebas”, insistió el defensor a los jurados populares antes de quitarse la toga. Minutos después, Santina Mastinu, la hermana de Martino, se le acercó como pidiendo clemencia. Scialla le dijo que la sentencia debía ser justa, pero no parecía muy convencido. Entre los defensores, las opiniones variaban. “Con estos criterios podría haber defendido a Adolf Hitler”, dijo el fiscal enojado. “Fue un alegato inteligente, pero inútil”, sintetizó el defensor de familiares Marcello Gentili, mientras el juez Mario D’Andria convocaba a todos para la última audiencia.

 

 

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