Por Elsa Fernández-Santos
Desde Madrid
El secreto de mi humor
es que es el mismo desde hace 50 años, es un humor que nunca se
olvida ni de la gente humilde ni del mundo que le rodea. Miguel
Gila (Madrid, 1919) presentó recientemente en Madrid el disco homenaje
Gila, 50 años de humor. El humorista reconoció que no le
gusta la idea de una grabación con sus monólogos. A
mí no me gusta nada oírme, yo no quería un disco,
pero mi amigo Serrat se empeñó. El compacto, impulsado
por el músico Joan Manuel Serrat, incluye ocho monólogos.
Grabado en vivo en un local de Barcelona, Gila, 50 años de humor
incluye algunos de sus trabajos más conocidos: Aquí
Gila, Gila y su vida, Gila y el turismo,
Antes y después de casados, Gila chismoso,
Gila comparando, Gila paleto y Gila y su
primo resumen la trayectoria de un hombre que ha conocido todos
los medios: el teatro, el cine, la televisión, la radio, las salas
de fiesta.
En tiempos de franquismo, tanto Serrat como Gila calaron hondo entre el
público argentino. El humorista institucionalizó el que
se ponga telefónico, en una Argentina que absorbió
su personalísima manera de hacer reír. Acaso para definir
su personalidad y lo que significó en su tiempo hay que recordar
que decidió hacerse humorista cuando la dictadura de Franco lo
encerró en la prisión de Torrijos. Conozco a Serrat
desde que él empezaba. Yo trabajaba en una sala de fiestas a la
que él llegó pidiendo que lo dejáramos actuar. El
jefe me preguntó que si le dábamos a aquel chico una oportunidad,
y yo le dije que venga. Desde entonces somos amigos. Serrat nunca
olvidó ese gesto, que en su momento resultó clave para su
carrera.
Gila presentó su disco visiblemente tocado por la muerte de Ernest
Lluch, ex ministro de Felipe González, asesinado por la ETA, a
quien también Serrat recordó muy cálidamente, en
una entrevista que concedió en Buenos Aires a un programa de la
radio FM Supernova, 96.7. A pesar del recuerdo del amigo asesinado, Gila,
como siempre, hizo reír a los asistentes al acto. Cada vez
me gusta más el teatro, señaló, y luego añadió
que no puedo dejar de actuar en vivo. Desde que estuve en Argentina,
mi técnica ha cambiado. Es una de las razones por las que no me
gusta la idea de un disco; antes tenía más sentido, pero
ahora creo que no. Gila cuenta que cada vez que actúa se
pone una nota y otra al público, a su reacción.
Lo hace desde el año 68 y guarda cada una de sus puntuaciones:
A veces no paso del cinco y otras, inclusive, he llegado a ponerme
un 15. Gila escribe cada día durante más de seis horas.
Teatro, monólogos, cuentos, de todo. No puedo
parar de escribir, miro a mi alrededor y se me ocurren miles de cosas,
concluye.
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