Ayer cinco palestinos murieron,
nueve fueron heridos y un israelí fue herido en Cisjordania y Gaza.
Pero en Israel la atención estaba centrada en la crisis política
desatada por la aprobación parcial de elecciones anticipadas. El
premier Ehud Barak estaba ansioso por llegar a un acuerdo de paz con los
palestinos que le permita poner fin a la Intifada y mejorar sus ahora
escasas posibilidades de ganar en los comicios, que serían en mayo
o junio. Su jugada era tan transparente que el presidente del Estado,
Moshe Katzav, del partido opositor Likud, le advirtió que no debía
tomar ninguna acción importante sin aprobación del Parlamento
(Knesset). Si Barak no logra un acuerdo de último momento, es prácticamente
seguro que las elecciones serán ganadas por el Likud. Pero en ese
partido ya se está desatando una feroz interna para determinar
quién encabezará su restauración tras 17 meses en
el llano.
Hay solamente dos candidatos. Uno es el actual líder del partido,
Ariel Sharon, un superhalcón cuya visita a la Explanada
de las Mezquitas fue denunciada como uno de los detonantes de la Intifada
palestina. Las encuestas revelan en estos momentos que derrotaría
a Barak por 11 puntos. Sin embargo, la ventaja de su rival en el Likud
es aún mayor. A pesar de una ignominiosa salida como premier en
1999 y una investigación judicial por corrupción, Benjamin
Netanyahu es ahora el político más popular en Israel. La
encuesta más reciente le otorgaba una ventaja record de 21 puntos
sobre Barak, con sólo el 27 por ciento para el premier. Lo más
conveniente para el Likud sería que Sharon cediera a Netanyahu,
pero ayer era claro que el general retirado tenía ideas propias
al respecto.
Desafiaré a Barak en las elecciones. El está dispuesto
a hacer cualquier concesión para salvar su gobierno, declaró
en televisión. Pero Sharon bien podría perder esta apuesta
cuando comiencen las internas de su partido en enero.
En ese sentido, las alternativas para los protagonistas políticos
de la crisis en Israel son limitadas. Idealmente, Barak aspira a pactar
un acuerdo con los palestinos. Pero si falla en esta jugada, siempre existe
la posibilidad de un gobierno de unidad nacional con el Likud. Y Sharon
se está mostrando más abierto hacia un arreglo que lo salvaría
de un peligroso duelo con Netanyahu.
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