La columna Convivir con virus
de Marta Dillon, que semanalmente publica el suplemento No de este diario,
se ha convertido en una de sus marcas distintivas, con una periodicidad
y consecuencia únicas en medios gráficos nacionales e internacionales.
Desde su primera aparición, en octubre de 1995 (ver recuadro),
cada texto ha reflejado no sólo las vivencias y sensaciones de
una portadora de vih sino también el otro lado de las
campañas oficiales y educativas, además del contexto social
e histórico en que apareció la enfermedad: historias de
vida de otros portadores, comunicación entre los infectados, situación
sanitaria en cárceles e internados. En resumen, el sentido básico
de la propuesta periodística era humanizar el monstruo tan temido.
Comunicar una noticia que no era la misma que aparecía en
los otros medios y que cada texto se convierta en metáfora de lo
que le sucede a otra gente, define su autora. Mañana, en
conmemoración del Día Internacional de la Lucha contra el
SIDA, Página/12 obsequiará a sus lectores un libro que ofrece
una selección editada de 64 textos, publicados desde 1998 y hasta
la actualidad. El contenido del libro, según Dillon, trata
de reflejar varios temas que fueron apareciendo especialmente en este
período. En primer lugar, escribí estas columnas desde la
perspectiva de alguien que recibe el tratamiento de los cócteles
y puede dar fe de que funcionan. Por otro lado, enfoqué una cuestión
más bien común a todos, pero que resulta especialmente importante
en los infectados: las relaciones amorosas y la sexualidad. El sida debería
ser una buena oportunidad para hablar de sexualidad.
Marta dice que el tiempo, como tema central de preocupación de
un infectado (me voy a morir antes de tiempo, parece ser el
miedo generalizado en estos casos), no debe ser tenido en cuenta en esos
términos o, en todo caso, elige relativizarlo. Quiero vivir
bien, no importa si es mucho o poco tiempo. Quiero relacionarme, tener
sexo, enamorarme... Vivir. Todo eso está dando vueltas en cada
columna, expresado de una u otra manera. Cada una de las columnas
que aparecen en este volumen representan, desde una cierta perspectiva,
un viaje al interior de un ser humano con alegrías, obsesiones,
miedos y problemas. Que pueden ser los mismos de cualquier persona, esté
infectada o no. Si un día alguien está mal y cree que nada
en el mundo tiene sentido, se ve en el espejo y no se encuentra atractivo
de acuerdo a los patrones reinantes de apariencia, cree que el amor se
puede transformar en una utopía, puede tener los mismos pensamientos.
Ese es el sentido fundamental de aquellos textos.
El miedo al otro es generalizado y no es sólo patrimonio
nuestro, dice Marta, que a los 34 años cree y quiere concretar
algunos sueños que, de acuerdo a una mirada entre prejuiciosa y
temerosa que la sociedad ha construido, no deberían formar parte
del catálogo de aspiraciones de un enfermo. Creo
en la posibilidad de resistir a un modo de relación poco satisfactoria.
Yo siento y estoy segura de que no es solamente una apreciación
personal que todos estamos sometidos a un sistema de individualismo
y competencia que hacen que se pierda la posibilidad de que existen otros
modos de vivir, relacionarse y gozar. Gozar, que no es un valor tenido
en cuenta hoy en día. Para mí, sí que lo es.
Ser humano tiempo
completo
No es que me pase la vida pensando que tengo hiv. No. Tampoco
puedo olvidarme, es cierto. Pero de pronto esa certeza de que por
mis venas corre algo más que sangre me conmueve. Caminando
por la calle, sin aviso, me asalta la idea: soy portadora. No puedo
evitar sentirme como uno de esos barcos de desechos tóxicos
que no encuentran dónde abandonar su carga de muerte. Yo
no soy la muerte. Es premisa fundamental para los que convivimos
con el hiv tener muy claro que no somos hiv, solamente convivimos
con él, lo portamos. Sin embargo, mientras sigo caminando
por la calle Entre Ríos, un rato después de dejar
a mi hija en el colegio y buscando entre los edificios un pedazo
de cielo que me reconcilie con la maravillosa posibilidad de estar
viva, encuentro un mensaje que evidentemente no es para mí.
El cartel pide a la población ser humano con quienes padecen
el sida. Me pregunto qué le pasaría al señor
de la camioneta que acaba de anunciar todo lo que me chuparía,
si yo le dijera que sea humano conmigo. Creo que en todo caso sería
bueno ser humano con todos, ser un humano de tiempo completo. Sí,
ya sé que es difícil elaborar campañas contra
la discriminación y que es mejor que exista ésta a
ninguna de hecho muchos compañeros del grupo de autoayuda
se sintieron aliviados cuando la vieron, pero como humilde
depositaria de este estigma que se intenta combatir preferiría
que no sean distintos conmigo sólo porque convivo con el
hiv...
Fragmento de la primera columna Convivir con virus,
publicada en el suplemento No el jueves 19 de octubre de 1995.
|
|