Por Maximiliano
Montenegro
El martes pasado, la alegría
de Fernando de la Rúa después de la consagración
de Boca duró poco. Apenas los minutos que transcurrieron desde
que Palermo se quebró en lágrimas al finalizar el partido
y el momento en que el Presidente revisó el informe confidencial
sobre los alcances del paro, al que tuvo acceso Página/12. Según
ese documento, que circuló de mano en mano entre ministros como
una brasa, el paro del viernes pasado fue el de mayor acatamiento en todo
el país de la última década: el ausentismo de los
asalariados a sus puestos de trabajo, públicos y privados, fue
del 70 por ciento. Eso significa que 6,5 millones de empleados a sueldo
no concurrieron a sus trabajos. Pocas veces se había alcanzado
un nivel de adhesión similar. Para consuelo del Presidente, el
relevamiento nacional realizado por el Gobierno no discrimina entre quienes
faltaron porque se plegaron a la medida y quienes no tuvieron otra alternativa
que quedarse en sus hogares porque no contaron con medios de transporte.
Sin embargo, los propios estudios oficiales sobre la anatomía
de los conflictos que se multiplican a nivel nacional indican que la temperatura
social está en zona de riesgo.
Pese a los esfuerzos por mostrarse feliz, exaltando una reprimida pasión
boquense, el martes pasado a la mañana el humor presidencial se
crispó. Fue cuando el secretario general de la Presidencia, Carlos
Becerra, y la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, le acercaron un
informe reservado sobre la repercusión del paro en las empresas
y los distintos niveles del Estado de todo el país.
El Ministerio de Trabajo de la Nación cuenta con una red de oficinas
distribuidas en todo el país, que funcionan de manera complementaria
con las direcciones de Inspección del Trabajo a cargo de los gobiernos
provinciales. Dichas reparticiones monitorean periódicamente la
situación laboral provincial y, desde hace cinco años, efectúan
un exhaustivo relevamiento entre las empresas y organismos públicos
de la provincia ante cada huelga o conflicto sindical. Los datos luego
son girados al gobierno nacional, donde son tomados como una medida de
la temperatura de la crisis social.
El informe que la Secretaría General de la Presidencia distribuyó
también el martes en Gabinete reflejaba el impacto del paro del
viernes en empresas (industriales y servicios) y organismos oficiales
a nivel nacional. Las principales conclusiones son las siguientes:
El 70 por ciento de los asalariados
urbanos de todo el país no concurrió a sus empleos ese día.
Es el nivel de ausentismo más alto que registran las estadísticas
oficiales desde que empezaron a confeccionarse.
Ninguno de los paros que vivió
el ex presidente Menem, durante su segundo mandato, cuando se popularizaron
los cortes de ruta y la temperatura social subió hasta niveles
insoportables, había logrado un grado de adhesión tan alto,
incluso los que fueron convocados por una CGT unificada.
Supera holgadamente el acatamiento
del segundo paro que sufrió la Alianza (el 9 de junio), dispuesto
por las tres fuerzas sindicales principales: la CGT de Daer, la de Moyano
y la CTA (ver cuadro).
En números, considerando
que existen 9,2 millones de asalariados urbanos en todo el país,
significa que el viernes faltaron a sus puestos de trabajo 6,5 millones
de empleados.
El informe oficial también revela el indudable peso que todavía
conservan los gordos, nucleados en la CGT oficialista,
a la hora de medir la intensidad de las medidas de fuerza sindicales.
Pero, según los expertos, también muestra que, cada vez
más, es el malhumor social ante situaciones límite lo que
determina la magnitud de la protesta.
En especial, porque los conflictos laborales adoptaron en los últimos
tiempos en su gran mayoría características defensivas,
disparados como respuesta a atrasos en el pago de salarios y/o a despidos
y suspensiones. A su vez, los conflictos sociales motorizados
por quienes ya están marginados del mercado de trabajo (desocupados
reclamando planes Trabajar o simplemente cajas de alimento, por ejemplo)
se esparcieron como un reguero de pólvora por todo el país
(ver aparte).
El informe oficial no discrimina en el relevamiento de ausentismo entre
los asalariados quienes faltaron el día de la huelga porque efectivamente
adhirieron al paro, y quienes lo hicieron porque no tenían forma
de movilizarse hasta el lugar de trabajo. A partir de ese hecho, hay quienes
en el Gabinete relativizaron los datos, argumentando que el nivel record
de paro se debió a la paralización casi total del transporte
y al miedo a actos de violencia supuestamente propiciados por la dirigencia
sindical. Sin embargo, dentro del propio Gabinete hay quienes admiten
ir demasiado lejos con esa interpretación de volver a darle la
espalda a la realidad. Tanto aseguran como no ver en los masivos
y, en algunos lados, desesperados festejos por Boca campeón
una válvula de escape a la presión social.
Indicador del conflicto
El incremento de la conflictividad social ya es motivo
de análisis entre los consultores económicos. Desde
esa perspectiva, el dato del conflicto social es un indicador de
hasta dónde podrá llegar el Gobierno con las medidas
promercado auspiciadas por Fondo Monetario y ellos mismos.
De hecho, la Fundación Capital, que conduce Martín
Redrado, acaba de publicar un informe que muestra los siguientes
indicadores de conflicto social:
Entre 1997 y 1999, Menem
enfrentó 443 cortes de ruta, a razón de 1 corte de
ruta cada 2,5 días.
En diez meses de gobierno,
en cambio, De la Rúa ya acumula 238 cortes de ruta, a razón
de 1 corte cada 1,3 días.
Los informes que realiza el Gobierno aportan un dato adicional.
En el período 96/97 los cortes estaban localizados en puntos
estratégicos: Tartagal, Cutral-Có, Plaza Huincuil,
General Güemes, zonas anteriormente prósperas. Hoy,
en cambio, están desparramados por todo el país, en
línea con la crisis generalizada de las economías
regionales.
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RECLAMOS
POR ATRASOS EN EL PAGO Y POR DESPIDOS
Conflictos laborales defensivos
Por
M.M.
A diferencia de
los primeros años de los noventa cuando todavía eran reivindicativos,
los conflictos laborales de los últimos años del menemismo
hasta hoy son netamente defensivos. En otras palabras, sólo
el 2 al 4 por ciento de los cientos de conflictos que estallan mensualmente
en diversas regiones y sectores de la economía reclaman por aumentos
salariales o mejoras en las condiciones laborales. El resto son disparados
por el atraso en el pago de salarios y/o suspensiones o despidos. Esa
es la principal conclusión de un estudio realizado por los expertos
Juan Iacona y Sandra Pérez, licenciados en Relaciones de Trabajo,
quienes vienen analizado minuciosamente los alcances de la conflictividad
social en Argentina.
El documento fue presentado en el III Congreso Latinoamericano de Sociología
del Trabajo y es tal vez la descripción mejor fundamentada del
efecto disciplinador que sobre el mundo laboral han provocado en la última
década los niveles record de desocupación, más allá
de la ambigua relación entre sindicalistas y menemismo.
Allí se demuestra que, en los últimos tiempos, la flexibilización
de jornadas de trabajo y tiempos de descanso, la precarización,
la polivalencia funcional dentro de la empresa y hasta la baja de sueldos
han ido desapareciendo entre los motivos de reclamo o conflictos entre
trabajadores y empresarios. Sólo los atrasos salariales y la pérdida
de la fuente de trabajo, por obvios motivos de subsistencia, detonan mayoritariamente
el conflicto en estos tiempos.
Más aún, tampoco está claro cuál es el límite
de tolerancia de los trabajadores ante el atraso salarial:
Por ejemplo, en promedio, los
estudios oficiales revelan que los empleados públicos provinciales
soportan entre 2 y 3 meses de atraso en el cobro de sueldos, hasta que
detona el conflicto. Pero también depende del grado de combatividad
de los sindicatos involucrados, ya que en Jujuy por ejemplo
atrasados superiores a los 20 días detonan la protesta.
A la luz de esa perspectiva, son más que interesantes los datos
que surgen del Informe estadístico de conflictividad laboral,
que publica periódicamente el Ministerio de Trabajo.
La información relevada para el primer semestre de 2000 revela
un menor número de conflictos (322) en comparación con igual
período del año anterior (429). Sin embargo, la intensidad
de los conflictos pareciera ser mayor. Y la motivación del reclamo
indica una situación social más extrema que en el pasado,
reflejando una realidad económica más crítica: hay
una mayor proporción de conflictos desatados por despidos
y suspensiones en relación con los que son motorizados por
atrasos salariales.
Por otro lado, mientras el conflicto laboral tiende a disminuir,
dado el efecto disciplinador de la desocupación del que hablan
Iacona y Pérez, lo que va en acelerado aumento es el conflicto
social (ver aparte), que en las estadísticas oficiales se
traduce como las diversas formas de reclamo de los excluidos del mercado
laboral: es decir, quienes ya están desocupados.
La
desocupación es una buena noticia mal contada
La expresión fue utilizada por Patricia Bullrich, ministra
de Trabajo, para explicar el índice de desempleo de octubre,
anticipado ayer por Página/12. Para la funcionaria, la medición
de hace un año �no es seria�, por los planes Trabajar que �inflaron�
el empleo.
Patricia
Bullrich, ministra de Trabajo.
Si
desde mayo el desempleo no subió, para mí es un
dato positivo.
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Para Patricia Bullrich,
ministra de Trabajo, la desocupación del 15 por ciento, tal como
la adelantó ayer Página/12, es una buenísima
noticia contada mal. A la funcionaria no le disgusta el dato, pero
sí que se diga que es mayor a la de un año atrás.
A su criterio, la suba de la desocupación contra octubre del año
pasado cuando se ubicó en el 13,8 por ciento, no
se puede contar, porque a octubre del año pasado hay que sacarlo
de las estadísticas, porque se hizo una inflación de planes
Trabajar para bajar el índice de desempleo. Y explicó
por qué si el desempleo se ubica en el 15 por ciento para octubre,
después de haber medido 15,4 en mayo, sería una buena noticia:
porque si en un momento en el que el país tuvo varios meses
sin toma de decisiones, postergando decisiones, baja cuatro décimas
el desempleo, sería un dato buenísimo. Luego dio a
entender que con la falta de decisiones se había referido a las
empresarias, no a las del Gobierno.
Yo hablé con el presidente del Indec (?) hace unos días
y me dijo que todavía estaba procesando datos, y que todavía
no tenía el dato final; así que, bueno, se ve que Página/12
lo consiguió, pero yo no lo tengo todavía, respondió
la ministra ante la consulta periodística en Radio América.
Según informó ayer este diario, los datos preliminares de
la encuesta permanente de hogares de octubre, procesado el 85 por ciento
de los datos del Gran Buenos Aires y 30 por ciento en el interior, arrojan
hasta ahora una desocupación que ronda el 15 por ciento. Un anticipo
del cual el dato final no se alejaría en más de dos décimas.
Según los avances de la encuesta del Indec, también se registraría
una suba de algunas décimas en la subocupación, es decir,
aquellos que no logran un empleo pleno. Este indicador se ubicaría
en torno del 15 por ciento, lo cual arrojaría un 30 por ciento
en total de la población activa sin acceso al pleno empleo. Por
otra parte, especialistas del Indec estimaron que se habría producido
un retiro de demandantes de trabajo del mercado por efecto desaliento,
al no conseguir trabajo en medio de un proceso profundamente recesivo.
Cuando le preguntaron sobre el aumento del desempleo con respecto al 13,8
por ciento que arrojó la medición de octubre del año
pasado, Bullrich respondió que el artículo de Página/12
da vuelta la historia; vamos a hacer la hipótesis de que es el
15 por ciento, como dice Página/12: bajamos del 15,4 en mayo a
15 en octubre, es una buenísima noticia contada mal. En apoyo
de esa apreciación, señaló: Yo venía
percibiéndolo, las últimas dos encuestas de indicadores
laborales (que hace el Ministerio de Trabajo) a nosotros nos daban muy
positivas, porque nos mostraban que había una suba en el empleo
en el Gran Buenos Aires y en el Gran Rosario, y yo pensaba que el índice
no iba a ser, como algunos habían dicho, dos puntos más
(alto). Ahora, si es así, si es el 15 por ciento, para nosotros
es un dato muy importante. Luego agregó que si en meses
en los que se postergaron decisiones (entre mayo y octubre) el empleo
no subió, para mí es un dato positivo.
Hubo un mecanismo artificial de baja de la desocupación,
señaló Bullrich en referencia a los planes Trabajar, lo
cual revela su criterio respecto de las políticas oficiales de
subsidio al desempleo. La calificación de buena noticia
a un desempleo del 15 por ciento parte de la base de descalificar la medición
de un año atrás. Octubre del año pasado no
hay que utilizarlo (para comparar como dato) porque no es serio,
asumió tirando por la borda la labor de los técnicos del
Indec. El argumento que utilizó no es muy complicado ni novedoso:
si se restan a los empleados bajo el régimen del Plan Trabajar
en octubre del año pasado, lógicamente el desempleo a esa
fecha subiría, para equipararse con el nivel actual. Los que se
beneficiaban con dichos planes y hoy ya no cuentan con ellos podrán
salir a cortar rutas, pero poco pueden esperar de respuesta de la ministra
de Trabajo, que directamente pretende borrar de la estadística
su cambio de condición.
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