Por Duncan Campbell
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Desde Tallahassee, Florida
Con los helicópteros
de los noticiosos volando por encima, el convoy que llevaba 462 mil boletas
desde Palm Beach partió ayer a la mañana, acompañado
por los oficiales del sheriff, en su viaje hacia Tallahassee y sus libros
de historia. Para los medios de Estados Unidos, ésta era una repetición
de la persecución de O.J. Simpson por la policía, aunque
los crímenes de los que se acusan ambos lados esta vez no tienen
sangre, hasta ahora. Todo lo que se necesitaba para prolongar esta saga
era que los cubanosnorteamericanos secuestraran el camión
y prendieran fuego los votos. Cualquiera familiarizado con las novelas
del escritor de Florida Carl Hiasse, que están llenas de políticos
tramposos y oscuras hazañas en el estado de los lagartos, reconocerán
la escena y a algunos de los personajes que surgieron en Florida en las
últimas tres semanas.
Aquí están los últimos ingredientes de esta cruza
entre un thriller político, un cuento con moraleja y una telenovela:
Las boletas de Palm Beach y
Miami-Dade, que alcanzan a más de 1 millón en total, deben
llegar a Tallahassee a las 5 de la tarde hoy. El juez del distrito, N.
Sanders Sauls, ordenó que las boletas sean llevadas a la capital
del estado para que estén disponibles al instante si él
ordena un recuento. El equipo de Gore había pedido sólo
las 14 mil boletas en conflicto, el tema de la acción legal que
comienza mañana, pero el campo de Bush las pidió todas,
una estrategia que los demócratas dicen que es maliciosa y está
destinada a causar demoras y confusión.
En otra acción que involucra
las boletas postales en el condado de Seminole, los hombres de Bush intentaron
remover a Nikki Clark, la jueza a cargo de la causa, con el fundamento
de que sus intentos de convertirse en jueza de una corte de apelación
habían sido rechazados dos veces por el gobernador Jeb Bush, hermano
de George W. Bush. Fracasaron.
Los políticos republicanos
del estado siguieron operando ayer para armar una sesión especial
de la Legislatura que daría los 25 votos del colegio electoral
de Florida a Bush, sin importar lo que decidan las cortes.
Andrews, a la vuelta de la Corte Suprema, ha sido uno de los principales
reductos de encuentro para los abogados, los periodistas y los comentaristas
en Tallahassee durante las últimas semanas. Ofrece un Jeb
Burger para el almuerzo, que se describe como un burger ennegrecido
servido con champiñones y queso. Bush dijo ayer que estaría
listo para firmar la ley que haría presidente a su hermano, añadiendo:
Creo que la gente espera que los gobernadores digan sí
o no. Una acción semejante, dicen sus oponentes
demócratas, crearía por cierto un Jeb Bush ennegrecido,
sugiriendo que ellos se lo comerían si él sigue adelante
con la idea. Para el campo de Gore, el personaje líder ahora en
Tallahassee es sin duda David Boies, el abogado que representó
exitosamente al gobierno en el caso Microsoft. Tomó el rol de abogado
principal del ex secretario de Estado, Warren Christopher, y presenta
el rostro razonable del equipo en contraste con los abogados más
combativos del campo de Bush, el otro ex secretario de Estado, James Baker,
y el posible vicepresidente, Dick Cheney.
Después de los fallidos intentos por removerla, la jueza Nikki
Clark, de 49 años, surgió ahora como otro personaje líder
en el drama. Una afiliada demócrata debe decidir si excluir o no
del recuento las boletas postales en el condado de Seminole, legitimizadas
por los republicanos que les añadieron los números faltantes
de identificación de los votantes. Este es considerado como el
caso que puede cambiar el resultado. Si la jueza Clark excluye los votos,
Gore estaría en la delantera, hasta la inevitable apelación.
Pero no es que Seminole sea el único caso que está despertando
nueva atención. La Asociación Nacional del Progreso de la
Gente de Color anunció sus planes para demandar a Florida por votar
irregularidades que impidieron que muchos residentes negros pudieran emitir
su voto.
Un gobernador con una hamburguesa bautizada con su nombre, un par de jueces
divertidos, un abogado inteligente, un convoy y una pizca de racismo;
todo lo que falta es la vuelta de tuerca final en la trama.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: C. Doyhambéhère
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