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El final-final de la aventura del año

Unas cinco millones de personas estarán hoy pendientes de �Semana Robinson�, cuyo ganador se lleva un premio de 100 mil pesos.

El ganador de “Expedición Robinson” habrá sobrevivido entre dieciséis competidores iniciales.

Por Julián Gorodischer

“Expedición Robinson” empezó fría, distante, casi como si no se animara del todo a imitar la polémica que generaron sus parientes en el resto del mundo. Y hoy, en su último día, le pasa lo mismo que a los otros (“Gran Hermano”, “Survivor”...): toma un altísimo perfil que sus productores querrán repetir en la segunda parte de la saga, a comienzos del año próximo. Aunque lo intentó desde el principio, no pudo eludir una inquietante pregunta que parece sellada a fuego en cada nuevo heredero de la TV real: ¿Somos eso? Hoy todos la formulan, tal vez matizada por el sensacionalismo de “PAF”, el ciclo de Jorge Rial, o por el tono sesudo de los “opinólogos” en las revistas semanales.
Como si creyeran que los cinco millones cautivos que miraron esta última “Semana Robinson” –de capítulos diarios– sólo estuvieran esperando una definición sobre el destino del dinero, la producción ha montado una cortina de hierro sobre los concursantes. Los custodian como a presos. Pero, ¿es ésa la incógnita que convirtió a “Expedición...” en un fenómeno que trasciende a la pantalla? Esta semana levantó el rating de otros programas parásitos que se le adosaron (“Agrandadytos”, “PAF”, “Siempre listos”) a través de la parodia o el debate. Ayer promedió 23.6, con un pico de 25.5. Y ya ha lanzado un nuevo astro a la farándula vernácula: Diego Garibotti, que será Macho Bus en el programa de Nicolás Repetto.
En estas semanas se formaron clubes de fans para varios de los galanes: uno para el mismo Diego, el del ahora enflaquecido Sebastián, el que adora a Rodrigo, el “chopper”. El contraste con “Survivor” (su par estadounidense) dirá que sí, que la versión local habla, aunque sea un poquito, de algo propio. En los Estados Unidos, Sonia y B.B. sobrevivieron, a los 64, a varias emisiones de “Survivor”. Ella sufrió hace unos años un cáncer invasivo. El está orgulloso de ser viejo y lo repite a los más chicos. El ganador de la primera tanda es un ídolo que levantó desde su llegada las banderas de su elección sexual hacia personas de su mismo sexo. Tampoco quedó afuera el debate sobre la provisión de profilácticos. Esposas y maridos no tomaron bien que sus cónyuges partieran con el arsenal de condones a cuestas.
“Expedición...” fue otra cosa: una mayoría se integró con jóvenes y atléticos, ahora un poco desgastados, a excepción de dos veteranos que partieron pronto. ¿Qué pasó con sus vidas sexuales? Fue la gran incógnita que fue mostrada. A todos les gustó hablar de todos, y en general el tono fue despectivo y malicioso, en ausencia, cuando el confesionario garantizó un secreto invariablemente develado. No es que “Expedición...” haya sido demasiado respetuoso: se metió hasta en las axilas sin depilar de alguna de las chicas, pero en dos meses las vidas íntimas ni siquiera se rozaron. Quedaron silenciadas, como si “de eso no se hablara”.
Mientras “Survivor” se presenta como el reino de la diferencia, “Expedición Robinson” rindió tributo a un ser nacional bien homogéneo y compacto. Una bandera de la Patria fue el objeto personal de Sebastián; Adrián (el trabajador portuario, y candidato con más chances) pagó 50 pesos –en un simulacro de subasta– para quedarse con el choripán y el vino tinto. Sebastián ganó en un juego la posibilidad de encontrarse con un ser querido, y le trajeron a la madre, que le gritó “Miseria espantosa” al verlo flaco. Cantaron tango en la fogata, y creyeron estar unidos por la añoranza de un “abstracto”. Con todo, “Expedición...” fue sólo un sonado prólogo de lo que se viene el año próximo: una troupe de nuevos Robinsones compitiendo con el flamante “Gran Hermano” en versión porteña (que se verá por Telefé) en un verdadero banquete para millones de mirones. Los mismos que hoy a las 23 se quedarán con las ganas de seguir espiando.

 

 

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