Cada mujer, hombre, niña
y niño, para materializar su pleno potencial humano, debe ser consciente
de todos sus derechos humanos, civiles, culturales, económicos,
políticos y sociales. Tomando como premisa esta resolución
de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), el Instituto Multimedia DerHumALC y la Secretaría de Cultura
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizaron la tercera edición
del Festival Internacional de Cine y Video sobre Derechos Humanos, Medio
Ambiente y Desarrollo, que comenzó ayer y se llevará a cabo
hasta el domingo 10 de diciembre, en las salas del Cosmos (Corrientes
2046), El Visionario (Corrientes 1743), Leopoldo Lugones (Corrientes 1530)
y Enrique Muiño (Sarmiento 1551). Los contenidos del festival son
tan amplios y heterogéneos como lo indica el título mismo
de la muestra, pero en las distintas secciones oficial en concurso
para cortos y largos de ficción y documental, paralelas varias
no competitivas hay varios títulos a descubrir.
En la competencia para largos se pueden encontrar, al menos, dos rarezas,
a tener muy en cuenta. La primera es Sicilia!, el largometraje más
reciente del dúo Danielle Huillet y Jean-Marie Straub, dos cineastas
absolutamente fuera de norma dentro del panorama de la producción
europea de las últimas tres décadas. De poco más
de una hora de duración, Sicilia! es el primer film de la pareja
que llega a Buenos Aires y lo hace precedido de las mejores críticas,
luego de su estreno en la Quincena de los Realizadores del Festival de
Cannes 1999. La otra curiosidad es Crónicamente inviavel, del brasileño
Sergio Bianchi (un aforista del cine), que viene de presentarse en el
Festival de Locarno y de levantar toda una polémica en su propio
país, con una película tan ambiciosa como políticamente
incorrecta. La competencia incluye también tres films argentinos
(Campo de sangre, de Gabriel Arbós; Che, un hombre de este mundo,
de Marcelo Schapses, y Ciudad sin luz, del santafecino Juan Carlos Arch),
más films de Bélgica, Venezuela, Alemania, Estados Unidos,
España y Ecuador (Ratas, ratones y rateros, ya exhibida en la competencia
del último Festival de Cine Independiente, en abril pasado).
En la sección oficial fuera de concurso se destacan 24/7, opera
prima de Shane Meadows, puro realismo sucio británico en blanco
y negro, con Bob Hoskins como protagonista; Gabbeh, del iraní Mohsen
Majmalbaf, el director de El silencio; el documental Sud, un viaje de
la ecléctica realizadora belga Chantal Ackerman por el deep south
norteamericano, y La promesa, el film que dio a conocer el cine de los
hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne (también belgas), consagrados
luego con la excepcional Rosetta, ganadora de la Palma de Oro en Cannes
99.
Las dos retrospectivas del festival están dedicadas a América
latina. Por un lado, se verá un panorama del cine brasileño
más reciente, con la exhibición, entre otras, de Estorbo,
de Ruy Guerra, sobre la novela de Chico Buarque; Un vaso de cólera,
psicodrama erótico de Aluizio Abranches, y El primer día,
de Walter Salles y Daniela Thompson (se verá en copia video). Por
otra parte, habrá una revisión de la obra del legendario
documentalista cubano Santiago Alvarez, realizador de más de un
centenar de cortos y 600 noticieros, corresponsal de guerra en Vietnam,
Laos, Kampuchea, Etiopía y Angola, fundador del noticiero latinoamericano
del ICAIC y autor del cine más claramente identificado y comprometido
con la Revolución Cubana.
GUSTAVO
GARZON Y LEO MASLIAH EN UN FILM DE ROLY SANTOS
Qué absurdo es haber filmado
Por Horacio Bernades
Definida por su realizador
como drama comedioso, Qué absurdo es haber crecido
podría haber sido, tal vez, una aceptable comedia amarga sobre
ciertos grises destinos nacionales, variante con la que se abre. Pero
a los diez minutos ya está calcando el modelo Nos habíamos
amado tanto en clave criolla (dos hombres y una mujer se reencuentran
para revivir y añorar los dorados 70), derrapa luego hacia
un risible intento de thriller científico, para terminar con medio
elenco en París y hablando en francés, mal y sin subtítulos.
Gustavo Garzón es un bioquímico que, harto ya de sus alumnos,
se presenta a una beca. La gana. La beca es para investigar en un laboratorio
multinacional. Por una de esas casualidades, el laboratorio está
justo, justo en el pueblito de su infancia, de donde el protagonista partió
para no volver. Tenía bronca de tener miedo, dice Garzón
cuando baja del ómnibus que lo trae de regreso. Al espectador le
pasa algo parecido, temiendo un nuevo reencuentro con la dinámica
cliché de esta clase de historias: reencuentro-ilusiones perdidas-choque
con la realidaddecepción. Todo ello ocurrirá, como en una
pesadilla recurrente, a partir del momento en que Garzón sufra
su primer flashback (además de obvios y previsibles, todos aparecen
incrustados con la mayor brusquedad) y se reencuentre con su mejor amigo.
Este compartió con él una militancia estudiantil (aparentemente
basada en la organización de fiestas escolares) y ahora es cura.
Un tono de ligero absurdo, con algunas situaciones logradas y otras no
se impone en cada una de las apariciones del cura, por la sencilla razón
de que a éste lo encarna Leo Maslíah. Que, más allá
del look Grouchonatural, nunca se sabe del todo si titubea para dar un
efecto cómico o porque se olvidó la letra. Traída
de París por el guión, una escena más adelante aparece
la tercera en discordia (Laura Melillo), que en la juventud supo ser la
novia del cura, hasta que lo engañó con su mejor amigo.
Reunido ya el triángulo alla Nos habíamos amado tanto, al
guión se le antojará combinar el más rancio espíritu
tanguero (en la línea Son veinte abriles/que no volverán)
con una subespecie de thriller viral.
Atrapado y torturado (a esa altura, los directivos del laboratorio se
convirtieron en bestias), Garzón saca de la manga un par de cócteles
molotov, incendia con ellos el establecimiento (¡!) y huye a Francia.
En París lo espera una escena que moverá a risa o vergüenza
ajena, depende del ánimo que se tenga. Allí, a la pobre
Laura Melillo se le hincha una vena, de tanto hacer fuerza contra un idioma
que no domina y se le rebela. Qué absurdo es haber venido,
tal vez piense algún espectador, de esos que siguen apoyando al
cine nacional.
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