Machinea no dejó nadie
a su derecha
Que un economista históricamente ligado a Alvaro Alsogaray
pueda criticar desde la izquierda a José Luis Machinea es
un logro singular no necesariamente envidiable del equipo
económico de la Alianza, cuyo gobierno sigue siendo calificado
por las agencias noticiosas extranjeras como socialdemócrata
o de centroizquierda, contra toda evidencia. Pero Rodolfo Rossi,
quien llegó a presidir durante un mes el Banco Central, a
caballo entre 1989 y 1990, y le hacía los números
a Alsogaray, fue a visitar semanas atrás a su ex mentor político
para decirle: Mire, ingeniero, ¡esto es un desastre!.
No obstante, su fusta no se descarga sobre las ancas preferidas
por los liberales, sino, por ejemplo, sobre la insistencia, también
del Ejecutivo actual, en privilegiar a la banca y postergar a los
sectores productivos. Da, por ejemplo, el siguiente dato.
El sistema financiero, en las operaciones del microcentro, que abarcan
el 65 por ciento de las de todo el país, tiene un clearing
de 48 horas: los cheques son acreditados a los dos días.
Hasta 1995 era de 24 horas, pero se introdujo esa reforma para darle
liquidez a un sistema financiero castigado entonces por el Tequila.
Pese a que ahora el sistema financiero está líquido
y la economía real, totalmente debilitada, no se vuelve al
clearing de 24 horas. Esto les permite a los bancos disponer gratuitamente
de un flotante de 9300 millones de pesos, a costa de la economía
real, que es la economía productiva. Con sólo reimplantar
el clearing anterior a 1995 se lubricarían las transacciones
de los sectores reales. Entretanto, la falta de dinero que existe,
sobre todo en pesos, por la Convertibilidad y por la deflación
provocada para mantener el tipo de cambio con el dólar, está
llevando a un corte de la cadena de pagos y a sensibles problemas
sociales.
Con el aumento del déficit fiscal, ahora previsto en $ 7000
millones para el 2001, se incrementará aún más
la deuda externa, con lo que los compromisos de la Argentina rozarán
el año próximo los 30 mil millones de dólares.
Como explica Rossi, antes del Plan Brady (acordado en 1992) el país
tenía repartido el endeudamiento entre cierto número
de bancos (más de 200), que finalmente refinanciaban los
vencimientos. Pero ahora la deuda está colocada en los mercados
y los inversores grandes, medianos o chicos prefieren
primero cobrar y después, según la nota que le pongan
al país las calificadoras de riesgo, comprarán o no
los nuevos títulos que emita. Esto implica que antes de obtener
nueva financiación hay que poder pagar la que vence. Para
esa deuda en bonos ya no hay refinanciación, como había
con la bancaria. Por eso explica Rossi, de la noche
a la mañana se habló de default (cesación de
pagos). La razón es que no hay recursos para cancelar los
vencimientos. Por eso concluye tenemos que estar
sometidos al monitoreo permanente del FMI y a las políticas
que quiera fijarnos.
Y añade, en la misma línea: Supongamos que,
con el blindaje y algo de los bancos locales y las AFJP, se cubran
los casi 30 mil millones que necesitamos en el 2001 para no quebrar,
aunque por supuesto no todo saldrá redondo ese año.
¡Pero qué nos esperará para el 2002! Por eso
se adelantan a quitarle dinero al sistema previsional (eliminación
de la PBU), pese a que es donde más existe una necesidad
de protección social. Al respecto, recuerda que, a
través del tiempo, los gobiernos les arrebataron las reservas
a las cajas previsionales, que de otro modo deberían estar
en perfecto equilibrio. Muchos le echan la culpa del descalabro
previsional a Perón, pero a mi juicio aclara Rossi,
cuando se metió la mano en las cajas, quitándoles
el dinero y dándoles títulos públicos a cambio,
fue en la época de Onganía y Krieger Vasena (1967
a 69). Así pudo mostrar Krieger equilibrio fiscal por un
par de años.
Para este impulsor de la economía social de mercado, el blindaje
es una medida desesperada, de un equipo económico que no
conocía el diagnóstico. Decían que los
problemas del 2000 estaban solucionados y que a los del 2001 los
manejaban con la mano izquierda. Primero, al asumir, se ampararon
en los desequilibrios heredados, que eran ciertos, porque Roque
Fernández no hizo nada. Ni siquiera administró. Lo
único que hizo fue aumentar impuestos, pero el déficit
fiscal igual se le fue de las manos. Machinea recibió ese
descalabro y volvió a subir los impuestos, pero no fue competente
para aumentar el nivel de actividad ni reducir la desocupación,
y ni siquiera para ver venir los problemas. Recién en setiembre
último se dio cuenta de que no se podían pagar los
vencimientos del 2001.
Para Rossi, hasta 1994 la Convertibilidad funcionó bien porque,
con la ayuda de las privatizaciones (liquidación de activos
estatales), se tendió al equilibrio fiscal. El endeudamiento
no era aún tan abultado. Pero ese año, con la
reforma previsional del mes de julio, que les permite a las AFJP
cobrar comisiones totalmente abusivas, se resintió absolutamente
el sistema de reparto, al perder éste a los aportantes derivados
a la capitalización. ¿Cómo no van a dar déficit
las cajas (y no me refiero a las provinciales)? Fue un despropósito
abrirle semejante bache al sistema jubilatorio nacional. Y ahora
el Gobierno les pide prestada esa misma plata a las AFJP. Pero a
esta altura, sin considerar la deuda de las provincias, ya superamos
los U$S 150 mil millones de deuda externa. ¿Qué equipo
económico tenemos que en setiembre dijeron que con una colocación
de bonos por 2300 millones ya cerraban las cuentas del 2000, y ahora
del blindaje financiero se utilizarán entre 2 y 5 mil millones
para cerrar esas mismas cuentas? ¡En sólo 60 días
cambian totalmente las proyecciones! ¡El Gobierno se da cuenta
de repente de que estamos en bancarrota!
Compilador obsesivo de las cuentas públicas, deja caer algunos
datos elocuentes. En el Presupuesto de 1995, el gasto público
nacional ascendía a
$ 40.969 millones. En el del 2001 (según el proyecto presentado
originariamente) llegará a $ 64.625 millones, con un aumento
del 57,4 por ciento. En ese mismo período, hubo una deflación
del 4,04 por ciento, mientras que el PBI argentino permanece virtualmente
estancado desde 1994, en unos 282 mil millones de dólares.
Por intereses de la deuda externa, la Argentina preveía pagar,
en 1995, según el Presupuesto,
U$S 3723 millones. Para el 2001 esos mismos pagos alcanzarían
los 11.246 millones de dólares.
A Rossi también le preocupa la burbuja de argendólares
(los depósitos en esa moneda, colocados en bancos de la Argentina).
Son unos 70 mil millones que dan origen a créditos también
en dólares, difícilmente recuperables por los bancos
en caso de una hipotética corrida de depositantes y sin auxilio
imaginable por parte del BCRA. ¿Qué ocurriría
en ese caso?
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