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LA DEUDA CRECERA EL DOBLE QUE EL PBI
Déficit de certezas

Nadie sabe si la relativa relajación del ajuste para el 2001 aliviará o agravará la peligrosa situación de la Argentina. Tampoco qué pasará con las empresas, que no tienen blindaje.

Miguel Bein, Programación, y Teresa Ter Minassian, del FMI.

Por Julio Nudler

“El nuevo presupuesto 2001 presenta, sorprendentemente, mayores gastos, menor crecimiento y por ende mayor déficit, todo con el aval del Fondo Monetario.” La sorpresa es confesada por los analistas del Ieral (Fundación Mediterránea) en su último informe semanal, pero compartida por cualquier observador de las recientes contorsiones en el enfoque de la crisis, incluyendo las piruetas de José Luis Machinea y su equipo. Todos aceptaron, de la noche a la mañana, que el déficit fiscal para el año próximo salte de $ 4820 millones (base devengado) a 6995 millones, a pesar de que ello viole el límite establecido por la ley de Solvencia Fiscal, que por tanto debe ser modificada. Curiosamente, así como antes reducir el déficit era la condición necesaria para insuflar confianza en los mercados y bajar así el riesgo–país y las tasas internas de interés, ahora se pregona el mismo objetivo pero subiendo el déficit. La misión de inducir confianza queda encomendada al blindaje financiero que proveerá el FMI, con lo que el país está renunciando a que los especuladores lo consideren un deudor serio y solvente, pero sí que en cambio consiguió un buen garante.
Estimando un menor crecimiento económico para el año que viene y programando un mayor déficit fiscal, el Presupuesto 2001 iguala virtualmente esas dos variables en unos $ 7000 millones. Esa sería la mayor riqueza generada por la actividad económica, y también el rojo de las cuentas públicas. En cambio, el incremento de la deuda pública será claramente superior, porque además del déficit fiscal, que se cubre indefectiblemente con endeudamiento adicional, habrá otras vitaminas para el engorde de la deuda en otros 7000 millones, aproximadamente, por la entrega de bonos para cumplir con sentencias judiciales, consolidar otras deudas atrasadas del Estado y los desequilibrios provinciales. De este modo, el aumento del pasivo público duplicaría el déficit fiscal nacional y el crecimiento del Producto Bruto. Esta ecuación dice, en términos sencillos, que el país no estará convergiendo hacia una situación más equilibrada, que le permita reducir su vulnerabilidad financiera externa, sino caminando en sentido divergente y quizás explosivo, a pesar del blindaje.
Presupuestariamente, el sendero por el que se mueve el Gobierno es muy estrecho. Basta saber que el 25 por ciento de los recursos presupuestarios esperados en el 2001 deberán utilizarse para pagar intereses de la deuda estatal. En cambio, para inversiones públicas o para educación y cultura se destinará alrededor de un 7,5 por ciento de los recursos. Como cumplir con los acreedores es la prioridad absoluta, los restantes destinos del gasto son la variable de ajuste. Por tanto, la relajación en la disciplina fiscal, aceptando un déficit más grande, descomprime un poco la caldera. En realidad, dentro de la confusión reinante, nadie sabe realmente qué efecto tendría hacer una cosa o la contraria, aunque todos arriesguen vaticinios aparentemente científicos.
En la práctica, contando con la red de seguridad que tenderán el FMI y otros bomberos externos, la Argentina se da el lujo, al borde mismo del precipicio, de anunciar para el 2001 un déficit fiscal semejante al que resultó de la “dilapidación” menemista de 1999. ¿Pero cuál será el efecto de esta frivolidad? Si se insistiera en contraer el déficit en lugar de expandirlo, podría profundizarse la recesión, con lo que, a la postre, la mancha roja crecería de todas formas al caer la recaudación impositiva, como consecuencia de una economía más chica. Esta relación entre recursos tributarios y nivel de actividad es tan estrecha en la Argentina porque el sistema impositivo percute masivamente sobre el consumo, y muy poco comparativamente sobre las rentas y los patrimonios. Por otro lado, tampoco puede descartarse que, a pesar del mayor déficit presupuestado, el respaldo internacional al país aplaque a los acreedores y disminuyamarginalmente el costo de la deuda externa, ayudando a reducir el déficit fiscal.
Un punto crucial que toca el mencionado informe del Ieral es el del sector privado, que por ahora no tiene blindaje alguno. “Los vencimientos de Obligaciones Negociables rondan los 6000 millones de dólares, y las grandes empresas –advierte– deberán renovar sus créditos con tasas por el momento muy elevadas”, mientras los bancos se dediquen a financiar al Gobierno. Esto puede abrir una vía de agua no prevista en los planes.

 

 

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