Por Suzanne Goldenberg
*
Desde Migdalim, Cisjordania
Era el viaje al trabajo lo
que terminó de derrotar a Yossi Warshenbrot: un tenso viaje a lo
largo de una carretera desierta, escudriñando las cimas de las
colinas en busca de posibles atacantes. Lo fue desgastando, hasta que
finalmente abandonó su hogar en Cisjordania y se fue a un departamento
alquilado cerca de Tel Aviv. ¿Tiene idea de lo que es viajar
con una Uzi en la mano derecha y una pistola en la izquierda?, exclama.
No es agradable. Warshenbrot, su mujer Rikki y sus dos pequeños
hijos se sumaron al éxodo de colonos judíos de Cisjordania
y Gaza producido por los dos meses de insurrección palestina.
Desde los solitarios asentamientos en la cima de las rocosas colinas en
Cisjordania, los colonos vieron cómo la intensificación
de la lucha por las carreteras caminos los convirtió en prisioneros
dentro del equivalente israelí de una soñada casa en los
suburbios. A mí me dispararon, el automóvil de mi
vecino recibió tantos disparos que parecía de la mafia,
lleno de agujeros dice Warshenbrot, se salvó por milagro.
Que le disparen desde vehículos en movimiento, o que lo apedrearan
mientras conducía en las carreteras utilizadas por los colonos,
ciertamente no era lo que Warshenbrot, un ejecutivo en marketing en una
empresa de alta tecnología, tenía en mente cuando hace tres
años se mudó con su familia desde una gran ciudad a Migdalim.
Este asentamiento laico, con una población de 40 familias judías,
queda en lo alto de una colina desde donde se ven cuatro pueblos palestinos.
Warshenbrot pagó unos 42.000 dólares por su casa con jardín.
Es mucho más de lo que esa suma le hubiera comprado dentro de las
fronteras de Israel.
Dimitri Geffen tiene una casa más lujosa, de dos pisos, situada
al otro lado de Migdalim. Tiene una amplia terraza, con una gloriosa vista
sobre las desérticas colinas que bajan al río Jordan, decorada
con campanas de barco y anclas, recuerdos de su pasado como marinero.
Todos están asustados, asegura Geffen, ahora un funcionario
de seguridad que patrulla los asentamientos con una pistola en su cintura.
Nadie quiere disparos o que nos tiren piedras. Sostiene que
los sucesivos gobiernos israelíes han colocado a los colonos no
ideológicos en una situación imposible, ofreciendo incentivos
económicos para mudarse a Cisjordania y Gaza aún cuando
negociaban con los palestinos la devolución de los territorios
ocupados por Israel desde 1967. El resultado, dice, es la confusión
total, y la incertidumbre es asoladora. Vinimos aquí sin
la fuerza, y espero que podamos irnos sin la fuerza, ni del gobierno de
Israel ni de los palestinos dice; si nuestro gobierno nos
dice que nos vayamos, sin duda nos iremos. Los de afuera, incluyendo
los israelíes, generalmente engloban a todos los 200.000 colonos
judíos en la misma categoría de peligrosos extremistas que
creen que Dios quería que Cisjordania y Gaza fueran un coto exclusivo
de los judíos para siempre.
Los palestinos llaman a los asentamientos de techos rojos la espina
en nuestra garganta que quiebra su posible Estado Nacional en masas
inconexas en un mapa. Los israelíes liberales concuerdan que las
colonias son un obstáculo para una paz negociada. Pero una encuesta
realizada en mayo del año pasado por el movimiento Paz Ahora encontró
que el 53 por ciento de los colonos de Cisjordania se habían mudado
a los territorios por motivos no ideológicos: viviendas
baratas, excelentes vistas, y rebajas impositivas. Casi el 34 por ciento
estaba preparado además para abandonar los asentamientos a cambio
de una compensación razonable. Paz Ahora cree que los dos últimos
meses han hecho crecer esas cifras. Una encuesta del diario Yediot Ahronoth
sugiere que el 10 por ciento de los colonos de Cisjordania ya están
planeando su huida. Ami Katz, un activista de paz del pequeño y
religioso asentamiento de Metzed, al sur de Jerusalén, detalla
los motivos: Primero, es por la cuestión de seguridad que
se vuelve más difícil cada día, con los disparos
y las pedradas.Segundo, la gente ve que en cualquier negociación
algunos asentamientos serán devueltos. Tendrán que dejar
los lugares de toda maneras, así que ¿por qué ser
los últimos en irse?.
Pero después de haber sido alentados por sucesivos gobiernos israelíes
a mudarse a Cisjordania y Gaza, los colonos no quieren irse con las manos
vacías. Warshenbrot ya está aumentando su pedido de compensación.
Sus costos de vivienda se duplicaron este mes: además del pago
de 560 dólares de la hipoteca sobre su casa en Migdalim, tiene
que dar un anticipo para un departamento en el área de Tel Aviv,
donde el alquiler también es de 560 dólares. En el corto
plazo, quiere que el gobierno pague por su mudanza; a largo plazo, espera
que el Estado le compre una nueva casa, en algún lado dentro de
las fronteras de Israel. ¿Qué compro con 40.000 dólares?
Nada. ¿Por qué arriesgué mi vida? Por nada también.
Así que pienso que el gobierno debiera darnos una solución
con la que pueda comprarme algo alternativo o mudarme a una situación
igual, dice.
Otras familias se mudaron primero, y luego pensaron en la compensación.
Efrat Artzi y su marido Eyal dejaron una casa de 100.000 dólares
en el asentamiento de Hermesh, a unos pocos kilómetros de las fronteras
de Israel, para volver a su hogar en el kibbutz de Hod HaSharon donde
el primer ministro Ehud Barak se crió, un día después
de que el 1º de noviembre el parabrisas de su auto fuera destrozado,
cubriendo a su hija de 18 meses con pedazos de vidrio. ¿Cuando
iré a casa? No hasta que me sienta segura de que puedo manejar
por los caminos con mi hija, dice. A pesar de los trastornos temporarios,
los Warshenbrots y los Artzis son relativamente afortunados. Tienen adónde
ir. Muchos no se pueden dar el lujo de partir. Tengo una hermana
en Petah Tikva. Puedo ir por unas dos semanas, pero después me
va a decir: ¿Qué es esto, te vas a establecer en mi
casa también?, explica Geffen.
A no ser que los políticos israelíes se pongan primero de
acuerdo entre ellos sobre cuánta tierra van a transferir al control
palestino, para después llegar a un acuerdo con Yasser Arafat que
defina las fronteras de Israel y el nuevo Estado Nacional Palestino, Geffen
y muchos otros están atrapados. Alguien me tiene que decir:
Esta es tu casa, lucha por ella, o si no que tendrás
que irte en dos años, entonces sabré, enfatiza.
Al final, alguien me tiene que decir oficialmente: Esto no
es tuyo. Ahora es Barak, dentro de dos o tres meses podría
ser (el líder derechista) Ariel Sharon, y él podría
decir No señor, se puede quedar aquí para siempre.
Tengo que saber.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère
Claves
Ayer los choques en
Cisjordania y Gaza dejaron a dos palestinos muertos y 35 fueron
heridos.
Mientras tanto, la Autoridad
Palestina anunció públicamente que proseguiría
con el levantamiento. La Intifada ya ha dado buenos resultados:
nuestra lucha ha hecho difícil la vida a los colonos, algunos
se marcharon (ver nota) e Israel está cada vez más
dividida, explicó un alto responsable del movimiento
Fatah de Yasser Arafat. Al mismo tiempo, dudó de que el premier
israelí Ehud Barak lograría presentar una propuesta
de paz viable antes de que en unos meses se celebren elecciones
anticipadas en su país.
Un funcionario israelí
aseguró que podemos enfrentar la Intifada durante años.
|
|