Por Roque Casciero
El primero de los dos conciertos
con los que Fito Páez presentó su reciente Rey sol fue una
prueba más de los tiempos de crisis a los que el rosarino suele
referirse en sus canciones. Como en varios shows que se hicieron en el
Estadio Obras durante este año, el lugar estaba apenas a la mitad
de su capacidad. Por eso resultó lógico que el cantante
arrancara con El diablo de tu corazón: Ey, ¿qué
te pasa Buenos Aires?, insta Páez a la ciudad a salir de
la apatía. No seamos pechos fríos, dijo en otro
momento. Quizá la respuesta a varios de los interrogantes que plantea
El diablo... (¿por qué nos cuesta tanto
el amor?, por ejemplo) se encuentre en una vieja y rabiosa pieza
que el rosarino escogió para el final del concierto. Si en esta
puta ciudad matan a pobres corazones, habría que cuestionarse de
qué hablamos cuando hablamos de amor.
Páez se pasó buena parte del concierto intentando que los
huecos en el campo y las tribunas fueran compensados por la energía
que bajaba del escenario. En buena medida lo logró, porque el público
se entregó de lleno cuando sonaron éxitos de otras épocas
como Tumbas de la gloria (casi nadie pareció percibir
la entrada en falso), 11 y 6 o Polaroid de locura ordinaria,
y respondió bien a los temas nuevos. Uno de los momentos más
aplaudidos fue cuando el rosarino presentó Rey sol,
con sonido a la Steely Dan: Vino un niño precioso a iluminar
la vida y acá hay una canción que habla de él,
dijo en referencia a su hijo Martín.
Hacia el final subió a tocar la guitarra Gabriel Carámbula,
que se dio el gustito de sacarse la remera y mostrar cuánto bien
le hizo el gimnasio. Fue en Vale, la canción que Páez
le dedicó a Charly García apenas se enteró de su
vuelo desde un noveno piso hasta una pileta (las imágenes que captó
la televisión eran pasadas para adelante y para atrás en
una pantalla). Todos los lugares tienen sus héroes y sus
genios. Acá tenemos un foco que alumbra a mucha gente y todos necesitamos
de él, se enfervorizó Fito. La verdad, no resultó
demasiado sorpresivo que el propio García apareciera para Ciudad
de pobres corazones, el tema que cerró el set. Lo que sí
llamó la atención fue que estuviera medido en su aporte
musical y que hubiera adoptado -.justo él, que le hizo poner el
brazalete hasta a un presidente el violeta con el que se vistió
toda la banda de Páez. Como siempre, la presencia de Charly obró
sobre el público como cuando alguien arroja nafta sobre el fuego.
Y también provocó lo mismo en Páez, que desechó
comenzar los bises con Yo vengo a ofrecer mi corazón
para repetir Cerca de la revolución, esta vez con su
autor sobre el escenario. Atento a los vaivenes del humor de García,
Fito guió a su banda, que demostró que le sobra paño
para salir adelante en paradas difíciles como ésa.
Con el estadio a punto de ebullición, Páez encadenó
A rodar la vida y Mariposa Tecknicolor, antes
de un final emotivo con Y dale alegría a mi corazón.
Para ese tema que las hinchadas de fútbol hicieron propio, el rosarino
contó con el grupo de percusión La Chilinga (liderado por
Daniel Buira, ex baterista de Los Piojos) como invitado, lo que le dio
un nuevo marco a ese ruego entre esperanzado y desesperado por algo que
ilumine los corazones. Con una realidad cada vez más agobiante,
no es extraño que algunas canciones mantengan intacto su mensaje.
|